Literatura para construir la nación explora los inicios de la historiografía literaria española para examinar su relación con el desarrollo de la identidad nacional entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del XIX. El estudio de la historiografía literaria y su origen nacional ha suscitado en las últimas décadas un enorme interés, al que en el campo de la hispanística han respondido trabajos señeros y renovadores como los de Inmaculada Urzainqui, Leonardo Romero Tobar o José María Pozuelo Yvancos. A ellos vienen a sumarse ahora los ensayos recopilados en este volumen, fruto del proyecto «Hacia la Institucionalización Literaria: Polémicas y Debates Historiográficos» (1500-1844) (SILEM II) del Plan Estatal de I+D+i (RTI2018-095664-B-C22). Como ya ocurrió en otro de los volúmenes derivados del mismo (La invención romántica de la Edad Media, Universidad de Sevilla, 2022) y en continuidad con aquellos planteamientos, también en esta ocasión el objetivo es integrar diversas perspectivas disciplinares que aborden las épocas, lugares y conceptos vinculados a la construcción de la historia y el canon literario, entendiendo que la renovación profunda de la visión historiográfica solo puede derivarse de este enfoque multidisciplinar.
El volumen se inicia con un capítulo introductorio a cargo de Mercedes Comellas sobre las «Direcciones y contornos del discurso historiográfico entre la Ilustración y el Romanticismo». La coordinadora del volumen repasa las visiones sobre la historia literaria que han emergido desde el último tercio del siglo pasado, cuando comienzan a aplicarse nuevos enfoques a la disciplina historiográfica. Subraya además la oportunidad de este estudio y apunta sus objetivos esenciales haciendo un recorrido por los contenidos de los distintos capítulos.
Tras estas páginas iniciales, el libro se divide en cuatro secciones. La primera, denominada Coordenadas: conceptos y límites, se centra en la conceptualización teórica de la historiografía literaria, su orientación actual y sus límites. El estado de la cuestión corre a cargo de Leonardo Romero Tobar, quien lleva a cabo un exhaustivo repaso y valoración de las publicaciones más recientes sobre los orígenes de la historia literaria española. Seguidamente, Rosa María Aradra hace una aproximación a «La poética y la retórica en las primeras historias literarias españolas», donde explora el papel que desempeñan la poética y la retórica en la formación de la historiografía literaria como disciplina, con el objetivo de indagar cómo se entrelaza la construcción de la historia literaria española con las transformaciones que tienen lugar en el ámbito disciplinar de la literatura. La sección concluye con la contribución de Santiago Pérez Isasi y su propuesta de (re)construcción de una historia literaria de ámbito ibérico que supere las limitaciones de las narrativas históricas nacionales homogeneizadoras y monolingüísticas, partiendo de las dificultades de la historiografía nacional para tratar la diversidad y complejidad de los fenómenos literarios y culturales en la península.
La segunda parte del volumen, titulada Contornos: caracterizaciones, periodos y voces, comienza con el capítulo de Edward Baker sobre «La larga marcha a la Edad Media: poesía y cultura nacional en el Siglo de las Luces», donde se aborda la creación de la Edad Media como periodo literario. Los dos capítulos siguientes se centran en la participación extranjera en las primeras reflexiones sobre historiografía literaria. Carmen Calzada Borrallo estudia la construcción de la historia de la literatura española por parte del primer hispanismo alemán, entre finales del XVIII y comienzos del XIX, a través de textos de Dieze, Bouterwek y Friedrich Schlegel que revelan el papel fundamental del nuevo historicismo en la revalorización de la literatura española dentro del marco europeo. Otra perspectiva extranjera es la de los viajeros por España, analizada por Manuel Contreras Jiménez, quien se detiene en la función de los libros de viaje que reservaron una sección a la historia literaria de España en la construcción del género historiográfico, teniendo en cuenta el diálogo entre autores españoles y extranjeros, así como el canon poético español que reflejaron los viajeros en sus escritos.
La tercera parte del volumen está dedicada a Las plumas: historiadores y literatos y presenta a algunos autores clave que configuraron las historias de la literatura española más ampliamente difundidas. Rodrigo Olay Valdés examina el caso de Manuel María Quintana en el capítulo dedicado a sus trabajos historiográficos. Observa en ellos una lectura interesada de la historia literaria española por parte de Quintana, en la que busca los aspectos que le resultan más interesantes como poeta y que, en última instancia, convergen en su propia obra. A partir del Resumen histórico de la literatura española, de Antonio Gil y Zárate, Xavier Andreu Miralles se ocupa de analizar el tratamiento que en la construcción historiográfica romántica recibe el sustrato árabe de la literatura y la cultura peninsular. El tercer autor examinado en esta sección es Alcalá Galiano, a quien Raquel Sánchez dedica un capítulo sobre sus Lecciones del Ateneo de Madrid. La autora analiza la contribución de Alcalá Galiano a la historiografía literaria de su época, así como su visión acerca de la formación de las literaturas nacionales, interpretadas en un sentido más cultural y antropológico que político. La sección concluye con el capítulo de Mercedes Comellas sobre «la historia como estrategia y argumento de las nuevas poéticas», donde examina la aplicación de la nueva visión histórica que surge con el declive de la poética clasicista; según ejemplifica a través de tres importantes manifiestos románticos, el poeta moderno, percibido como resultado de una movilidad temporal, usa del imaginario histórico y narrativo para trazar una evolución de la poesía que culmina en la suya propia, generando una especie de historiografía romántica de autor.
La última sección, titulada Personajes: el Cid, comprende un único y extenso capítulo que dedica Isabel Román Gutiérrez a las diversas valoraciones de la figura del Cid, su significado y su representación literaria. Este minucioso análisis abarca desde el siglo XVIII, con los inicios de la transformación del Cid en protagonista de la recuperación del pasado histórico y cultural que respaldó la construcción de la nación, hasta su revalorización, canonización y desmitificación en el siglo XIX, concluyendo con algunos apuntes sobre el siglo XX que se alargan incluso hasta la actualidad.
En suma, el libro asume el propósito común de abordar el papel de la historiografía literaria en la construcción nacional de España entre los siglos XVIII y XIX, adquiriendo una unidad que se explicita en el capítulo introductorio de Mercedes Comellas, donde también es posible reconocer una herencia investigadora común de la que parten los distintos ensayos: los trabajos de los ya mencionados Romero Tobar, Pozuelo Yvancos o Urzainqui. No obstante, dicha unidad de propósito se articula con un análisis multidisciplinar desde varias perspectivas: la historia, la teoría literaria, el comparatismo o los estudios ibéricos, entre otros marcos metodológicos presentes en el libro, contribuyen a presentar el objeto de estudio en su natural complejidad y ahondar en sus múltiples dimensiones: desde la teoría literaria, el trabajo de Aradra Sánchez amplía una trayectoria particular enfocada en deslindar los procesos que entre el siglo XVIII y XIX permitieron evolucionar la poética y retórica hacia la historia literaria y los cánones nacionales; mientras Pérez Isasi plantea el estudio de aquellos fenómenos desde el marco ibérico, categoría cultural y geográfica en la que se viene insistiendo en las últimas décadas desde múltiples frentes. Las finas aportaciones de Andreu Miralles y Sánchez desde la disciplina histórica enriquecen notablemente la panorámica, pues la historiografía literaria se relaciona con los fenómenos políticos y sociales decimonónicos implicados en la consolidación de las identidades nacionales, tanto en Europa como en España. De hecho, la apertura a un marco europeo e internacional puede considerarse otra de las virtudes del libro, que se aleja así de cualquier localismo limitante y simplificador, como se puede apreciar en los trabajos de Comellas, Contreras, Baker o Calzada.
En definitiva, Literatura para construir la nación, como continuación de los esfuerzos investigadores de las últimas décadas, viene a revitalizar los estudios de historia literaria en el ámbito hispánico y conectarlos con los últimos avances teóricos en distintos campos. El volumen consigue alcanzar así los objetivos propuestos, brindando una visión muy completa del asunto a través de los estudios aquí recopilados, que, sobre el rigor y solidez de sus propuestas, incorporan de añadidura la exploración en nuevas direcciones historiográficas muy sugerentes para la investigación futura y el progreso de este campo de estudio.