INTRODUCCIÓN
⌅La consagración de un escritor requiere el reconocimiento del valor estético de su obra por agentes distintos al artista mismo (Bourdieu 1996Bourdieu, Pierre. 1996. The Rules of Art: Genesis and Structure of the Literary Field. Standford: Standford University Press., 502). Cabe distinguir analíticamente dos formas de reconocimiento –que este sociólogo llama capital simbólico para equipararlo a otras formas de capital (social, económico, etc.)– según quien sea el agente legitimador (Lang y Lang 1988Lang, Gladys Engel y Kurt Lang. 1988. «Recognition and Renown: The Survival of Artistic Reputation». American Journal of Sociology, 94(1): 79-109. Accesible en: https://www.jstor.org/stable/2781023). En primer lugar, la auctoritas o el prestigio entre los pares, la estima de otros individuos del mismo sector cultural o el reconocimiento profesional otorgado por los colegas artistas; en términos de Bourdieu (1983Bourdieu, Pierre. 1983. «The field of cultural production, or: The economic world reversed». Poetics, 12: 311-356. Accesible en: 10.1016/0304-422X(83)90012-8, 331-332), la legitimidad específica. En segundo lugar, la notoriedad o visibilidad social, que implica un reconocimiento más allá de los círculos sociales en los que se mueve el artista y se mide por lo bien que se conoce a una persona fuera de su círculo artístico. La notoriedad depende de la publicidad que proporcionan la crítica, la promoción comercial, los premios, etc. (Lang y Lang 1988Lang, Gladys Engel y Kurt Lang. 1988. «Recognition and Renown: The Survival of Artistic Reputation». American Journal of Sociology, 94(1): 79-109. Accesible en: https://www.jstor.org/stable/2781023, 84-85) y se refleja en la presencia en los medios de comunicación (entrevistas, reseñas, noticias, etc.).
Puesto que la notoriedad de un personaje es habitualmente lo que justifica que se le dediquen artículos necrológicos, estos textos se pueden considerar de algún modo un índice de la visibilidad lograda en vida. En este sentido, cabe pensar que en general las necrológicas de un escritor suelen certificar una consagración alcanzada en vida, pero no son necesariamente un medio de consagración. Para averiguar si es posible que este género textual asuma una función consagradora en el ámbito de la literatura, habría que analizar el caso de un escritor en quien confluyan diversas circunstancias: (i) que en vida no alcanzara notoriedad –y, por tanto, no fuera merecedor de especial atención en el momento de fallecer–, (ii) que, en cambio, tuviera un prestigio notable entre sus pares, (iii) que esos pares tuvieran autoridad suficiente para consagrarlo, y (iv) que efectivamente se propusieran reivindicar su figura a través de obituarios con vistas a su incorporación al canon.
Para explorar la capacidad consagradora de las necrológicas –es decir, la posibilidad de que se dediquen obituarios a alguien no porque sea un personaje sino para que lo sea– analizaremos las dedicadas al escritor Carlos Pujol (Barcelona, 1936-2012), poeta, novelista, ensayista, crítico literario y traductor, y durante casi cuarenta años jurado del premio Planeta. Con fama de «escritor casi secreto» (Valentí Puig, a)1
Lo que está en juego en los obituarios es el proceso de construcción de la imagen póstuma del escritor, que refleja la recepción y reelaboración de la imagen de autor que él forjó de sí mismo a través de sus textos –el ethos autorial (Amossy 2009Amossy, Ruth. 2009. «La double nature de l’image d’auteur». Argumentation et Analyse du Discours 3: 1-16. Accesible en: 10.4000/aad.662, 2)– y también de su postura, entendida como la manera singular de ocupar una posición en el espacio literario (Meizoz 2007Meizoz, Jérôme. 2007. Postures littéraires. Ginebra: Slatkine., 18). Se abordará, pues, desde la perspectiva del análisis del discurso y de la argumentación, la imagen del escritor fallecido que presentan las necrológicas, así como la argumentación que se elabora para reivindicar un reconocimiento póstumo. Esta argumentación requerirá de los autores de los obituarios, por una parte, el despliegue de una estrategia de autolegitimación como agentes de dicha consagración y, por otra, una reflexión tanto sobre los motivos por los que el escritor no fue reconocido previamente, como sobre las razones por las que consideran que merece ser consagrado.
El reconocimiento público de Carlos Pujol, ¿una cuestión pendiente?
⌅Carlos Pujol falleció de forma repentina el 16 de enero de 2012 en su ciudad natal, Barcelona, a los setenta y cinco años de edad, a causa de un derrame cerebral. Por la mañana había ido a su despacho en la editorial Planeta, de la que era asesor literario desde los años sesenta y jurado del premio Planeta desde 1972. También seguía en activo como escritor y meses antes había publicado su decimocuarta novela –Los fugitivos (Menoscuarto, 2011)– y el también decimocuarto poemario, El corazón de Dios (Cálamo, 2011). Además había sido traductor y editor, y autor de libros de aforismos, de ensayos sobre Balzac, Voltaire y Saint-Simon, así como de varias recopilaciones de críticas literarias sobre la literatura francesa y anglosajona2
En las necrológicas de Pujol, a menudo se hace alusión a la poca notoriedad que tuvo en vida y se formula el deseo de que abandone la sombra para ser más y mejor conocido, con expresiones que quieren implicar al lector («fuimos algo ingratos», «deberíamos conjurarnos»)3
Nadie olvidará a una persona tan verdaderamente única, pero quiero creer que ahora empezarán a leer y comprender a un escritor único
(Pere Gimferrer, a).
Tan sólo con la mitad de su obra narrativa o poética, no pocos se hubiesen creído con derecho vitalicio a una habitación con jacuzzi en el Parnaso, pero él seguía siendo Carlos Pujol y ahora, con su muerte, si es que hacía falta, nos damos cuenta de que eso era muchísimo. Un escritor casi secreto, un maestro, un portento de finesse. Y, por decirlo así, finesse oblige. Si cometió algún exceso, fue de integridad. Todos, se diría que sin excepción, fuimos algo ingratos con Carlos Pujol
(Valentí Puig, a).
Quienes tuvimos la inmensa fortuna de tratarlo y disfrutar de su amistad no podremos olvidarle nunca, pero dado lo mucho que hemos aprendido de él y el disfrute que nos han proporcionado sus obras, deberíamos conjurarnos para que su nombre abandone definitivamente esa clandestinidad que él tanto apreciaba4
(Fernando Valls).
Dada la posibilidad de que lamentar que el difunto no hubiera gozado de mayor éxito no sea más que un tópico del género necrológico, veamos algunos datos que puedan aclarar si esta insistencia en la falta de notoriedad de Pujol tiene una base objetiva o al menos objetivable (teniendo en cuenta que la notoriedad es un concepto relativo y que hablamos de alguien que publicó unos ciento cincuenta libros, entre traducciones y obra propia). La cuestión merece más espacio del que aquí cabe darle, pero la abordamos brevemente tomando como referencia los parámetros analizados por Dubois y François (2013Dubois, Sébastien y Pierre François. 2013. «Career paths and hierarchies in the pure pole of the literary field: The case of contemporary poetry». Poetics, 41(5): 501-523. Accesible en: 10.1016/j.poetic.2013.07.004, 504).
La falta de premios y otros galardones por parte de las instituciones culturales es la prueba más tangible de la ausencia de reconocimiento público de Pujol, pues solo ganó el Premio Villa de Martorell (1998), por el poemario Fragmentos del Libro de Job. Su único galardón fue este premio de ámbito local, al que se presentó por la insistencia de los organizadores. Pujol no solía presentarse a premios y tampoco fue galardonado con aquellos en los que no es el autor quien se postula, como en los Premios Nacionales de Literatura, para el que en 1988 fue nominado por la novela Jardín inglés5
Según Dubois y François (2013Dubois, Sébastien y Pierre François. 2013. «Career paths and hierarchies in the pure pole of the literary field: The case of contemporary poetry». Poetics, 41(5): 501-523. Accesible en: 10.1016/j.poetic.2013.07.004), el factor clave de la notoriedad de un poeta contemporáneo en Francia es el prestigio de las editoriales donde publica. En el caso de Pujol, es llamativa su preferencia por editoriales literarias –frente a las de perfil más comercial, como Planeta, donde trabajaba– y de ciudades como Pamplona (Pamiela), Palencia (Menoscuarto/Cálamo) y Granada (Comares/La Veleta), pese a que vivía en el epicentro editorial en español, Barcelona6
En cuanto a la recepción por parte de la crítica, según los datos de la bibliografía sobre Pujol (Vallès-Botey 2017bVallès-Botey, Teresa. 2017b. «Bibliografía sobre Carlos Pujol». Ínsula. Revista de Letras y Ciencias Humanas, 849 (número monográfico: Carlos Pujol, humanista contemporáneo): 49-55. Accesible en: 10.5281/zenodo.3244322), al publicarse entre 1987 y 2011 sus catorce libros de poesía fueron objeto de una media de tres reseñas en la prensa (tres de sus poemarios recibieron una sola reseña) y los catorce libros de narrativa, una media de 8,7 reseñas. De estos datos se puede inferir que Pujol no era un desconocido en los círculos literarios, pero tampoco un autor de éxito. Otro dato significativo de su escasa notoriedad es que solo se ha traducido una obra suya (el poemario Versos de Suabia, traducido al italiano)7
La presencia en la vida literaria es otro factor clave de la notoriedad, pero la voluntad de Pujol fue mantenerse en la medida de lo posible al margen. Señala el periodista cultural Sergi Doria que en la cena de gala donde se otorgaba el premio Planeta, «cada año reencontrábamos su elegancia incólume y el afán de permanecer al abrigo, cigarrillo en mano, de los reflectores sociales. Poeta, editor, traductor, crítico y novelista, Pujol no gustaba de la vanidad: la única pasión por la que se dejaba llevar era la escritura».
Finalmente, en cuanto a los libros de historia de la literatura, Pujol es mencionado en dos ocasiones. La primera es la Historia y Crítica de la Literatura Española. Los Nuevos Nombres: 1975-2000 (Crítica, 2000) editada por Jordi Gracia. Precisamente este catedrático de Literatura Española señala en su artículo necrológico que «si me dejan una confidencia pertinente, entre los propósitos más firmes de Domingo Ródenas y yo al redactar nuestra Derrota y restitución de la modernidad estuvo destacar la valía del escritor muy por encima de su invisibilidad usual»8
Antecedentes y estado de la cuestión
⌅Dado que el tema que nos ocupa es la necrología como medio de consagración literaria, para este estado de la cuestión se presentan, en primer lugar, las aportaciones recientes sobre este género textual y, a continuación, sobre el proceso de consagración de escritores.
La dimensión periodística del género necrológico ha sido abordada desde la perspectiva de las Ciencias de la Información y la Comunicación. El interés se centra a menudo en el impacto en las necrológicas de la perspectiva ideológica de cada cabecera. Así, De la Fuente (2017De la Fuente, Alejandro. 2017. «Hacia una definición del obituario en la prensa española. El caso de El País». Índex comunicación, 7(1): 45-70. Accesible en: https://indexcomunicacion.es//index.php/indexcomunicacion/article/view/265) se propone analizar la agenda y el encuadre (framing) que realiza El País en su labor de selección, jerarquización e interpretación de los obituarios. González Requena (2019González de Requena, Juan Antonio. 2019. «La muerte de Baudrillard no ha tenido lugar. Análisis de obituarios en tres diarios españoles». Revista Chakiñan, 7: 70-83. Accesible en: https://www.redalyc.org/journal/5717/571763649006/html/) analiza los obituarios de Jean Baudrillard publicados en tres diarios españoles (ABC, El Mundo y El País) y concluye que la construcción de la noticia resulta modelada por los marcos ideológicos de los distintos medios, como si hubieran fallecido intelectuales diferentes. Francescutti (2019Francescutti, Luis Pablo. 2019. «El panteón de papel: élites tradicionales y cultura de masas en las necrológicas españolas». Estudios sobre el Mensaje Periodístico, 25(3): 1403-1419. Accesible en: 10.5209/esmp.66994) se centra en el perfil social de los finados a partir de las variables de género, nacionalidad y estatus profesional, y analiza las rutinas de producción de los obituarios en la prensa y las estrategias editoriales implícitas en tres periódicos españoles (La Vanguardia, El País, ABC), con el objetivo de ahondar en el conocimiento de este género periodístico y sondear en qué medida los obituarios expresan los valores de periodistas y editores. Observa que los obituarios de escritores y poetas representa el 10,3 % del total, por delante de los políticos (9,6 %) y solo por debajo de los artistas (28,1 %) y considera que la adscripción de los periodistas a la cultura letrada podría explicar, en parte, la atención prestada a los escritores (2019Francescutti, Luis Pablo. 2019. «El panteón de papel: élites tradicionales y cultura de masas en las necrológicas españolas». Estudios sobre el Mensaje Periodístico, 25(3): 1403-1419. Accesible en: 10.5209/esmp.66994, 1413-1415). Pardo (2015Pardo González-Nandín, Eduardo. 2015. La necrológica, un género periodístico vivo: La muerte como noticia a través de los diarios El País y El Mundo. Universidad de Sevilla. Tesis Doctoral. Accesible en: http://hdl.handle.net/11441/38617) rastrea los antecedentes literarios de la necrológica en la poesía elegíaca española y señala las estructuras, los recursos y las modalidades estilísticas del género necrológico a partir del análisis de ejemplos de El País y El Mundo.
En Sociología de la Ciencia, otros autores han abordado las notas necrológicas y los elogios fúnebres publicados en revistas especializadas de un determinado ámbito de conocimiento, como la filosofía (Fernández 2015Fernández, Cristina Beatriz. 2015. «La construcción de la imagen del intelectual en las notas necrológicas de la Revista de Filosofía». Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos, 60: 187-206. Accesible en: http://ref.scielo.org/hs55hd) o la cienciometría (Piumbato et al.2021Piumbato Innocentini Hayashi, María Cristina, Alexandre Masson Maroldi y Carlos Roberto Massao Hayashi. 2021. «Obituarios académicos y homenajes póstumos: legados científicos para el campo de la Cienciometría». Revista General de Información y Documentación, 31(1): 369-394. Accesible en: 10.5209/rgid.76967). En ambos casos se destaca la proximidad intelectual entre el fallecido y quien firma el obituario, pues en estos textos se produce una apropiación simbólica de ciertas figuras, mediante un uso selectivo de los datos de su trayectoria vital que lleva a rescatar determinadas facetas por razones de afinidad intelectual (Fernández 2015Fernández, Cristina Beatriz. 2015. «La construcción de la imagen del intelectual en las notas necrológicas de la Revista de Filosofía». Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos, 60: 187-206. Accesible en: http://ref.scielo.org/hs55hd, 6).
Otra perspectiva digna de tener en cuenta es el Análisis del Discurso, con aportaciones del ámbito académico francés como los monográficos Annoncer la mort y Évoquer la mort coordinados por Rabatel y Florea en la revista Questions de Communication (2011Rabatel, Alain y Marie-Laure Florea. 2011. «Annoncer la mort» y «Évoquer la mort». Questions de Communication, 19 y 20. Accesible en: https://journals.openedition.org/questionsdecommunication/328, 19 y 20), en los que se analiza la manera de comunicar la muerte en la prensa, en televisión y portales y redes sociales como Facebook. El hilo conductor es la reflexión sobre el tabú de la muerte desde el punto de vista filosófico, psicoanalítico, histórico y antropológico. Mediante el análisis de discursos en los que se anuncia la muerte (en textos necrológicos y noticias sobre catástrofes, guerras, genocidios, sobre la eutanasia, el suicidio, etc.) se proponen comprobar si esos discursos son testimonio del compromiso de quienes rinden culto a los muertos (Rabatel y Florea 2011Rabatel, Alain y Marie-Laure Florea. 2011. «Annoncer la mort» y «Évoquer la mort». Questions de Communication, 19 y 20. Accesible en: https://journals.openedition.org/questionsdecommunication/328, 24). Por su parte, Florea (2015Florea, Marie-Laure. 2015. Les nécrologies dans la presse française contemporaine: une analyse du discours. Université Lyon 2. Tesis Doctoral. Accesible en: http://www.theses.fr/2015LYO20122#) analiza un corpus de 581 necrológicas publicadas en abril y mayo de 2006 en la prensa francesa y observa, entre otras cosas, que la necrológica permite al autor del texto construir una imagen de sí mismo retratando al fallecido, con quien a menudo tiene un ethos compartido (57).
De lo dicho hasta aquí se desprenden tres conclusiones: por una parte, se produce una apropiación de la figura del finado por parte de las diversas instancias implicadas (periódicos, revistas, autores de los textos y, en último término, la sociedad). Por otra parte, esa apropiación es más acusada cuando el autor del artículo necrológico es un colega del fallecido que de algún modo evalúa su legado y lo comparte. En tercer lugar, la posible capacidad consagradora de las necrológicas no ha sido expresamente explorada en la bibliografía mencionada, pues el perfil habitual del obituariado es un personaje ilustre, cuyas necrológicas certifican una consagración lograda en vida.
El proceso de consagración de miembros de una sociedad es un tema clave de la Sociología de la Cultura. Bourdieu (1992Bourdieu, Pierre. 1992. Les Règles de l’art. Genèse et structure du champ littéraire. París: Seuil., 333) señala que comprender el proceso de canonización que lleva a la institucionalización de los escritores requiere un análisis de las diferentes formas que el panteón literario ha ido adquiriendo en cada época, las diferentes listas de premiados presentadas tanto en los documentos –manuales, antologías, etc.–, como en los monumentos –retratos, estatuas, bustos o medallones de grandes hombres, etc.–. Entre los agentes de la consagración destacan las instituciones específicas del ámbito cultural como academias, museos, sociedades y también el sistema educativo (Bourdieu 1993Bourdieu, Pierre. 1993. The Field of Cultural Production. Columbia: Columbia University Pres., 121), siendo este último quien tiene la última palabra, pues solo póstumamente otorga la señal infalible de consagración que supone la elevación de obras a clásicos mediante su inclusión en el currículum (123). Advierte Bourdieu (121) que en el proceso de consagración también intervienen otros agentes menos institucionalizados como círculos literarios o de críticos, salones, pequeños grupos alrededor de un autor famoso o vinculados a una editorial o una revista, y que también un escritor consagrado tiene autoridad para consagrar y conseguir la aprobación cuando consagra un autor o una obra mediante un prefacio, una reseña favorable, un premio, etc. (42). No menciona las necrológicas entre los medios disponibles para una consagración póstuma.
Más recientemente, Dubois y François (2013Dubois, Sébastien y Pierre François. 2013. «Career paths and hierarchies in the pure pole of the literary field: The case of contemporary poetry». Poetics, 41(5): 501-523. Accesible en: 10.1016/j.poetic.2013.07.004) analizan el proceso de construcción del reconocimiento en el ámbito de la poesía francesa. Según el análisis estadístico realizado, de todas las herramientas que suelen utilizarse para evaluar la reputación de los poetas, el factor decisivo es el estatus de sus editores (519), por delante de otros elementos también relevantes como la mención de la crítica, la recepción académica, los premios y reconocimientos recibidos, la presencia en las redes artísticas y/o sociales, y la mención en los libros de historia de la disciplina (504). Por su parte, Sapiro (2016Sapiro, Gisèle. 2016. «The metamorphosis of modes of consecration in the literary field: Academies, literary prizes, festivals». Poetics, 59: 5-19. Accesible en: 10.1016/j.poetic.2016.01.003) aborda la evolución histórica del papel de diversas instancias del sistema literario francés en la consagración de los autores: la Academia Francesa, las sociedades de autores y de editores, las revistas literarias, los premios literarios, la traducción y difusión internacional, y, más recientemente, los festivales literarios. Destaca que el ámbito literario se caracteriza por la multiplicidad de grupos u organismos específicos más o menos institucionalizados que poseen una autoridad consagratoria o autolegitimadora: academias, cenáculos (o camarillas literarias), revistas, sociedades de amigos de un autor fallecido, grupos de vanguardia, etc., incluyendo el sistema educativo, que participa significativamente en la consagración póstuma de los autores (5-6).
La reflexión sociológica sobre el proceso de consagración literaria ha aportado, pues, un marco de comprensión de este fenómeno y una visión global de los agentes y los medios por los que se otorga el reconocimiento institucional. En relación con la consagración póstuma de un autor, se señala al sistema educativo como agente principal y definitivo de la consagración, y no se menciona el papel que puedan tener las necrológicas.
Metodología y corpus
⌅Para esta investigación se ha constituido el Corpus de Necrológicas de Carlos Pujol (CNCP), que consta de 23.336 ocurrencias correspondientes a treinta y cuatro artículos (Fig. 1) publicados en 2012 en medios de comunicación españoles con ocasión del fallecimiento de Carlos Pujol, en los que se anuncia la muerte del escritor y se caracteriza su figura. Son necrológicas desde el punto de vista del análisis del discurso, pero no pertenecen necesariamente al género periodístico del obituario. La necrológica, en análisis del discurso, es un artículo de prensa que aparece con motivo de la muerte de una personalidad para recordar los momentos importantes de su vida (Florea 2015Florea, Marie-Laure. 2015. Les nécrologies dans la presse française contemporaine: une analyse du discours. Université Lyon 2. Tesis Doctoral. Accesible en: http://www.theses.fr/2015LYO20122#, 34), concepto que es más amplio que la necrológica como género periodístico. Desde el punto de vista de los géneros periodísticos, los artículos publicados con motivo del fallecimiento de un escritor son a veces un obituario periodístico prototípico, pero otras se aproximan a otros géneros periodísticos (o se hibridan con ellos) como la noticia, el artículo de opinión, el reportaje o incluso la reseña.
La mayor parte de estos artículos procede del Fondo Personal Carlos Pujol de la Universitat Internacional de Catalunya (www.carlospujol.es), que contiene el archivo personal del escritor y otros documentos posteriores relativos a su figura. Las necrológicas fueron conservadas por la familia del escritor y donadas a la universidad juntamente con el resto del archivo9
De los treinta y cuatro textos del corpus, veinte se publicaron en la prensa diaria (o en medios de información generalista) y catorce en revistas culturales. Dos de estas revistas (Mercurio y Fábula) dedicaron un homenaje a Pujol con múltiples artículos, firmados en algunos casos por autores de necrológicas publicadas en la prensa. Teniendo en cuenta también que otros autores escriben más de un texto, el número de firmas distintas es veintisiete10
ANÁLISIS DE LAS NECROLÓGICAS DE CARLOS PUJOL
⌅Impacto mediático
⌅De los treinta y cuatro artículos del Corpus de Necrológicas de Carlos Pujol, catorce se publicaron al día siguiente del fallecimiento del autor y los demás en los meses siguientes. En la medida en que se confirme la hipótesis de la función consagradora de estos artículos, dichos medios habrán sido agentes del reconocimiento público, juntamente con los autores de los textos. Los artículos de la prensa diaria se publicaron mayoritariamente en la sección de Cultura –por tanto, vinculados al sector profesional del difunto y dirigidos específicamente al lector interesado en este ámbito–, y en cinco casos aparecieron en la sección de obituarios de periódicos que disponen de ese espacio específico (dos en El País y en La Vanguardia, uno en El Mundo).
Así pues, el fallecimiento del autor no pasó desapercibido. El 18 de enero de 2012 la noticia apareció en seis periódicos de ámbito nacional (El País, ABC, La Razón, La Vanguardia, El Mundo, El Periódico), y ocupó página entera en tres medios (El País, Alba, La Gaceta) y doble página en otro (La Razón). En algunos periódicos se publicó más de un artículo, en concreto cuatro en El País (dos en la fecha señalada y otros dos más adelante), tres en ABC (dos en esa fecha y otro posteriormente), tres en La Razón (todos, el 18 de enero) y tanto en La Vanguardia como en El Punt Avui aparecieron dos artículos (uno ese día y otro más adelante). Estas necrológicas se publicaron en un total de quince medios de comunicación distintos.
Los estudios realizados por Florea (2015Florea, Marie-Laure. 2015. Les nécrologies dans la presse française contemporaine: une analyse du discours. Université Lyon 2. Tesis Doctoral. Accesible en: http://www.theses.fr/2015LYO20122#) y Francescutti (2019Francescutti, Luis Pablo. 2019. «El panteón de papel: élites tradicionales y cultura de masas en las necrológicas españolas». Estudios sobre el Mensaje Periodístico, 25(3): 1403-1419. Accesible en: 10.5209/esmp.66994) nos dan un punto de referencia para valorar estos datos. Florea (2015Florea, Marie-Laure. 2015. Les nécrologies dans la presse française contemporaine: une analyse du discours. Université Lyon 2. Tesis Doctoral. Accesible en: http://www.theses.fr/2015LYO20122#, 331) constata que en un corpus de 581 necrológicas publicadas en la prensa francesa en abril y mayo de 2006, de los 175 personajes fallecidos solo a siete se les dedicó una necrológica en once o más periódicos distintos, es decir, el 4 % del total.
En el ámbito español, Francescutti (2019Francescutti, Luis Pablo. 2019. «El panteón de papel: élites tradicionales y cultura de masas en las necrológicas españolas». Estudios sobre el Mensaje Periodístico, 25(3): 1403-1419. Accesible en: 10.5209/esmp.66994, [1410]) analiza los 444 obituarios publicados en El País, ABC y La Vanguardia entre mayo y julio de 2016, y observa que sesenta y seis corresponden a los veintidós personajes que tuvieron necrológica en los tres periódicos. Es decir que solo un 14,8 % de los fallecidos fue recordado simultáneamente por los tres medios. Este bajo porcentaje de coincidencia se explica porque cada cabecera selecciona quién merece un obituario en función su propio perfil ideológico, muy distinto en el caso de los tres periódicos mencionados (de izquierdas el primero, conservador el segundo, y de centroderecha y catalán el tercero). En el corpus de Francescutti (a quien agradecemos el acceso a estos datos), solo cuatro escritores merecieron un obituario de forma unánime: Agustín Fernández Paz, escritor español en lengua gallega, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil; el dramaturgo inglés Sir Arnold Wesker; el novelista y poeta sueco Lars Gustaffson, y Yang Jiang, escritora china y traductora del Quijote.
Teniendo esto en cuenta, cabe señalar que Carlos Pujol pertenece a la minoría de personajes capaces de generar una rara unanimidad entre El País, ABC y La Vanguardia, y también con otros medios como El Mundo, El Periódico y La Razón, y eso sin haber ganado ningún premio literario relevante ni ser un personaje conocido por el gran público. Dicho de otro modo, el impacto mediático del fallecimiento de Pujol es más una excepción que la regla general, por lo que habrá que averiguar los motivos.
Perfil de los autores de las necrológicas
⌅Los veintisiete autores de los artículos necrológicos son –junto con los quince periódicos y revistas implicados– quienes, según nuestra hipótesis, asumen la reivindicación del escritor finado. Interesa conocer, por una parte, su perfil profesional para saber si pueden ejercer tal función dentro del sistema literario y, por otra, cómo se posicionan dentro del texto, la imagen de sí o ethos discursivo.
Perfil humano y profesional
⌅El perfil humano y profesional de los autores de las necrológicas es parte de su imagen previa o prediscursiva, entendida como la imagen que el auditorio se puede hacer del locutor antes de tomar la palabra (Amossy 2000Amossy, Ruth. 2000. L’argumentation dans le discours. Discourse politique, littérature d’idées, fiction. París: Nathan., 70). Su edad y lugar de nacimiento es un primer dato relevante, también por su posible condición de pares del fallecido (Fig. 2). Uno de cada cuatro –en concreto, siete de ellos (25,9 %)– se podría considerar de su misma generación, pues nació no más tarde de quince años después que Pujol. Todos son figuras conocidas del ámbito literario: Juan Eslava Galán, Pere Gimferrer, Juan Masoliver Ródenas, Valentí Puig, Alberto Blecua, Manuel Longares y José Manuel Lara Bosch. Otros dieciocho necrologistas (66,6 %) son entre dieciséis y cuarenta y cinco años más jóvenes que Pujol y representan de alguna manera la siguiente generación11
En un estudio sobre los factores que pudieron favorecer la reputación póstuma de los autores de grabados ingleses del siglo XIX, Lang y Lang (1988Lang, Gladys Engel y Kurt Lang. 1988. «Recognition and Renown: The Survival of Artistic Reputation». American Journal of Sociology, 94(1): 79-109. Accesible en: https://www.jstor.org/stable/2781023, 93) señalan que los artistas que mueren jóvenes o de forma repentina pueden dejar en el mundo del arte a personas que, conscientes de que la vida puede ser injusta, sienten la necesidad de algún tipo de conmemoración que marque la partida del artista. En este sentido, la súbita muerte de Pujol –a causa de un derrame cerebral a los 75 años de edad– cuando una parte de su generación está viva, es uno de los factores que pudo favorecer el impacto mediático de su fallecimiento.
En cuanto a la ciudad de nacimiento, coinciden con el fallecido once de los necrologistas (40,7 %). Algunos de los nacidos en otras poblaciones españolas en realidad viven en Barcelona desde hace décadas, por lo que cabe pensar que más o menos la mitad residen en la misma ciudad que el fallecido y, por tanto, tuvo ocasión de tratarlo personalmente. Según estos datos, la reputación de Pujol entre sus colegas era de nivel local y nacional (como se deduce también por el ámbito de los medios que difundieron las necrológicas y las editoriales donde publicó sus obras).
Un dato relevante para conocer el perfil de los necrologistas de Carlos Pujol es que veintitrés de ellos (85,1 %) son autores de libros de ficción o ensayo. Los únicos que no han publicado ningún libro son José Manuel Lara Bosch (empresario y dueño de la editorial Planeta, por tanto, alguien para quien nuestro escritor trabajó durante décadas), la periodista cultural Elena Hevia, el traductor Juan-Andrés Iglesias, y el crítico y editor Ignacio Garmendia (colega de Pujol en Planeta). Por tanto, incluso los que no han escrito libros tienen trayectoria profesional en el ámbito cultural: ninguno era completamente desconocido en el sector.
¿En qué medida son figuras reconocidas con autoridad para reivindicar la figura del finado? ¿Cuántos son personajes con visibilidad y reconocimiento en el ámbito de las letras? Aunque no es más que un indicio, cabe señalar que diecinueve de ellos (70,3 %) tienen una entrada propia en Wikipedia y, entre los que no la tienen, cuatro (14,8 %) figuran en webs del sector, como la Asociación de Escritores de Cataluña o el Portal del Hispanismo (Fig. 3). Dicho de otro modo, solo cuatro de ellos no tienen un perfil público como miembros del sector cultural, todos los demás tienen una imagen pública, que ellos controlan parcialmente.
En cuanto a su profesión, el perfil en la web refleja casi siempre más de una función dentro del abanico característico del sector cultural: escritor (poeta, novelista), ensayista, crítico literario, traductor, periodista, editor y profesor universitario. Las combinaciones posibles son casi infinitas: periodista y escritor (Valentí Puig, Ignacio Peyró); novelista y crítico literario (Rafael Reig); crítico literario, traductor, novelista y poeta (Juan Masoliver Ródenas); ensayista, crítico literario y catedrático de Literatura Española (Jordi Gracia), etc. Excepto el periodismo, todas ellas son ocupaciones que también ejerció Pujol, quien en Wikipedia es presentado como escritor, traductor, editor y crítico literario (y, como algunos de sus colegas, fue también ensayista y, durante años, profesor universitario).
Un último dato sobre los obituaristas es que, de acuerdo con la información de su perfil en la red, ocho de ellos (casi el 30 %) ha ganado cuatro o más premios literarios y trece (el 48 %) ha ganado al menos uno. Dado que los premios son un indicio del reconocimiento institucional, la mayor parte de los necrologistas están mejor situados que el fallecido, algunos muy claramente por delante, como Pere Gimferrer (veinticinco galardones, entre ellos el Premio Nacional de las Letras Españolas 1988), Andrés Trapiello (quince premios), David Castillo (nueve premios) o José Carlos Llop (cinco premios). No se trata de hacer un ranking, sino de constatar el contraste entre la ausencia de reconocimiento institucional de Pujol y el logrado por buena parte de los autores de las necrológicas.
El posicionamiento del emisor
⌅Hasta aquí los datos sobre los autores de las necrológicas ponen de manifiesto que son personajes reconocidos del ámbito cultural, y, en este sentido, gozan de legitimidad como agentes de una consagración literaria. Queda por ver lo más relevante: comprobar si ejercen esa potestad en estos textos y analizar con qué estrategias. El primer paso es caracterizar la posición enunciativa habitual del género necrológico y comprobar si el enunciador de las de Pujol tiene un perfil singular.
Lo que generalmente caracteriza la posición enunciativa en los artículos necrológicos es la neutralidad o borrado enunciativo, que es garantía de su credibilidad (Florea 2015Florea, Marie-Laure. 2015. Les nécrologies dans la presse française contemporaine: une analyse du discours. Université Lyon 2. Tesis Doctoral. Accesible en: http://www.theses.fr/2015LYO20122#, 24). Lo habitual en este género es un emisor que trata de aparentar neutralidad ante la figura del fallecido y que cumple con la función epidíctica propia del género recurriendo a datos objetivos que avalan su notoriedad: premios, cargos, éxitos o datos cuantificables (y, en todo caso, a fuentes de autoridad externas: declaraciones de terceros). Un ejemplo de emisor con un posicionamiento neutro es la necrológica publicada en El Mundo por Rafael Vallbona en la sección de obituarios el 18 de enero de 2012. El título –«Alma del Premio Planeta»– es de por sí elocuente de la perspectiva adoptada, pues aquí lo noticiable no es el fallecimiento de un escritor (que algunos consideran injustamente en la sombra), sino de un jurado clave del premio Planeta12
Si el Premio Planeta es hoy lo que es, ello es debido a la impronta que le dio el fundador del grupo, José Manuel Lara Hernández, y al trabajo del crítico, escritor y erudito Carlos Pujol (Barcelona, 1936). Lo que el padre Lara hizo con el Planeta en la vertiente comercial, Pujol lo hizo en la literaria durante 40 años, desde 1972 hasta ayer, cuando falleció repentinamente por un derrame cerebral a la edad de 75 años.
Como todos los sabios, Carlos Pujol era un hombre discreto que mesuraba sus palabras. Esta característica personal y su ingente erudición resultaron fundamentales para la consolidación y el prestigio literario del Planeta, del cual fue miembro del jurado desde 1972 y secretario a partir de 2006
(Vallbona 2012).
La principal cualidad de la imagen de autor que este texto forja es la erudición (se repiten adjetivos como erudito, sabio, ilustrado...), rasgo que se asocia a otras facetas del fallecido que se destacan: su condición de prologuista y traductor.
Y es que Carlos Pujol era, por encima de todo, un personaje propio de la Ilustración que ponía su sabiduría al servicio de las labores editoriales. Apenas hay algún clásico publicado por Planeta que no contenga un prólogo o estudio redactado por él. Además firmó más de 40 traducciones de Balzac, Stendhal, Baudelaire, Tournier e incluso Simenon. Todo ello casi escondido tras sus gruesas gafas, esquivando cualquier tipo de notoriedad pública y respondiendo con delicada ironía las, a menudo, impertinentes preguntas de los periodistas ávidos de conocer todos los recovecos de las decisiones del jurado de los premios
(Vallbona 2012).
Otros rasgos asociados en este artículo a la imagen de Pujol son su voluntad de apartarse de la notoriedad pública («casi escondido», «esquivando...») y su ironía. Nada de lo dicho puede interpretarse a favor de la visión de Pujol como un autor notable y todavía menos de la necesidad de consagrarlo como tal. De hecho, aunque se menciona que es escritor, su trayectoria literaria merece solo un adjetivo, fecunda, y un último párrafo, informativo y escueto.
La novela Los fugitivos y el poemario El corazón de Dios fueron los últimos títulos de su fecunda carrera literaria. Catorce títulos entre cuentos y novelas –entre las que destaca Jardín inglés (1987)–, otros tantos de poesía y una decena de textos ensayísticos forman su obra
(Vallbona 2012).
Lo llamativo del Corpus de Necrológicas de Carlos Pujol es que este posicionamiento enunciativo neutro, propio del género, no es el más frecuente. La neutralidad no es respetada siquiera en todos los artículos firmados por miembros de la redacción de los periódicos, que son los que con más motivo se podría esperar que lo hicieran, puesto que no escriben por su condición de pares o allegados del difunto. Las citas siguientes son algunos ejemplos de las señales explícitas dejadas por el enunciador de un posicionamiento no imparcial (por la mención de la propia condición de amigo o colega, por la expresión de sentimientos de pesar, admiración, etc.), señales que con Eemeron (2022Eemeren, Frans van. 2022. «Characterising an MEP’s argumentative style. Mr. Schlyter’s contribution to the debate on labelling fruit juices». Journal of Argumentation in Context, 11(1): 6-26. Accesible en: 10.1075/jaic.21020.eem) podemos llamar expresiones de compromiso o implicación personal de quien defiende un argumento13
En pocos meses se han ido dos de mis mejores amigos: Sergio Beser y Carlos Pujol. [...] Y los amigos, y, en particular yo, [hemos perdido] un ser humano único tanto por sus valores intelectuales como por sus virtudes de bondad y cariño
(Alberto Blecua).
Es doble el dolor para los que le hemos conocido y, además, le hemos querido como gran intelectual y poeta
(David Castillo).14
Un gran escritor, un crítico lúcido y generoso, un maestro ilustrado y un amigo afectuoso y siempre dispuesto a ayudar
(Juan Eslava Galán).
Una de las cosas menos frecuentes en esta vida es encontrarte con personas a las que puedas querer, respetar y admirar a la vez. Yo tuve la suerte de que esto me sucediera con Carlos Pujol
(José Manuel Lara Bosch).
Mi tristeza no es sólo por el amigo perdido, lo es también por lo injusta que ha sido la sociedad literaria con su valiosa obra
(Juan Masoliver Ródenas).
Se trata de expresiones clave para entender la imagen de sí o ethos discursivo que el enunciador construye para lograr la eficacia de su discurso. Lo mismo se puede decir de otros casos en los que escritores más jóvenes agradecen públicamente a Pujol su papel de mentor15
Escribo estas palabras pensando que [Carlos Pujol] las está leyendo. En cierto modo no hay una sola página que haya escrito en los últimos treinta y tantos años que no la haya escrito pensando en él, y que él no haya leído, comentado, corregido. Y no han sido pocas
(Andrés Trapiello, a).
Carlos Pujol no dejó de responderme con sabios consejos a los inéditos que le fui mandando. [...] Ayudar, en la medida de mis posibilidades, a difundirla [la sabiduría de Pujol] es la mejor manera de homenajearla y agradecerla
(Enrique García-Máiquez, b).
Andando el tiempo, tuve la suerte de conocer a Carlos Pujol. Era mi amigo, aunque apenas nos hemos visto: teníamos una amistad epistolar. [...] Una amistad del siglo XIX, laboriosa, algo irónica y muy desigual: él era un maestro y yo un piernas, aunque me esforzara por aprender de él
(Rafael Reig).
Su muerte nos abandona a bastantes en cierta aspereza de soledad intelectual: por eso dejamos aquí constancia de su altura con este sencillo homenaje de reconocimiento y gratitud. Maestro Carlos Pujol, descanse en paz
(Ignacio Peyró, a).
Para cuantificar el posicionamiento enunciativo de los textos de nuestro corpus, hemos tenido en cuenta tres indicios de implicación que son marcas visibles de una posición comprometida del emisor: (i) la mención explícita de la propia condición de amigo o colaborador cercano, (ii) la expresión de sentimientos como tristeza, pesar, gratitud, admiración, etc. y (iii) la mención de anécdotas y recuerdos personales con el fallecido. En el eje horizontal de la Figura 4 se indican los veintitrés textos de las necrológicas (67,6 %), que presentan alguna de estas marcas de posicionamiento enunciativo no neutro.
Lo que podría explicar que el 67,6 % de las necrológicas de Pujol tenga un perfil de enunciador explícitamente comprometido es que, a falta de pruebas tangibles de la notoriedad del fallecido (por ausencia de premios y otras muestras de reconocimiento institucional, popularidad, éxitos comerciales, etc.), su estrategia es renunciar a la ilusión de neutralidad propia del género e implicarse abiertamente en la consagración de un par a quien consideran merecedor de reconocimiento y estima. Implicarse quiere decir aquí posicionarse explícitamente como un par del finado (como amigo, colega cercano, escritor, académico...) y avalar con su prestigio personal el mérito del legado de Pujol, de manera que se hace público el reconocimiento del círculo más cercano de colegas y amigos. Así pues, en estas necrológicas es crucial quién las firma y cómo se posiciona en el texto: un par del fallecido que es un actor del sistema literario con una trayectoria propia y que se sirve del obituario para contribuir al proceso de consagración del fallecido.
La reivindicación de pujol y el debate sobre su invisibilidad
⌅Motivos de la invisibilidad en vida del autor
⌅Teniendo en cuenta la doxa u opinión general de que la fama y el mérito suelen ir de la mano, argumentar a favor de la necesidad de reconocer el valor de un autor poco conocido requiere una doble estrategia: reflexionar sobre los motivos de esa inmerecida invisibilidad y mostrar la valía de su legado. El argumento implícito que se observa es que los factores que confluyen en la falta de notoriedad de Pujol no solo son ajenos la calidad de su obra literaria, sino que contribuyen a configurar un legado singularísimo. El punto de partida, por tanto, es denunciar lo que se considera una anomalía y reflexionar sobre sus causas.
Todos dicen –decimos– que [Carlos Pujol] es un estimable poeta que no goza del reconocimiento que merece. Ya lo he dicho. Y ahora intentaré explicar el porqué de esta rara unanimidad de juicio entre críticos de toda raya y condición
(Enrique García-Máiquez, a).
Para explicar la relativa invisibilidad de Pujol se apela, en primer lugar, a algunas circunstancias o factores externos, que ponen de manifiesto el desencuentro entre el autor y el sistema literario. «Su espacio en la literatura española de su tiempo –lamenta Carlos Llop– era un espacio que nunca llegó a comprenderse (es decir, a aceptarse) en toda su magnitud», situación que los autores de la necrológicas esperan revertir: «Espero que el tiempo lo sitúe en el lugar que se merece en la historia de la literatura española» (Luis Ramoneda). En este sentido, se señala la dificultad de la historiografía de dar razón de un escritor polifacético e inclasificable, y la poca receptividad de las instituciones ante un autor tardío, que no encaja en el estereotipo de joven promesa y que comienza a publicar cuando su generación hace tiempo que está forjada.
¿Qué impide el merecido reconocimiento al poeta Pujol? En parte, que empezó a publicar poesía muy tarde, pasada la cincuentena, para entonces las nóminas generacionales estaban cerradas a cal y canto16
(Enrique García-Máiquez, a).
Como apunta García-Máiquez, más importantes todavía son las razones de su invisibilidad que tienen que ver con las opciones personales y estéticas del autor, que muestran su falta de sintonía con los valores dominantes del sistema literario y contribuyen a forjar la imagen de Pujol como escritor solitario, de perfil independiente y sin el afán de protagonismo que se espera de quien aspira a la notoriedad. Es significativo que la discreción es el rasgo personal de Pujol que –junto con la erudición– se menciona más a menudo. Discreción que tiene la base humana de un carácter tímido, pero que sus pares perciben también como una opción personal, algo deseado.
Fue un hombre que parecía que había decidido pasar sin ruido, desapercibido por la vida
(José Manuel Lara Bosch).
El enjuto y casi quijotesco Carlos Pujol, que poseyó una discreción propia de los agentes secretos y una flema casi anglosajona. «Y soy de poco hablar / por eso escribo», dijo en uno de sus poemas
(Elena Hevia).
La discreción y el deseo de eludir la visibilidad ante el público a menudo se asocian a la modestia y la humildad del escritor: «toda esta grandeza humana y profesional la llevó con una modestia para mí no justificada» (José Manuel Lara Bosch), «humildad, sin duda injustificada, pero nunca falsa» (Enrique García-Máiquez, b), «Pujol llevaba su excelencia artística con una discreción absoluta y vivía de forma modesta y retirada» (Sam Abrams), «Se fue como vivió, discretamente, con humildad y silencio» (Juan Eslava Galán). Las necrológicas van construyendo así la imagen de Pujol como un personaje que procura evitar las intervenciones públicas que podrían haberle dado visibilidad.
[I]mpartir clases le hacía sentirse más incómodo de lo que nunca confesó (hablar en público le inquietaba: no leer las votaciones del [jurado del Premio] Planeta fue su única condición para ser el secretario)
(Carles Geli).
Carlos, que no gustaba demasiado del género mediático ni amaba los actos públicos –por eso dejó la Universidad–, era, sin embargo, el que mejor y con mejor retórica, culta, precisa, respondía a los periodistas y el que acudía a las entrevistas radiofónicas
(Alberto Blecua).
La discreción de Pujol como actor del sistema literario contribuye a configurar un perfil de escritor independiente, alérgico al gregarismo y ajeno a modas y tendencias. La expresión «al margen de» se repite una y otra vez:
«Fue un hombre con sentido de la independencia y la libertad que siempre se mantuvo al margen de las modas y de los políticos», declaró su hijo, el también editor Carlos Pujol
(David Castillo).
Un poeta que escribió con independencia y en soledad, al margen de grupos y de corrientes
(Manuel Ballesteros, b).
Carlos Pujol ha sido un trabajador constante y riguroso, autor de una obra variada y muy personal, al margen de modas y de grupos más o menos influyentes en el panorama cultural
(Luis Ramoneda).
Es significativo que en más de una ocasión los pares de Pujol defienden que de hecho optó por la invisibilidad, en la medida que no quiso entrar en el juego sucio de la lucha por la notoriedad en el sistema literario. Los autores de las necrológicas se alinean con los valores de Pujol que le hicieron mantenerse al margen de esa lucha.
Deliberadamente, hubo en Carlos Pujol algo de escritor secreto por no caer en las martingalas de un oficio que a menudo conduce, desde el encumbramiento advenedizo, al impudor y al ridículo
(Valentí Puig, b).
Vivió en y de él [del mundo editorial español] durante más de 50 años, sin contaminarse ni un átomo de nuestro pobre y desquiciado medio literario: «Hacer carrera, hacer la carrera», decía con sutil delicadeza y una media sonrisa, apartándose a un lado
(Andrés Trapiello, a).
Ciertamente, como escritor tardío, Carlos Pujol se mantuvo siempre distante del canibalismo de los poetas jóvenes y de los aperitivos de la vida literaria
(Ignacio Peyró, b).
De este modo, el hecho de no empecinarse por la visibilidad se convierte en prueba decisiva de la legitimidad y autenticidad de una vocación literaria ajena a intereses espurios. Según Valentí Puig, Pujol apuesta por la literatura por ella misma, sin estrategias oportunistas «Apostó por el estilo frente al sistema. Por la convicción frente a la ideología. Por la fidelidad frente a lo oportuno», lo cual merece el adjetivo de «insólito» en más de una ocasión.
Carlos fue, por encima de todo, un escritor de vocación insólita, no por la fama sino por el placer de escribir
(Alberto Blecua).
Se trata de una obra personalísima e insólita, como era personal e insólito el talante de su autor, alguien de quien podemos decir con justicia que vivió toda su vida por y para la literatura
(Pere Gimferrer, b).
De este modo, la invisibilidad de Pujol se vincula en las necrológicas a un perfil de escritor solitario e independiente con verdadera vocación literaria. Con esta argumentación no solo queda disociada la invisibilidad de la insignificancia, sino que la primera se vincula a la autenticidad y el mérito.
Valores del legado
⌅Los autores de las necrológicas escriben reivindicando el legado de «aquel hombre de educada timidez destinado a ser autor de culto» (Sergi Doria) y expresan su convencimiento de que será un long seller que, como los clásicos, no dejará de encontrar lectores con al paso de los años.
De algunos [de sus libros] han pasado décadas desde su publicación; de todos, sin embargo, puede asegurarse que seguirán siendo una lectura gozosa por mucho, mucho tiempo. Como los libros de los grandes sages
(Ignacio Peyró, b).
No tengo ninguna duda de que la obra narrativa de Pujol es excepcional. En los dos sentidos del término. Porque novelas así son una excepción, algo que no sucede casi nunca en la literatura española. Y porque son mucho mejores de lo que es común, de lo que se publica (y aun se jalea) y de lo que nos resignamos a leer
(Rafael Reig).
Atrás quedarán un buen número de novelas muy interesantes –no estaría mal que su casa madre Planeta invirtiera en la recuperación de una obra completa– y que sus libros de poemas y de aforismos se pusieran en circulación porque su obra es un gran océano para investigar, aguas cálidas como su carácter
(David Castillo).
Entre los valores que se atribuyen al legado de Pujol, cabe destacar los que están en sintonía con la imagen de escritor casi invisible y con un perfil propio, muy personal. Se trata de dos elementos que reflejan esa imagen: por una parte, la poética de la ocultación y revelación del yo (Vallès-Botey, 2024Vallès-Botey, Teresa. 2024. «La parodia de las estrategias de automitificación autorial como recurso para la autorrepresentación: Carlos Pujol en sus textos». Pasavento. Revista de Estudios Hispánicos, 12(1): 105-124. Accesible en: 10.37536/preh.2024.12.1.2210) y, por otra, la apuesta por un estilo clásico y elegante, al margen de las modas. De este modo se subraya la coherencia entre la imagen de autor, su poética y las opciones formales que adopta.
En relación con lo que puede llamarse una poética de la ocultación y revelación del yo, en las necrológicas se insiste en que la relativa invisibilidad de Pujol en la vida literaria es paralela a la también relativa invisibilidad del autor en su propia obra, donde juega a ocultarse mostrándose a través de sus personajes17
Acude a la técnica del monólogo dramático, a lo Robert Browning. Durante poemarios enteros cede su voz a Bernini (Gian Lorenzo, 1987), a Job (Fragmentos del libro de Job, 1998), a Vemeer (La pared amarilla, 2002), a la Marquesa de Sévigné (Retrato de París, 1999) y al mismo Browning, nada menos; y eso sin contar otros muchos personajes en poemas sueltos de Vidas de poetas (1995) y de Los aventureros (1996)
(Enrique García-Máiquez, a).
En estos poemarios «la persona del poeta se oculta y narrativiza a través de una serie de personajes» (Juan Masoliver Ródenas), pues son «libros enteros en que quien nos habla es un personaje tras el que se oculta (o se nos muestra) el poeta» (Manuel Ballesteros, b). Se trata, es evidente, de «disfraces, otras voces en las que él se sentía cómodo, Bernini, Vermeer o Browning, avenidos a decir y a sentir lo que Carlos Pujol quería que dijeran, naturalmente» (Andrés Trapiello, b). De este modo, a través de personajes cuidadosamente escogidos, el autor se hace un singular «autorretrato de espaldas».
Es muy significativo que con frecuencia escoja artistas hondos, un punto misteriosos, un poco desengañados, con inquietudes religiosas e intensas relaciones familiares. Son las huellas que deja en su huida, porque Carlos Pujol se esconde en sus monólogos dramáticos o se hace, como Vermeer, el autorretrato de espaldas
(Enrique García-Máiquez, a).
Es notoria la sintonía entre la postura de Pujol dentro del sistema literario (su discreta posición de solitario), su poética de la ocultación del yo y la técnica del monólogo dramático; todo confluye en la relativa invisibilidad de un escritor que vive por y para la literatura, al servicio de la literatura y no de un «yo» narcisista y exhibicionista. «Pujol parece ser [...] uno de los pocos escritores que se han tomado en serio eso de que el yo es odioso» (Enrique García-Máiquez, a). Para Pujol, la literatura es máscara del yo, que lo muestra y lo oculta a la vez. Por eso el lector atento experimenta «la festiva adicción terapéutica que provoca la lucidez de un poeta invisible. Tan enmascarado anduvo detrás de otros –Robert Browning o Job, Ulises o Vermeer de Delft– que podía parecer que sus poemas no nacían de su más refinada máscara de clásico: ‘el fondo de uno mismo es el secreto/ que al conocerse ya no vale nada’» (Jordi Gracia).
En cuanto a las cuestiones formales del estilo, se señala la coherencia de la propuesta teórica de Pujol y su habilidad de plasmarla en un estilo que es fiel a una voz propia, sin imposturas ni alardes retóricos.
Pujol huye del «yo» en sus planteamientos y, en lo formal, evita siempre que ese mismo «yo» se le cuele haciendo gorgoritos o gongorismos
(Enrique García-Máiquez, a).
Esta manera de escribir que le era propia, quitándole énfasis y solemnidad (o sea, retórica) a todo lo que pudiera tenerlas
(Andrés Trapiello, b).
La singularidad de esa voz es clave, «en escritores como Carlos Pujol el tono ha sido esencial, un tono que, siempre refractario a la demasía, busca en el understatement y la adjetivación sutil la razón de su literatura y de su moral» (Valentí Puig, b). Lo que caracteriza, pues, la voz de Pujol es –junto con la autenticidad– la sutileza y elegancia clásica: «Quizá la característica estilística más sobresaliente de Carlos Pujol sea su moderación, su equilibrio, su elegante convencimiento de que la virtud está en el medio» (Enrique García-Máiquez, b). Evitar lo chillón y rimbombante para optar por una voz queda y sutil, implica asumir el riesgo de un estilo gris e insulso, que Pujol logra sortear.
El precio de sortear los innumerables riesgos de la lírica –la altisonancia, el impudor, la retórica hueca, el ripio, la imaginería brillante, la cursilería, la sentimentalidad, etc. –es un riesgo agazapado: el de cierta monotonía expresiva.
Y el gran mérito de Pujol es que lo elude. Sus versos, si se saben leer con calma, son extraordinarios
(Enrique García-Máiquez, a).
También en sus novelas se aprecia el «tono menor» de un narrador «nada engolado» que sin embargo cautiva:
Los días frágiles, aparecida en 2003, perfila la novela que a Pujol le gustaba escribir: sobre un fondo histórico insoslayable –aquí es la entrada de los nazis en París–, discurre la vida en tono menor, la vida cotidiana reflejada con gracia y amenidad por un narrador tierno, descreído, y nada engolado, con abundante diálogo y muchos personajes
(Manuel Longares).
Además de la elegancia y la sutileza, se mencionan otros rasgos del estilo de Pujol como la ironía y el lirismo: «En lo expresivo, hay que destacar, junto al humor y la ironía, el lirismo y la delicadeza, así como el empleo de un delicioso lenguaje coloquial en el que no faltan las referencias cultas y librescas. En definitiva, un hermoso legado» (Luis García Jambrina). Con su discreción habitual, Pujol evita la exhibición erudita a la vez que nutre sus obras de discretas, pero constantes referencias a la literatura, el arte y la historia, forjando «una prosa precisa, clara, elegante, salpicada de referencias culturales y artísticas que denotan su cosmopolitismo y su cultura» (Luis Ramoneda).
Los argumentos, juicios y apreciaciones de los autores de las necrológicas muestran claramente los valores que comparten con Pujol, su sintonía con una propuesta literaria coherente y singular, ajena al mercantilismo de los best sellers y la literatura industrial. En este sentido, hay una continuidad entre la imagen de autor forjada por Pujol en vida (de acuerdo con su personal poética) y la creada por sus necrologistas, de manera que entre ellos coinciden al delinear los rasgos principales de la imagen póstuma del escritor, sin que el perfil personal de quien escribe o la tendencia política del medio donde se publica el obituario rompa ese consenso18
Reflexiones metadiscursivas: referencias cruzadas
⌅Como colofón de la estrategia argumental de los autores de las necrológicas que se implican en la consagración de Carlos Pujol, cabe señalar su choque dialéctico con los que no comparten esa perspectiva y dan otra imagen del fallecido. Páginas atrás se ha mostrado como ejemplo de artículo con enfoque imparcial el titulado «Alma del premio Planeta», de Rafael Vallbona. Aunque son una minoría, hay otros artículos necrológicos en los que la condición de jurado del Planeta es el rasgo central de la figura del fallecido: «Carlos Pujol, muere la memoria del Premio Planeta» (Víctor Fernández) y «Adiós al gran jurado» (Elena Hevia)19
El martes murió el escritor Carlos Pujol y los titulares se centraron en su papel de eterno jurado del Premio Planeta, que es algo parecido a si, al morir Cervantes, sus necrológicas se hubieran basado en que había sido cobrador de impuestos, o si al hacerlo el poeta Wallace Stevens se hubiera hablado de la muerte de un agente de seguros
(José Carlos Llop).
Ante los que identifican a Pujol con su condición de jurado, «quizá no esté de más recordar –advierte Fernando Valls– que para él ese trabajo fue solo un mero ganapán, con el que criar a una gran familia». Insiste Llop: «Que fuera miembro del jurado del Premio Planeta es una larga anécdota en su vida, pero no es ese miembro quien ha muerto por mucho que se esfuercen los titulares. [...] ¿Ha muerto, pues, el espíritu del jurado planetario? No. Han muerto un buen escritor y un hombre culto». La controversia pone de manifiesto que la consagración del fallecido es un proceso paralelo a la construcción de la imagen póstuma de Pujol y al rechazo de una visión de su figurada centrada en su papel como jurado de premios literarios.
CONCLUSIONES
⌅A lo largo de estas páginas se ha comprobado que en la figura del escritor Carlos Pujol confluyen las circunstancias que permiten probar la capacidad consagradora del género necrológico, pues aunque (i) su notoriedad pública en vida fue escasa, en cambio (ii) gozó de gran prestigio entre sus pares, que (iii) son escritores, editores, críticos y profesores universitarios con legitimidad para impulsar su consagración y (iv) ejercieron esa potestad en un aluvión de necrológicas en las que ponen de abiertamente de manifiesto su voluntad de contribuir a la consagración del escritor. En sus manos, el género necrológico tiene una función consagradora. En estos textos es clave el posicionamiento abiertamente comprometido con la causa de quien los firma, que rompe con el perfil imparcial característico del enunciador de este género textual.
La reivindicación del escritor es paralela a la construcción social de una imagen de autor que pone de manifiesto su valía, con una argumentación que pasa por explorar las razones de la falta de visibilidad en vida de Pujol (contrarrestando el prejuicio que considera que la fama es la medida del logro social) y exponer el valor estético de su legado. La imagen de Pujol que forjan convierte su invisibilidad en señal de la autenticidad de su vocación literaria y destaca la coherencia entre la posición del escritor en el sistema literario (solitario, en la sombra, independiente de grupos y tendencias), su pensamiento literario (la poética de la ocultación y revelación del yo, la ficción literaria como máscara del yo) y sus opciones estéticas y formales (el monólogo dramático en sus poemarios, el estilo elegante y sin estridencias).
Puesto que Pujol optó por un discreto low profile en la vida literaria y fue ignorado en vida por las entidades consagradoras (premios, editoriales, academia...), cabía esperar que su imagen pública desaparecería definitivamente con su muerte. Sin embargo, gracias a las necrológicas publicadas por sus pares, alcanzó el momento álgido de notoriedad con motivo de su fallecimiento. ¿Qué ha sucedido desde entonces? ¿Ha tenido continuidad su proceso de consagración? Aunque los diez años transcurridos desde entonces no permiten tener todavía suficiente perspectiva, lo que sí se puede decir es que su figura no ha caído en el olvido, sino que ha sido objeto de dos jornadas académicas (Universitat Internacional de Catalunya, 2017 y Universitat Internacional de Catalunya – Universitat Pompeu Fabra, 2021) en las que han participado escritores, críticos y profesores universitarios (entre ellos, varios de los autores de las necrológicas). Además, en 2016 se constituyó el Fondo Personal Carlos Pujol (www.carlospujol.es), en 2017 la revista Ínsula le dedicó un monográfico (Carlos Pujol, humanista contemporáneo), se han reeditado dos novelas que estaban descatalogadas –La sombra del tiempo (Fundación Lara, 2016Sapiro, Gisèle. 2016. «The metamorphosis of modes of consecration in the literary field: Academies, literary prizes, festivals». Poetics, 59: 5-19. Accesible en: 10.1016/j.poetic.2016.01.003) y Los secretos de San Gervasio (Menoscuarto, 2019)– y se han publicado tres obras suyas inéditas: de poesía, Centón de salmos, publicado junto con la reedición de Fragmentos del Libro de Job (Pamiela, 2021); narrativa breve, Los ficticios (Comares, 2021). También se han publicado recopilaciones de textos con su pensamiento literario: Escribir a contracorriente. Fuentes para el estudio del pensamiento literario de Carlos Pujol (Comares, 2019) y Novelas contadas y otros textos sobre literatura (Pre-Textos, 2021). Todo ello es prueba de que hay editores, críticos, escritores y profesores universitarios que siguen reivindicando el legado del discreto y sorprendente Carlos Pujol.