Como indica su título, las Conversaciones de Perico y Marica, publicadas de manera anónima y periódica en 1788Conversaciones de Perico y Marica. Obra periódica. 1788. Madrid: s. e., destacan por su pertenencia al modelo conversacional dentro de la evolución del género dialogado, a pesar de la ausencia de estudios de conjunto sobre el diálogo dieciochesco, una época durante la cual, «como bien sabemos, el arte de la conversación se erigirá como práctica esencial del siglo ilustrado» (Bègue 2018Bègue, Alain. 2018. «”Parece que jocoserio/se me introduce el estilo”: la modalidad jocoseria como expresión de modernidad entre Barroco y Neoclasicismo». En Hacia la modernidad. La construcción de un nuevo orden teórico literario entre Barroco y Neoclasicismo, editado por A. Bègue y C. Mata Induráin, 69-95. Vigo: Academia del Hispanismo., 72)1
Se publicaron las Conversaciones en una serie de tres entregas: la primera en septiembre de 1788, que versa fundamentalmente sobre la libertad de prensa; en octubre del mismo año la segunda, sobre el oportunismo de los apologistas surgidos a raíz de la publicación del artículo de Masson de Morvilliers en la Encyclopédie Méthodique de 1782, criticando la aportación española a la cultura europea; y en noviembre la tercera, sobre la despoblación y pobreza de España. La Obra periódica, según especifica el subtítulo, fue publicada de manera anónima con la aprobación del diarista agustino fray Pedro Centeno (El Apologista Universal), si bien su atribución a Pedro Mariano Ruiz aparece confirmada en solventes repertorios y estudios que se refieren a los tres únicos números de su edición2
Asume la primera de las entregas una actitud crítica frente a los apologistas que, como Juan Pablo Forner, habían rechazado de modo absoluto los argumentos del enciclopedista francés. Los dos interlocutores de las Conversaciones reclaman la necesidad de ilustrar al pueblo, para lo cual Perico considera imprescindible la libertad de prensa que, sin embargo, no sería formalmente reconocida hasta las Cortes de Cádiz, por el decreto de 10 de noviembre de 1810 (Fernández Sarasola 2006Fernández Sarasola, Ignacio. 2006. «Opinión pública y “libertades de expresión” en el constitucionalismo español (1726-1845)». Historia Constitucional. Revista Electrónica, 7: 159-186. DOI 10.17811/hc.v0i7.46), uniéndose de este modo al movimiento ilustrado que relacionaba este derecho «con la instrucción pública, más que con el libre debate político» (Álvarez Junco y Fuente Monge 2009Álvarez Junco, José y Gregorio de la Fuente Monge. 2009. El nacimiento del periodismo político. La libertad de imprenta en las Cortes de Cádiz (1810-1814). San Sebastián de los Reyes, Madrid: Eds. APM., 27). La visión autocrítica en las Conversaciones, sobre la necesidad de ilustración del pueblo español, contrasta con el nacionalismo reivindicativo de los apologistas, en el contexto borbónico de los años ochenta cuando culmina la progresiva revitalización de una cultura ilustrada «que se desarrollaría durante los reinados de Fernando VI y Carlos III para desembocar en la aristocracia ilustrado-liberal que dio paso a las Cortes de Cádiz y a la constitución de 1812» (Peña Izquierdo 2008Peña Izquierdo, Antonio Ramón. 2008. De Austrias a Borbones. España entre los siglos XVII y XVIII. Astorga, León: Akrón., 265).
El rechazo de las apologías en las Conversaciones aparece explícito en la segunda entrega cuando Marica, haciendo gala de su mentalidad tradicional, afirma el reconocimiento por el progreso científico «según testifican nuestros apologistas» (100), mientras que Perico lo niega desde una perspectiva más crítica: «digan lo que dijeren los apologistas» (101). Recordemos que en el contexto de la segunda entrega, cuatro años antes la Real Academia Española de la Lengua había convocado para premiar la mejor apología sobre los progresos en ciencias y en artes de la nación un concurso, declarado desierto aun cuando Juan Pablo Forner había presentado una primera versión titulada Apología de la literatura y el arte de España que finalmente se publicó, bajo los auspicios de Floridablanca, en 1786 con el título de Oración apologética por la España y su mérito literario, parodiado al año siguiente en el discurso n.º 165 de El Censor titulado con sorna «Oración apologética por el África y su mérito literario» (Lopez 1999Lopez, François. 1999. Juan Pablo Forner (1756-1797) y la crisis de la conciencia española. Traducido por F. Villaverde. Salamanca: Junta de Castilla y León., 311-428)3
Si bien ambos interlocutores comparten en las Conversaciones la preocupación por ilustrar al pueblo, Perico se muestra mucho más crítico que Marica cuando declara la inutilidad de las apologías, ya que «el poder de un Estado no se hace crecer con la pluma del apologista, sino con las naves, los ejércitos, la agricultura, la industria, la riqueza y la población» (121). Como afirma Joaquín Álvarez Barrientos, «cuando Masson de Morvilliers lanza su pregunta, encuentra en España un estado de ánimo que ya cuestionaba su pasado nacional y que ya había comenzado a dar frutos» (2010Álvarez Barrientos, Joaquín. 2010. Ilustración y Neoclasicismo en las letras españolas. Madrid: Síntesis., 23). A pesar del orgullo herido de Marica, quien recuerda explícitamente «cómo nos pone el francés de la Enciclopedia» (126), no deja de aceptar el razonamiento del interlocutor masculino quien personifica la voz magistral de las Conversaciones. Dejando a un lado las apologías, lo que hay que hacer es fomentar las artes y el conocimiento ilustrado, como afirma Perico: «Este me parece que debe ser todo el cuidado del Gobierno, y lo es en todas las naciones cultas: saber las bellas partes de las demás naciones para igualar o aumentar las suyas» (101).
El interlocutor masculino de las Conversaciones insiste en su propósito de refutar los «errores perjudiciales a la religión, a las regalías de nuestro monarca amado y al bien de sus vasallos y compatriotas nuestros» (134), de acuerdo con las disposiciones censorias recogidas por Lucienne Domergue: «Cette formule négative renferme les exigences minimales que les lois du royaume ont fixées de longue date à l’intention des censeurs» (1996Domergue, Lucienne. 1996. La censure des livres en Espagne à la fin de l’Ancien Régime. Madrid: Casa de Velázquez., 97). Este propósito está muy claro a lo largo de todo el desarrollo argumentativo de la primera entrega, que se puede entender en efecto como una defensa del sistema de censura ilustrado. Sin embargo, a pesar de las cautelas reformistas al invocar continuamente las regalías y privilegios del monarca a lo largo de esta primera entrega de las Conversaciones, salvaguardando también la religión y las costumbres de los vasallos de Carlos III, las precauciones adoptadas para defender su postura sobre una libertad de prensa condicionada serían en vano, porque la Obra periódica fue prohibida dos años después de la aprobación de fray Pedro Centeno.
LIBERTAD DE PRENSA Y OPINIÓN PÚBLICA
⌅La historiografía modernista ha mostrado un creciente interés por el desarrollo del periodismo ilustrado, dentro del cual se inscribe las Conversaciones de Perico y Marica en 1788Conversaciones de Perico y Marica. Obra periódica. 1788. Madrid: s. e.. Cuando en su estudio clásico Paul J. Guinard analizaba el control ejercido sobre los dos periódicos oficiales, la Gaceta de Madrid publicada desde 1661 y el Mercurio histórico y político desde 1738, afirmaba que «la presse espagnole est soumise à une stricte censure préalable» (1973Guinard, Paul J. 1973. La presse espagnole de 1737 à 1791. Formation et signification d’un genre. París: Centre de Recherches Hispaniques., 37)4
Buena prueba de la influencia de las publicaciones periódicas sobre la opinión pública, especialmente desde la década de los ochenta, fue que por vez primera la Real Orden de 19 de mayo de 1785 estableciera límites específicos sobre la libertad de prensa en este tipo de impresos que vuelven a ser objeto de regulación especial el 29 de noviembre, o bien dos años más tarde, el 2 de octubre de 1788, cuando se había publicado el mes anterior la primera entrega de las Conversaciones5
De hecho, toda la primera entrega publicada en septiembre de 1788 versa sobre la libertad de prensa respetando, como se afirma una y otra vez, los límites sobre religión, costumbres y regalías del monarca. De modo que, al defender esta libertad con restricciones, Marica acaba aceptando la propuesta, si bien refuta la afirmación de Perico «de que no hay libertad de escribir e instruir» (60) porque el interlocutor masculino acata también estas disposiciones desde una postura claramente progubernamental:
Ves ahí lo que prohíbe el Gobierno y en lo que únicamente coarta la libertad de la pluma. Porque no quiere, y es un no querer muy justo, que para buscar el rico tesoro de la verdad y que para publicarla se ofenda a la religión que nos une; a las regalías del rey que nos gobierna, nos busca el bien y nos defiende de todas las irrupciones que nos acometen; a las buenas costumbres cuya práctica es la que nos ha de hacer felices (49).
Cuando estudia la evolución del concepto sobre la libertad de imprenta hasta su legalización en las Cortes de Cádiz, se refiere Francisco Fernández Segado a las Conversaciones como «decidida reivindicación de la libertad de expresión» (2014Fernández Segado, Francisco. 2014. La libertad de imprenta en las Cortes de Cádiz (El largo y dificultoso camino previo a su legalización). Madrid: Dykinson., 226). Pero en la sociedad ilustrada esa libertad estaba mucho más sometida al control de la censura, por lo que la formulación de Perico se inscribe en el contexto de esas primeras reivindicaciones. Desde su contextualización histórica pueden explicarse las divergencias de los estudiosos sobre el significado de las Conversaciones, como un texto mediocre en sus postulados, para Julián Marías (1963Marías, Julián. 1963. La España posible en tiempos de Carlos III. Madrid: Sociedad de Estudios y Publicaciones., 81-92), mientras que Antonio Elorza percibe la modernidad que supone «la aparición de una conciencia crítica, confusa en sus objetivos y en su armazón teórica, pero muy radical» (1970Elorza, Antonio. 1970. La ideología liberal de la Ilustración española. Madrid: Taurus., 258- 259). Una radicalidad que se entiende históricamente porque los temores sobre su publicación se vieron confirmados con su prohibición definitiva en 1806, después de la aprobación inicial de fray Pedro Centeno el 27 de junio de 1788, de acuerdo con los expedientes del Consejo de Castilla, «no hallo en él cosa que desdiga de las buenas costumbres ni regalías de S. M., antes me parece que las vindica con juicio y sana crítica, y puede ser útil para la instrucción pública, y gloria de la Nación»6
El ambiente censorio de los años ochenta sobre las publicaciones periódicas culminó a comienzos de la década siguiente, por temor al contagio en la opinión pública de las ideas revolucionarias, con su prohibición casi total excepto para aquellas oficiales como la Gaceta y el Mercurio, además del Diario de Madrid. Este cambio normativo supuso bajo los Borbones un punto y aparte en el auge del periodismo ilustrado de la segunda mitad del siglo XVIII, gracias al cual se había consolidado el poder de la opinión pública como sujeto político. Dada la relevancia histórica de este nuevo fenómeno ilustrado, no se ha subrayado en la misma medida su asociación con los cambios que introdujo en determinados géneros literarios tradicionales que, como el diálogo, venían desarrollándose desde el Renacimiento. En las Conversaciones de Perico y Marica, el género dialogado se adapta al modelo conversacional, favoreciendo la comunicación con el público lector, como veremos a continuación.
El surgimiento de la opinión pública, en todo caso, si hacemos caso del socorrido modelo habermasiano, deriva de la creciente importancia que adquieren agrupaciones de individuos cuyas opiniones particulares pueden llegar a condicionar el discurso ideológico publicado frente a las instancias gubernamentales u oficiales7
PERICO Y MARICA
⌅Con la difusión de toda clase de libelos y de literatura noticiera, entre los cuales figuran los avisos, relaciones de sucesos y gacetas como precursores del periodismo, se pretendía influir en el espacio público, como fue el caso de Juan José de Austria quien organizó, pero también sufrió él mismo, verdaderas campañas de opinión para negociar con el poder a partir de la minoridad de su hermanastro Carlos II (Gómez 2015Gómez, Jesús. 2015. Tendencias del diálogo barroco. Literatura y pensamiento durante la segunda mitad del siglo XVII. Madrid: Visor., 111-139). Sin embargo, de acuerdo con la propuesta habermasiana, la expresión pública del ámbito privado llegaría a su máxima expresión solo con la evolución desde la «publicidad representativa» de las facciones cortesanas hacia la publicidad burguesa de la sociedad civil que se manifiesta en el auge del periodismo, incrementado a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, así como en otras instituciones culturales que contribuyeron a la difusión de ideas, como los salones, los cafés y las tertulias, todas ellas relacionadas asimismo con la modalidad conversacional del diálogo.
Con respecto a las publicaciones periódicas, se había formado durante el reinado de Carlos III una clase media que, según P. Guinard, constituyó la base del público de la prensa8
El mayor énfasis puesto en la argumentación, de acuerdo con el género literario propio del diálogo en prosa, contribuyó también a refinar la caracterización individualizada de sus dos interlocutores, derivada de la tradición satírica en verso. Es cierto que Marica manifiesta en las Conversaciones una mentalidad representativa de las creencias populares, a diferencia de Perico, quien le reprocha después de interrumpirla: «Calla, Marica, porque siento infinito que pienses tú como el común de las gentes. Nunca meditan, ni examinan las causas de sus males políticos, y están siempre creyendo que el Gobierno es la única o la principal» (5). En realidad, la interlocutora vendría a personificar los errores del ignorante vulgo en contra de los cuales es necesario reaccionar para corregirlos impulsando el reformismo ilustrado. Como sintetiza Fernández Segado: «Perico encarna la posición racionalista, con el convencimiento de que el Gobierno hará suyas las reformas, y Marica la creencia popular, pronta a caer en el tópico, pero también en la desconfianza» (2014Fernández Segado, Francisco. 2014. La libertad de imprenta en las Cortes de Cádiz (El largo y dificultoso camino previo a su legalización). Madrid: Dykinson., 326). Lo cierto es que se modifican en la caracterización de ambos interlocutores los rasgos arquetípicos que asumían en la sátira política Perico y Marica como representantes de la voz popular en una serie de opúsculos, casi siempre versificados, divulgados desde el reinado de Carlos II.
Ambos interlocutores protagonizaron las relaciones satíricas en verso comentando en ellas los acontecimientos políticos del momento, como afirma Mercedes Etreros: «Los hermanos de Carabanchel que en sus múltiples jornadas a y desde la corte pormenorizan todos los acontecimientos políticos que en España se producen» (1983Etreros, Mercedes. 1983. La sátira política en el siglo XVII. Madrid: FUE., 97)9
Perico y Marica permanecieron como protagonistas de numerosos Coloquios o Diálogos, como se encabezaba el título de estas obras casi siempre versificadas, desde el reinado de Carlos II al de Carlos III, aun siendo tan diferentes entre sí ambos monarcas por sus circunstancias históricas. Solían transmitirse estas composiciones dialogadas de manera anónima y manuscrita, en una versificación tradicional de romancillos o de redondillas con la que ambos interlocutores criticaban, año tras año, los sucesivos acontecimientos de la vida política. La serie de coloquios versificados continuó durante el siglo XVIII, cuando Mercedes Fernández Valladares, en su catálogo sobre la sátira política popular madrileña, detecta una «polarización literaria entre una literatura dieciochesca cultura, racionalista, gélida, prosaica, y una literatura popular incorrecta, emocional hasta llegar al delirio» (1988Fernández Valladares, Mercedes. 1988. «Catálogo bibliográfico y estudio literario de la sátira política popular madrileña». Tesis doctoral. Madrid: Universidad Complutense de Madrid., 1)10
La elección de la prosa en el diálogo supone una alteración sustancial de la capacidad argumentativa de ambos interlocutores, cuyo intercambio de preguntas y respuestas se enriquece con el desarrollo más amplio y racional de un razonamiento que plantea de manera teórica los problemas de gobierno, más allá de las ocasionales circunstancias políticas a las que se refería la serie anterior en verso, de manera noticiera. No tratan las Conversaciones de relatar o de comentar la repercusión de un acontecimiento determinado, como ocurre en los anteriores coloquios y diálogos versificados de carácter satírico, sino de establecer, desde la primera de las tres entregas, un razonamiento favorable a la libertad de prensa regulada gubernativamente.
El uso de la prosa favorece en las Conversaciones el predominio argumentativo sobre la crítica acerba, ya que como apunta Teófanes Egido, la forma versificada «se presta mejor a la causticidad» (2002Egido, Teófanes. 2002. Opinión pública y oposición al poder en la España del siglo XVIII (1713-1759). Valladolid: Universidad de Valladolid., 45). La atenuación del componente satírico hace que predomine, antes que la crítica social o política, el programa reformista basado en la instrucción del pueblo y para el pueblo. El ennoblecimiento ilustrado de la caracterización de ambos interlocutores, por tanto, resulta directamente proporcional a la elevación del público destinatario de sus reflexiones, convertido de «vulgo ignorante» (6) en el pueblo necesitado de instrucción (62), ya que de manera recurrente se apela a la defensa de la libertad de prensa para «ilustración del pueblo» (19-20) y del «pueblo sabio» (43). Como le dice Perico a Marica: «No hay otro que ilustrarlos, instruirlos en lo que tú dices que no corresponde saber al pueblo: en el conocimiento de sus derechos» (33). El vocabulario ilustrado aparece de manera sintomática una y otra vez a lo largo de la argumentación de las Conversaciones. De este modo, Perico acepta con la regulación en la libertad de prensa «Para que la libertad de escribir no se extendiese a perjudicar la religión, las buenas costumbres ni las regalías de S. M.» (52), mientras que considera el derecho natural básico para la necesaria «ilustración» (10), un sustantivo repetido en varias ocasiones (19-20 y 63) que se orienta hacia la búsqueda de la «(pública) felicidad» (8, 33, 44, 46 y 62), a través de las «luces (de la verdad)» (18, 53-54, 57 y 59), que debe ser garantizada por el «Gobierno sabio» o «filósofo» (6, 8, 18-19, 23, 28 y 61).
Quedan clarísimas las opiniones que defiende Perico y, a la postre, acepta Marica sobre el ideario ilustrado que sustenta las Conversaciones, enlazándolas con un tipo de periodismo de opinión que toma de referencia el modelo inglés (The Spectator de J. Addison y R. Steele), como reconoce ella misma: «Ya veo yo que ni nuestras Conversaciones podrán competir, ni con mucho, con los discursos de ese Espectador» (99)11
EL MODELO CONVERSACIONAL DEL DIÁLOGO
⌅Además de atender en las páginas anteriores al contenido de las Conversaciones, la caracterización de sus dos interlocutores ofrece implicaciones muy significativas para la evolución del género. Diálogos y coloquios abundan entre las modalidades del periodismo dieciochesco, si bien su variedad formal y genérica ya señalada por Guinard (1973Guinard, Paul J. 1973. La presse espagnole de 1737 à 1791. Formation et signification d’un genre. París: Centre de Recherches Hispaniques.) permanece, después de la publicación de su monografía clásica, sin estudiar en detalle, como afirma Maud Le Gellec: «Guinard, face à l’inmensité de la tâche qu’il s’était fixée, n’a pus consacrer qu’une dizaine de pages aux “Genres et formes” des périodiques» (2016Le Guellec, Maud. 2016. Presse et culture dans l’Espagne des Lumières. Madrid: Casa de Velázquez., 2-3). Si atendemos a la naturaleza mimética del género dialogado, en primer lugar, el autor de las Conversaciones ha reutilizado la caracterización familiar de ambos interlocutores desde la corriente satírica, si bien depurándola de sus componentes más populistas, para transmitir una visión ilustrada y racionalista del proceso argumentativo. La misma Marica, lo advierte cuando al final del intercambio de argumentos en la primera Obra periódica, después de haberse mostrado convencida sobre la necesidad de publicar «nuestras conversaciones» (60), recuerda que «se han dado al público en otros tiempos, bajo nuestros nombres, todo género de jocosidades, de obscenidades, de sátiras mordaces, de disparates» (63). La operación de limpieza ilustrada se lleva a cabo a partir de la nueva caracterización dialógica, si bien conservan ambos interlocutores sus nombres tradicionales y la familiaridad de trato entre ellos.
En el modelo conversacional, el diálogo ofrece la apariencia de una mayor familiaridad entre los interlocutores, como ocurre en las Conversaciones de Perico y Marica, uno de los cuales es mujer, a diferencia del modelo predominante en la tradición clásica del diálogo desde la Antigüedad grecolatina, donde no suelen intervenir interlocutoras con excepciones significativas como la del coloquio escolar en la tradición lucianesco-erasmista (Vian 2000Vian, Ana. 2000. «Interlocutoras renacentistas en diálogos hispano-flamencos: la irrupción del personaje femenino en la tradición de los coloquios escolares». En Encuentros en Flandes. Relaciones e intercambios hispano-flamencos a inicios de la Edad Moderna, editado por W. Thomas y R. A. Verdonk, 157-192. Lovaina: Leuven Univ. Press – Fundación Duques de Soria.; 2001Vian, Ana. 2001. «La rebelión literaria de las cotorras mudas: modelos de interlocutora femenina en la historia del diálogo». En Homenaje a Elena Catena, 505-526. Madrid: Castalia.). La naturaleza conversacional de esta primera Obra periódica procede en parte de la caracterización popular de Perico y Marica, a partir de la tradición satírica, pero viene condicionada también por la procedencia social de los nuevos lectores a quienes se dirige la denominada «prensa cultural»12
En segundo lugar, diálogo y conversación provienen de tradiciones diferentes, aun cuando algunos manuales actuales tiendan a establecer, según se deduce del panorama de Emmanuel Godo, una relación causal entre la trayectoria del arte de conversar en la Italia renacentista y el redescubrimiento del género dialogado, ya que «La conversation renaissante se modèle en référence aux dialogues antiques» (2003Godo, Enmanuel. 2003. Histoire de la conversation. Paris: PUF., 15). Sin embargo, la poética dialógica estaba bien establecida cuando aparecen, desde el humanismo renacentista, algunas propuestas sobre la significación del arte de conversar en los respectivos modelos de conducta propuestos por Castiglione, Della Casa o Guazzo. La conversación civil de este último, por cierto, se traduce al castellano durante el siglo XVIII de manera muy sintomática (Gómez 2019Gómez, Jesús. 2019. «Una traducción dieciochesca del arte de conversar de Guazzo». En La conversación civil de Esteban Guazzo, traducido por J. Gerardode Hervás, editado por G. Marino, 9-24. Madrid: Iberoamericana-Vervuert.), porque a lo largo de esta centuria hay un interés creciente por la utilidad de la conversación.
Se ha subrayado en la crítica dialógica especializada la existencia de una mímesis o ficción conversacional que forma parte del diálogo y se manifiesta en una serie de recursos literarios con mayor o menor intensidad, dependiendo de las diferentes modalidades del género dialogado. Como señalaba Ana Vian, en las conversaciones dada su oralidad, «hay improvisaciones, digresiones, pausas y tiempos muertos […], anacolutos, rupturas, inconsecuencias gramaticales y sintácticas» (1988Vian, Ana. 1988. «La ficción conversacional en el diálogo renacentista». Edad de Oro, 7: 173-178. https://revistas.uam.es/edadoro, 174), antes de referirse a algunos procedimientos de dramatización propios del diálogo literario como los apartes, las acotaciones y los monólogos. El modelo conversacional de Perico y Marica, dentro de la representación de la oralidad que se ha considerado característica de la misma prensa cultural ilustrada (Le Guellec 2023Le Guellec, Maud. 2023. «En torno a la oralidad de la prensa en el siglo XVIII: recepción, representación y escritura». Hipogrifo, 11: 309-322. DOI 10.13035/H.2023.11.02.24), utiliza dos procedimientos cuya intensidad resulta novedosa dentro del género dialogado, por la frecuencia con que aparecen: las interrupciones mutuas de ambos interlocutores, indicadas tipográficamente mediante la utilización de puntos suspensivos, y la igualdad en su caracterización de la interlocutora Marica, más allá del peso magistral que adquieren los argumentos del interlocutor masculino.
El uso de los puntos suspensivos se emplea de manera sistemática, aun cuando varía su número porque todavía no estaban establecidos los tres que han acabado siendo normativos en la ortografía española. Si en la primera entrega de la Obra periódica predominan los seis puntos sobre los cuatro, en la segunda se impone este último número. Las indicaciones suelen responder a los titubeos del interlocutor y a las repeticiones que imitan la oralidad, como en el siguiente pasaje de Marica: «esta ilustración que le anhela no es… (no sé cómo me explique)… no es general, no es de todas las ciencias y materias» (20). En la poética dialógica la utilización de puntos suspensivos era menos frecuente en el sentido de reproducir la inmediatez de la oralidad, si bien la mímesis conversacional disponía de varios recursos para indicar digresiones y rupturas discursivas. Sin embargo, en las Conversaciones se indican con puntos suspensivos los titubeos del interlocutor, que son muy frecuentes, marcando también las interrupciones discursivas de un interlocutor a otro. Perico interrumpe al principio a Marica en más ocasiones que ella, como si quisiera imponer de entrada su opinión autorizada. Pero no faltan ejemplos en sentido contrario, como cuando exclama retóricamente: «¡Cuántos ejemplos se han dado…!», y Marica le replica cortándole, sin esperar al final de su exclamación «Bastantes, hombre, estamos viendo todos los días» (16).
Haciendo gala de su gran familiaridad, la interlocutora vuelve a interrumpirle poco después: «¿Qué dices, Perico, de abominable?» (17). Sin embargo, las interrupciones del interlocutor masculino que personifica la voz magistral suelen ser más imperativas, llevadas de la impaciencia ante la supuesta ingenuidad de Marica: «No, no» (3); «Calla» (45 y 48); «Óyeme y después habla» (6). No obstante, el protagonismo dialógico femenino aumenta, produciéndose interrupciones encadenadas cuando el interlocutor le quita la palabra a su interlocutora y, poco después, ella a él13
La atenuación del modelo pedagógico del diálogo, donde suele imponerse la voz autorizada del maestro, explica el título genérico de Conversaciones por la ruptura de la jerarquía habitual entre maestro y discípulo, o discípula en este caso. La familiaridad entre Perico y Marica justifica el desenlace argumentativo de la primera entrega cuando, sin estar plenamente convencida, ella concede: «Pues si estos para ti, Perico, no son obstáculos, manos a la obra» (64). La interlocutora se muestra mucho más cauta sobre la libertad de prensa, sin asumir pasivamente las enseñanzas de la voz magistral. Existe, por tanto, un cambio en el modelo predominante del diálogo magistral de dos interlocutores al suavizar la superioridad intelectual que ejerce el maestro sobre su discípula, la cual mantiene su voz propia y su desconfianza a pesar de todo.
CONCLUSIONES
⌅Desde un punto de vista actual, la propuesta de la libertad de imprimir defendida en las Conversaciones es moderada, de acuerdo con la aceptación de los tres límites relativos a la fe, a las buenas costumbres y a las regalías, que constituyen «la trinité chêre aux censeurs» (Domergue 1996Domergue, Lucienne. 1996. La censure des livres en Espagne à la fin de l’Ancien Régime. Madrid: Casa de Velázquez., 58)15
La defensa progubernamental del sistema de censura oficial, por otra parte, se utiliza en las Conversaciones para conformar, de acuerdo con Perico, un público propicio al nuevo ideario que, como afirma Benedetta Craveri en referencia al cambio que se produce en el ideal de conversación durante el siglo XVIII, «ya no concernía solamente a las preocupaciones estéticas de una élite de privilegiados, sino que se ocupaba de los problemas fundamentales de la nueva sociedad» (2003Craveri, Benedetta. 2003. La cultura de la conversación, traducido por C. Palma. Madrid: Iberoamericana – Vervuert., 425)16
En resumen, el modelo utilizado en las Conversaciones deriva del género dialogado, introduciendo cambios significativos con los que imita la oralidad de la conversación, por medio de continuas interrupciones entre los interlocutores que hacen gala de una gran familiaridad de trato, en detrimento de sus respectivos papeles dialógicos como maestro y discípula. La caracterización de ambos deriva de una tradición de sátiras populares en verso, reutilizada en la Obra periódica para dirigirse idealmente a un pueblo necesitado de ilustración. Ambos interlocutores evitan los insultos y descalificaciones, así como las alusiones escatológicas a los que tendía la vertiente satírica, al proponer un modelo conversacional que hace gala del racionalismo propio de la Ilustración. Este modelo, por último, se inscribe en el desarrollo de la nueva sociabilidad dieciochesca que, con el auge de la conversación y del periodismo, contribuyó a incrementar la influencia de la opinión pública en la difusión del ideario ilustrado.