INTRODUCCIÓN
⌅No resulta casual que la corriente de teoría literaria denominada literary darwinism apareciera pocos años después de la querella por el canon en las universidades estadounidenses. Si el final de los años 80 y los principios de los 90 estuvieron marcados por la publicación de libros como The Closing of the American Mind (1987Bloom, Alan. 1987. The Closing of the American Mind. Nueva York: Simon & Schuster.), Cultural Literacy (1987Hirsch, E. D. 1987. Cultural Literacy: What Every American Needs to Know. Boston: Houghton Mifflin.) o Tenured radicals (1990Kimball, Roger. 1990. Tenured Radicals: How Politics Has Corrupted Our Higher Education. Maryland: Rowman and Littlefiel.)1
Digo que no resulta casual por cuanto el darwinismo literario fue presentado como un nuevo despertar para las humanidades (Gottschall 2008Gottschall, Jonathan. 2008. Literature, Science and a New Humanities. Nueva York: Palgrave Macmillan.) que, sirviéndose de una de las teorías científicas más rigurosas y sólidamente apuntaladas por la evidencia, restañaría la larga brecha entre las dos culturas y pondría fin a la crisis de los estudios literarios. De hecho, en uno de los recopilatorios que reunió a las más importantes figuras del darwinismo literario, Frederick Crews escribía un prólogo en el que la corriente era presentada como la antítesis del constructivismo sociopolítico más determinista2
The adversary justly targeted in this book isn’t constructivism tout court but its most brittle branch, a sociopolitical determinism so thoroughgoing as to rule out any allowance for biological commonalities. […] For three decades now, our field has been warped and demoralized by cynicism about the very possibility that intellectual controversies can be resolved on evidential grounds (2005Crews, Frederick. 2005. «Foreword». En The Literary Animal. Evolution and the Nature of Narrative, editado por Jonathan Gottschall y David Sloan Wilson, XIII-XVII. Illinois: Northwestern University Press., XIV).
Parece claro, por tanto, que esta corriente de teoría literaria aspiraba a jugar un papel en el contexto de la crisis de los estudios literarios y, más concretamente, en el campo de juego resultante de las guerras por el canon, presentándose como una mesurada propuesta descriptiva que abordaría los hechos literarios desde la atalaya de su función evolutiva, eludiendo cualquier implicación en los debates normativos sobre el carácter etnocéntrico del canon. El darwinismo literario nacía para ofrecer una nueva estrategia de legitimación de los estudios literarios, contraponiendo una propuesta fuertemente descriptiva a los conflictos normativos que rigieron la querella por el canon de la década de los noventa. No obstante, antes de analizar la respuesta que el darwinismo literario ofreció a las crisis de los estudios literarios, cabe definir más exhaustivamente en qué consistió esta crisis y si verdaderamente marcó el ocaso de la Literatura pues, quizá, el darwinismo literario se postuló como la solución a un problema inexistente o, al menos, mal planteado.
LA CRISIS DE LOS ESTUDIOS LITERARIOS
⌅La querella en torno al canon que ocupó la década de los noventa estuvo plagada de apocalípticas advertencias sobre la inminente muerte de La Literatura, amenazada por la introducción en los currículos universitarios de obras literarias menores que representaban a colectivos sociales históricamente oprimidos. En su Pequeña ecología de los estudios literarios Jean-Marie Schaeffer considera que la supuesta muerte de la Literatura no es sino el lento deterioro de una forma cultural que nació en el siglo XIX y que aspiraba a erigirse en representante del espíritu de la nación. Para Schaeffer, la hipotética crisis de la literatura sería, ciertamente, la crisis de «nuestra representación erudita de La Literatura» (2013Schaeffer, Jean-Marie. 2013. Pequeña ecología de los estudios literarios. ¿Por qué y cómo estudiar la literatura?. Traducido por Laura Fólica. México: Fondo de Cultura Económica, 12) y los esfuerzos críticos deberían dirigirse, más que a preservar y proteger aquella tradición de fantasmales amenazas o a ampliar su nómina de autores para que también represente a minorías sociales históricamente oprimidas, a analizar los determinantes históricos y sociales que han causado esta triple crisis.
Para Schaeffer se trata no tanto de una crisis de La Literatura sino de tres dimensiones de los hechos literarios: 1. La crisis de su objeto de estudio, es decir, de la representación erudita de «La Literatura» tal y como esta queda fijada y unificada en el canon occidental, 2. La crisis del estudio cognitivo de los hechos literarios3
En su libro Cultural capital. The problem of literary canon formation (1993Guillory, John. 1993. Cultural capital. The Problem of Literary Canon Formation. Chicago: University of Chicago Press.), John Guillory apunta a una conclusión muy similar a la que postula Schaeffer. Para Guillory la crisis de los estudios literarios es, en realidad, la crisis de su objeto de estudio fetiche: La Literatura. Dicha categoría ha estructurado los estudios literarios académicos en torno a la ilusión de un canon cerrado y exclusivo. Sin embargo, la crítica del canon literario ha dejado incuestionada la categoría de Literatura por cuanto su objeto han sido los criterios normativos de inclusión o exclusión de ciertas obras. La crisis de la Literatura, su disfuncionalidad, responde al hecho de que fue creada para dotar de capital cultural a la antigua burguesía4
The professional-managerial class has made the correct assessment that, so far as its future profit is concerned, the reading of great works is not worth the investment of very much time or money. The perceived devaluation of the humanities curriculum is in reality a decline in its market value. The professional-managerial class, on the other hand, many of whose members have only recently attained to middle and upper middle-class status, depends entirely on the acquisition of technical knowledge in order to maintain its status, or to become upwardly mobile (Guillory 1993Guillory, John. 1993. Cultural capital. The Problem of Literary Canon Formation. Chicago: University of Chicago Press., 46).
Que nuestra representación erudita de la literatura —tal y como queda condensada en el canon— esté experimentando una crisis en sus procedimientos de legimitación tiene también consecuencias en el estudio cognitivo de los hechos literarios pues el objeto de estudio que justificaba su existencia ha quedado desarticulado y ha desvelado su carácter normativo. Como señala Schaeffer, si los estudios literarios «no describen ninguna naturaleza y no son más que la construcción de una norma, entonces, ¿cómo hay que concebirlos y qué se puede esperar de ellos?» (2013Schaeffer, Jean-Marie. 2013. Pequeña ecología de los estudios literarios. ¿Por qué y cómo estudiar la literatura?. Traducido por Laura Fólica. México: Fondo de Cultura Económica, 19). En este contexto de crisis de los estudios literarios, Schaeffer identifica dos reacciones: una normativa, encargada de cuestionar el canon humanista y construir un nuevo canon cuya representatividad no esté circunscrita al burgués blanco europeo. En esta corriente incluye Schaeffer los estudios culturales, los feminismos y los estudios poscoloniales. En contra de alegatos apocalípticos, valora Schaeffer el impulso normativo de estas propuestas por cuanto toda «nueva norma implica también cambios a nivel de la base descriptiva» (2013Schaeffer, Jean-Marie. 2013. Pequeña ecología de los estudios literarios. ¿Por qué y cómo estudiar la literatura?. Traducido por Laura Fólica. México: Fondo de Cultura Económica, 40).
Sin embargo, dado que estos enfoques siguen anclados en una lectura crítica que se sirve del close reading y las interpretaciones deconstructivas, pueden constituir una respuesta al ocaso del objeto de estudio —la Literatura— pero no a la crisis epistemológica que dicho ocaso comporta. Los nuevos enfoques normativos articulan un nuevo objeto de estudio mediante la reforma de los programas curriculares, ya sea ampliando la lista de autores canónicos, ya sea creando nuevos archivos literarios cuyo rasgo distintivo es su resistencia a la canonicidad. Sin embargo, el problema epistemológico que afecta al estudio de los hechos literarios no concierne, como no deja de señalar John Guillory, al contenido de la norma —los autores y obras que habrían de formar parte del canon— sino a la imposibilidad de volver a naturalizar esa norma, como si la tradición fuera un conjunto de textos seleccionados por sí mismos. En este sentido, la crisis de La Literatura obliga a reconocer la historicidad de la categoría de Literatura (Guillory 1993Guillory, John. 1993. Cultural capital. The Problem of Literary Canon Formation. Chicago: University of Chicago Press., 62) y a replantearse cuál ha de ser nuestro enfoque epistemológico en su estudio.
Frente a este nuevo modelo normativo en los estudios literarios, Schaeffer identifica un proyecto descriptivista cuya función sería estrictamente cognitiva y que aspiraría a analizar la realidad misma de los hechos literarios desde una posición axiológica neutral. Podría pensarse que esta distinción tan estricta constituye una de esas falsas antinomias propias de las ciencias sociales y humanas y tan lúcidamente criticadas por Pierre Bourdieu (2001Bourdieu, Pierre. 2001. «¡Viva la crisis! Por la heterodoxia en ciencias social». En Poder, derecho y clases sociales. Traducido por Andrés García Inda, 63-85. Bilbao: Desclée de Brouwer., 71 y ss.). Sin embargo, no se trata de que los proyectos normativos constituyan una clase ontológica discontinua con los abordajes descriptivos pues aquellos recurren, ciertamente, a procedimientos analíticos. No obstante, el rasgo distintivo de los proyectos normativos es que su «dimensión descriptiva siempre está más o menos sesgada por el hecho de que la definición extensional del dominio está determinada por una evaluación planteada con anterioridad» (Schaeffer 2013Schaeffer, Jean-Marie. 2013. Pequeña ecología de los estudios literarios. ¿Por qué y cómo estudiar la literatura?. Traducido por Laura Fólica. México: Fondo de Cultura Económica, 44). Se trata de dos actitudes hacia los hechos literarios: la normativa, que tiende a establecer un criterio de delimitación del hecho literario, y la descriptiva, que trata de dar cuenta de las propiedades evaluativas que todo hecho literario comporta, pero que detiene el juicio ante la certeza de que todo juicio evaluativo —es decir, la belleza, elegancia o pureza que predicamos de una obra— es siempre una propiedad relacional y no intrínseca de los objetos literarios5
Es en este contexto donde el darwinismo literario adquiere relevancia e impacto académico, precisamente porque supo ofrecer una respuesta —cabe suspender aquí el juicio sobre su acierto— a la crisis de La Literatura6
PRESUPUESTOS TEÓRICOS DEL DARWINISMO LITERARIO
⌅Como es bien sabido, la teoría de la evolución postula la descendencia con modificación de todos los seres vivos. Aparte de acabar con el discontinuismo, que hacía de los seres humanos una clase excepcional en el orden de lo viviente (Schaeffer 2009aSchaeffer, Jean-Marie. 2009a. El fin de la excepción humana. Traducido por Víctor Goldstein. México: Fondo de Cultura Económica, 26 y ss.), el gran descubrimiento de Darwin fue encontrar uno de los mecanismos a través de los cuales se producen las variaciones en la evolución de las especies: la selección natural. Entre individuos de una misma especie se dan pequeñas variaciones en aptitudes heredables que propician diferencias en su grado de adaptación al medio. La acumulación de adaptaciones exitosas dentro de una especie generaba así la diversidad evolutiva. Este era el núcleo de la teoría darwiniana que, originalmente, afectaba a las diferencias orgánicas entre distintos individuos. No fue sino hasta la consolidación de la etología en la década de los sesenta y, posteriormente, con la psicología evolutiva que la teoría de la evolución se aplicó no solo a rasgos orgánicos de los miembros de una especie sino también a rasgos de su comportamiento. Buscando las raíces de la conducta humana, la psicología evolutiva estudió el cerebro de los humanos de la Edad de Piedra bajo la presuposición de que durante ese largo periodo se produjo la selección de genes que explican nuestro perfil actual de comportamiento.
El darwinismo literario se asienta teóricamente en esta premisa básica: se puede ofrecer una explicación evolutiva de los comportamientos humanos, tanto de los rituales de cortejo como de las creaciones artísticas y literarias. Así como ciertos rasgos orgánicos presentan una ventaja evolutiva, ciertos comportamientos pueden estar más adaptados que otros. Aquellos comportamientos que aseguren la permanencia de los genes de un individuo serán aquellos que gocen de un mayor éxito evolutivo8
Pese a la extravagancia del abordaje evolutivo postulado por los estudios literarios darwinistas —que trastoca de manera radical el enfoque desde el cual se habían analizado los hechos literarios al menos desde finales del siglo XIX—, ofrecer una explicación evolutiva de los comportamientos artísticos y literarios10
En uno de los libros más célebres de esta corriente teórica, Denis Dutton establece una analogía entre los comportamientos artísticos y la capacidad lingüística humana para ilustrar comparativamente la universalidad del arte y justificar su abordaje evolutivo (2010Dutton, Denis. 2010. El instinto del arte. Belleza, placer y evolución humana. Traducido por Carmé Font Paz. Madrid: Paidós., 51 y ss.). Pese a la aparente y extrema heterogeneidad a lo largo de la historia de las distintas lenguas, parecen existir un conjunto de predisposiciones innatas que posibilitan la adquisición de una lengua concreta. De tal forma, bajo la multiplicidad de lenguas subyace, en realidad, una dotación humana universal e innata11
La analogía lenguaje-arte propuesta por Dutton presenta dos tipos de problemas y no resiste un escrutinio crítico detenido. El primero de ellos concierne a las bases fisiológicas: mientras que las bases fisiológicas para el desarrollo del lenguaje son fácilmente identificables —las regiones cerebrales cuarenta y cuatro, encargada de la producción del lenguaje, y cuarenta y cinco, destinada a la comprensión de las emisiones lingüísticas— y están consolidadas en los estudios sobre lingüística (Bertwick 2016Bertwick, Robert C. 2016. ¿Por qué solo nosotros? Evolución y lenguaje. Traducido por Fina Marfà. Barcelona: Editorial Kairós., 180), las bases cognitivas y articulatorias de las expresiones artísticas y literarias son difusas y diversas. El segundo problema atiende a la estabilidad estructural pues mientras que las lenguas muestran una estabilidad sintáctica general, no se puede hablar de «sintaxis artística» sin incurrir en una utilización metafórica de la expresión. En todo caso, más allá de que la analogía lenguaje-arte presente algunas incoherencias, parece que aquella premisa según la cual los comportamientos artísticos y literarios son transculturales y universales y que, en esa medida, han de gozar de una vinculación intrínseca con la naturaleza humana guarda parte de su validez. Parece claro que no debemos equiparar universalidad e innatismo y, en ese sentido, hemos de abandonar aquella propuesta heurística que al constatar la universalidad de los comportamientos artísticos va en búsqueda de sus fundamentos genéticos innatos. La cuestión candente es qué tipo de vinculación existe entre dichos comportamientos y la naturaleza humana.
El propósito de conectar las artes y la experiencia estética con la naturaleza humana constituye una excepción interesante en el campo de los estudios de teoría literaria y estética que, al menos desde la década de los setenta, han estado más preocupados por pensar las expresiones artísticas y literarias desde la perspectiva de sus particularidades históricas, culturales o institucionales13
The human mind inherits from evolution a large stock of what we may as well call innate ideas, as well as emotion programs, and other psychological programs that inject mental content of their own into the human mind. That is, much of our mental content is not derived from experience, but only elicited by it (2001Tooby, John y Leda Cosmides. 2001. «Does Beauty Build Adapted Minds? Toward an Evolutionary Theory of Aesthetics, Fiction and the Arts». SubStance 30, 1-2: 6-27., 23).
En este sentido, los comportamientos literarios y estéticos habrían de explicarse atendiendo a su función adaptativa por cuanto dicha función justifica tanto su universalidad como su permanencia a lo largo de la historia evolutiva de los seres humanos. Como señala Joseph Carroll en Literary Darwinism, «literature and the other arts do indeed have an adaptive function and that understanding this adaptive function is a prerequisite to understanding our specifically human nature». (2004Carroll, Joseph. 2004. Literary Darwinism: Evolution, Human Nature, and Literature. Nueva York, Londres: Routledge., 187). No se trata solo de Joseph Carroll, también Brian Boyd hace una defensa de la explicación adaptacionista como fundamento del darwinismo literario cuando apunta: «Art is a specifically human adaptation, biologically part of our species. It offers tangible advantages for human survival and reproduction» (2009Boyd, Brian. 2009. On the Origin of Stories: Evolution, Cognition, and Fiction. Cambridge, Londres: Harvard University Press., 1). Y es este también el caso de Stephen Davies, quien pese a reconocer el desfase que puede haber entre la función adaptativa originaria de un rasgo y su función actual, y aun mostrando un cierto escepticismo con respecto a la hipótesis adaptacionista termina concluyendo: «We can acknowledge the relevance of art behaviors as complex indicators of fitness» (Davies 2012Davies, Stephen. 2012. The artful species. Aesthetics, Art, and Evolution. Oxford: Oxford University Press., 186).
La estructura argumental de la hipótesis adaptacionista con respecto a la literatura parte de postular la existencia de una disposición propiamente humana para la creación y disfrute de artefactos verbales ficticios. Dicha disposición literaria «debe de haber tenido un poder adaptativo en la prehistoria humana, tal como ocurre en el mundo actual» (Dutton 2010Dutton, Denis. 2010. El instinto del arte. Belleza, placer y evolución humana. Traducido por Carmé Font Paz. Madrid: Paidós., 152). Es decir, la hipótesis adaptacionista postula la existencia de una disposición literaria universal que, tanto por su universalidad como por su pervivencia a lo largo de la historia de la especie, hubo de tener una función adaptativa. Aquí vuelve a emerger una de las tensiones que mencionaba previamente y en la que Davies abunda: Dutton, así como Boyd (2009Boyd, Brian. 2009. On the Origin of Stories: Evolution, Cognition, and Fiction. Cambridge, Londres: Harvard University Press., 81) y Carroll (2008Carroll, Joseph. 2008. «An Evolutionary Paradigm for Literary Study». Style 42, 2-3: 103-134., 134), postulan la función adaptativa de la literatura para nuestros antepasados del Pleistoceno, presuponiendo que dicha función se mantiene estable en ausencia de las condiciones en que se originó14
CRÍTICA DE DOS PRESUPUESTOS TEÓRICOS DEL DARWINISMO LITERARIO
⌅La falta de discreción del rasgo «literatura» constituye un problema no solo porque no exista un gen o un conjunto de genes que expliquen algo así como una competencia literaria —lo que invalida de antemano la posibilidad de que dicho rasgo sea heredado por procedimientos somáticos—, sino porque las manifestaciones de la competencia literaria presentan una variabilidad histórica y cultural extraordinaria. Parece más que evidente que existen un conjunto de genes implicados en la competencia lingüística y se pueden delimitar con cierta claridad las constantes de una competencia lingüística universal pese a la variabilidad de las lenguas. Sin embargo, el rasgo «competencia literaria» del cual se predica una función adaptativa es débilmente definido como una tendencia o una predisposición hacia la producción y el disfrute de artefactos15
Del problema de la discreción del rasgo «competencia literaria» se deriva la cuestión de que no haya ningún tipo de acuerdo sobre qué tipo de función dicho rasgo habría de cumplir. En caso de que dicho rasgo hubiera desempeñado una función adaptativa ante una presión selectiva concreta, debería ser fácilmente discernible cuál es la función que dicho rasgo cumplió. De la discreción del rasgo habría de deducirse una función discreta. Como señala Dupré en su reflexión sobre los límites de la explicación evolutiva, dicho tipo de explicación «se limita a aquellos casos en los que la función del rasgo en cuestión está más allá de cualquier duda atendible» (2009Dupré, John. 2009. El legado de Darwin: qué significa hoy la evolución. Traducido por Mirta Rosenberg. Buenos Aires: Katz Editores., 64). Sin embargo, si en el caso de la delimitación del rasgo «competencia literaria» se observa una clara ambigüedad, la situación en el caso de las propuestas sobre su posible función adaptativa es caótica, con múltiples y diversas funciones que no coinciden entre sí. Merece la pena listar aquí algunas de las múltiples funciones que se han predicado de la literatura o la competencia literaria que, en la mayor parte de los casos, pueden ser satisfechas por otros rasgos que la anteceden.
En un grupo podemos incluir aquellas propuestas que asignan a los comportamientos literarios una función en los procesos de selección sexual. En este sentido, la competencia literaria sería una señal de fitness que jugaría un rol en la selección de pareja. En esta vertiente, que hace de la competencia literaria un activo para la selección sexual se encuentra la propuesta de Geoffrey Miller (2000Miller, Geoffrey. 2000. The Mating Mind: How Sexual Choice Shaped the Evolution of Human Nature. Nueva York: Doubleday & Co.), a la que se añade posteriormente Denis Dutton (2010Dutton, Denis. 2010. El instinto del arte. Belleza, placer y evolución humana. Traducido por Carmé Font Paz. Madrid: Paidós., 209 y ss.). Dutton recurre tanto a la teoría de las señales de costo elevado (Zahavi y Zahavi 1999Zahavi, Amotz y Avishag Zahavi. 1999. The Handicap Principle. A Missing Piece in Darwin’s Puzzle. Oxford: Oxford University Press.) como al análisis del lujo desarrollado por Thorstein Veblen en su Teoría de la clase ociosa para sostener que la competencia literaria constituye una señal fiable, por su coste, de la valía de su emisor en el contexto de la selección sexual. En sus propias palabras:
Estas figuras retóricas del uso del lenguaje son apreciadas y valoradas por los seres humanos como señales y como muestra de la calidad mental de la persona. […] Aunque la selección natural perfeccionó a la especie humana en un trasfondo en el que la naturaleza era «de dentadura y garras rojas», hasta mejorar la función de las válvulas del corazón o incitar placeres físicos y fobias, la selección sexual estaba construyendo una personalidad humana más interesante (Dutton 2010Dutton, Denis. 2010. El instinto del arte. Belleza, placer y evolución humana. Traducido por Carmé Font Paz. Madrid: Paidós., 209).
Dado que, por su elevado coste y su aparente inutilidad, no podemos aducir una explicación de los comportamientos literarios de acuerdo con los requisitos de eficacia y sencillez que rigen la selección natural, Miller y Dutton los inscriben dentro de los procedimientos de selección sexual y cortejo, sirviéndose de los descubrimientos de Amotz y Avishag Zahavi quienes en The Handicap Principle habían propuesto una explicación evolutiva para un conjunto amplísimo de comportamientos animales17
Otra de las funciones adaptativas que se suelen predicar del rasgo «competencia literaria» es que sirve para captar nuestra atención apelando a nuestro deseo de comprender las acciones e intenciones de nuestros congéneres (Boyd 2004Boyd, Brian. 2004. «Laughter and Literature: A Play Theory of Humor». Philosophy and Literature 28, 1: 1-23., 102). La competencia literaria se habría desarrollado como consecuencia de la necesidad de mejorar nuestra teoría de la mente, es decir, la literatura sería un medio a través del cual determinados individuos ampliarían sus capacidades de entender las motivaciones de sus congéneres19
Esta propuesta de Boyd es muy similar a aquella que ofrece una explicación adaptacionista de la literatura por cuanto ofrece una modelización ficticia del mundo real que nos permite explorarlo sin exponernos a los riesgos o a las consecuencias que dicha exploración tendría efectivamente. En una reformulación evolucionista del imperativo horaciano del prodesse la literatura constituiría una preparación para la vida. Dutton sugiere tres ventajas adaptativas interconectadas que explicarían la permanencia evolutiva de la ficción:
Las historias ofrecen un sucedáneo de experiencia barato y casi exento de riesgos. […] Las historias pueden, tanto si son claramente ficticias o mitológicas como si representan sucesos reales, tener gran valor como fuentes didácticas de información fáctica. […] Las historias nos animan a explorar los puntos de vista, creencias, motivaciones y valores de otras mentes humanas (Dutton 2010Dutton, Denis. 2010. El instinto del arte. Belleza, placer y evolución humana. Traducido por Carmé Font Paz. Madrid: Paidós., 158).
En la misma línea que Dutton, Scalise-Sugiyama también plantea que la literatura constituye un repertorio de información valioso y un tesoro tribal o cultural. Para Scalise-Sugiyama la literatura narrativa «is a system for storing and transmitting adaptively useful information by simulating the human environment» (Scalise-Sugiyama 2008Scalise-Sugiyama, Michelle. 2008. «Information is the stuff of narrative». Style 42, 2-3: 254-260., 255). La formulación es ciertamente confusa por cuanto el carácter adaptativo no se deriva tanto de la competencia literaria como de la información útil que a través de ella somos capaces de transmitir. Si esta propuesta ya presenta problemas a la hora de establecer una conexión fuerte entre narración y adaptación, dichos obstáculos proliferan si sometemos el postulado a aquella premisa básica que habría de regir toda explicación evolutiva, a saber, que los rasgos adaptativos sean genéticamente heredables. Resulta difícil adscribir una función adaptativa a una información que se transmite por vía exosomática y que, en ese sentido, se distingue claramente de los medios de transmisión somáticos que caracterizan la evolución genética (Davies 2012Davies, Stephen. 2012. The artful species. Aesthetics, Art, and Evolution. Oxford: Oxford University Press., 171).
Sirva esta breve relación de algunas explicaciones adaptacionistas de la literatura como testimonio de la multiplicidad de funciones evolutivas que se postularon para explicar el rasgo «competencia literaria». Es más que evidente que no hay un consenso que permita otorgar validez científica a la explicación adaptativa de la literatura pues la función del rasgo en cuestión está plagada de dudas, controversias y desacuerdos. Además de la falta de consenso en torno a la función del rasgo «competencia literaria» se ha señalado la falta de especificidad en la relación entre el rasgo y sus distintas funciones. Por ejemplo, como ha apuntado Jonathan Kramnick, no es necesaria la ficción literaria para imaginar escenarios posibles pero inexistentes pues dicha función ya la desempeña nuestra habilidad para construir oraciones en condicional (2011Kramnick, Jonathan. 2011. «Against literary Darwinism». Critical Inquiry 37, 2: 315-347., 331). Asimismo, la existencia de comportamientos compartidos de simulación antecede a la creación y consumo de ficciones literarias y está ya presente, como demostró Leslie (1987Leslie, Alan. 1987. «Pretense and representation. The origins of ToM». Psychological Review 94, 4: 412-426.) en un artículo ya clásico, en los juegos de niños20
CONCLUSIONES
⌅Parece claro que el darwinismo literario hace un uso impreciso, si no espurio, de la teoría de la evolución por lo que las razones para su utilización y despliegue habrían de buscarse más que en factores internos a la propia teoría científica en problemáticas exógenas a la misma que atiendan a su introducción en el campo de los estudios literarios. Independientemente de que la mayor parte de explicaciones adaptativas de la literatura contradigan uno de los postulados fundamentales de la teoría de la evolución —a saber, que toda aptitud adaptativa ha de ser, necesariamente, una aptitud heredable— el darwinismo literario ofreció una cantidad ingente de justificaciones para reivindicar el hecho literario. La multiplicidad de explicaciones evolutivas de la literatura puede carecer de rigor en la aplicación de la teoría de la evolución, pero constituye un arsenal argumental desde el que defender la legitimidad de los estudios literarios y desde el cual criticar a quienes pretenden protegerlo apelando a su supuesta inutilidad estética. El darwinismo literario respondía de este modo a la crisis de legitimidad del objeto de los estudios literarios. Perdido su valor como signo distintivo del capital cultural de la burguesía, el darwinismo literario tornaba la competencia literaria en un rasgo inherente a la naturaleza humana que había jugado un papel fundamental en su desarrollo evolutivo.
Asimismo, la teoría de la evolución investía a los estudios literarios de un supuesto componente descriptivo que venía a superar las disputas normativas que coparon la disciplina tras la crisis del canon. El hecho literario se tornaba así en otro de los rasgos comportamentales humanos de los que se podía ofrecer una explicación evolutiva. Si, en este sentido, el darwinismo literario ofrecía una explicación del origen y la pervivencia de la literatura, también proporcionaba herramientas de análisis interpretativo de los textos que constituían una ejemplificación narrativa de la selección natural (Kramnick 2011Kramnick, Jonathan. 2011. «Against literary Darwinism». Critical Inquiry 37, 2: 315-347., 344) en tanto que sus temas, motivos y estructuras —la reproducción y la supervivencia se transustancian en los temas del amor y la muerte— emanan de la naturaleza humana tal y como esta es descrita por la psicología evolutiva. Sin embargo, lo que se presentaba como una propuesta descriptiva de explicación y análisis de los hechos literarios constituía, en realidad, una reducción biologicista de estos hechos a su función adaptativa y de su contenido a un relato sobre la pervivencia y supervivencia de la especie humana.
Por último, el darwinismo literario se presentaba como una solución a la brecha entre las dos culturas cuando su descripción de los hechos literarios comporta, en realidad, una ambigua e imprecisa utilización de la teoría de la evolución y un empobrecimiento de la experiencia estética y de la literatura que quedaban reducidos a ser una ilustración de los postulados fundamentales de la selección natural y la selección sexual.
El éxito académico de la teoría solo puede explicarse por su oportuna aparición en las discusiones sobre la crisis de los estudios literarios y la Literatura. Sin embargo, su retorcimiento de la teoría de la evolución desvirtúa su impulso transdisciplinar y su reduccionismo funcionalista empobrece la realidad de los hechos literarios. Parecería que la ausencia de una conexión fuerte entre arte y evolución —es decir, aquella que hace del arte una adaptación que permitió a ciertos individuos humanos incrementar su descendencia— invalida cualquier abordaje naturalista de las artes y la literatura. Esta es la postura de Davies cuando considera como hipótesis negativa aquella que niega la función adaptativa de las artes, quedando toda perspectiva evolutiva vaciada de interés. Sin embargo, las múltiples incongruencias e imprecisiones a las que abocan las aspiraciones maximalistas de conectar fuertemente literatura y evolución no comportan necesariamente que todo acercamiento naturalista a las artes sea inocuo o insustancial.
Si aceptamos, desde un naturalismo no reduccionista, la unidad de todos los seres vivientes no resulta descabellado suponer que puede existir una cierta continuidad entre los comportamientos animales y los comportamientos humanos y tampoco podemos considerar como absurdo rastrear las raíces filogenéticas de ciertos comportamientos humanos tanto en nuestros antepasados inmediatos como en otros seres vivos. El problema principal del darwinismo literario radica en la aspiración maximalista de encontrar una identidad funcional entre comportamientos animales y comportamientos humanos y es dicha aspiración la que termina reduciendo la diversidad funcional de las artes a mero epifenómeno de la selección sexual o el prestigio social. Donde quizá se puedan encontrar resultados significativos en los abordajes naturalistas de las artes es en aquellos estudios que rastrean las homologías estructurales entre comportamientos animales y comportamientos humanos, independientemente de la función que dichos comportamientos tengan para la especie analizada (Schaeffer 2009bSchaeffer, Jean-Marie. 2009b. Théorie des signaux coûteux, esthétique et art. Rimouski: Tangence éditeur.). Es así como determinadas conductas de juego o de cortejo en animales pueden servir para dilucidar componentes de la experiencia estética o cómo estrategias de simulacro aportan diferencias significativas en el esclarecimiento de la ficción.
En definitiva, el propósito de complementar los proyectos normativos de crítica y constitución de un nuevo canon con propuestas descriptivas del hecho literario tiene, en los abordajes naturalistas, una veta de prometedores resultados siempre y cuando dichos abordajes naturalistas se inscriban dentro de una antropología naturalista no reduccionista (Bartalesi 2015Bartalesi, Lorenzo. 2015. «L’horizon anthropologique de l’esthétique naturaliste». Nouvelle Revue d’Esthetique 1, 15: 43-58., Schaeffer 2009aSchaeffer, Jean-Marie. 2009a. El fin de la excepción humana. Traducido por Víctor Goldstein. México: Fondo de Cultura Económica) y no se consagren a la identificación funcionalista entre conductas de cortejo y conductas artísticas. En este sentido, la crítica del canon y la crisis de los estudios literarios no deberían considerarse como amenazas a la tradición cultural occidental que pondrían en riesgo la producción, el consumo y el disfrute de la literatura sino, más bien, como una ocasión para reconsiderar qué uso queremos darle a la literatura y qué estrategias y métodos empleamos para estudiarla, una vez agotada aquella vía que hacía de la filología la custodia de una tradición textual.