INTRODUCCIÓN
⌅En la literatura del Siglo de Oro el tema erótico, habida cuenta de las circunstancias de la época (rígidas convenciones morales, religiosas, políticas, censura y, lo que es peor, autocensura)1Los moralistas y erasmistas en el Siglo de Oro condenaron la lascivia e insania en la literatura, como, por ejemplo, hicieron con los libros de caballerías, donde era frecuente la realización física del amor. Véase Castro (1972, 60-61) y Bataillon (1966, 615)., tenía no pocas dificultades para expresarse. De ahí que la inmensa mayoría de los textos eróticos o que pudieran considerarse como tales se difundieran de forma anónima o, tal vez, apócrifa, única manera, quizás, de poder burlar o franquear las férreas estructuras represoras de la época.
El problema de la expresión o difusión de textos de naturaleza erótica se hacía, sin duda, mucho más complicado si tales obras pretendían publicarse, o representarse, bajo una rúbrica o firma real o verdadera. Tales dificultades, en cualquier caso, no impidieron la difusión de textos susceptibles de ser considerados eróticos o que incluyeran aspectos o motivos de contenido sexual2Se baraja el concepto de literatura erótica como aquella que en el Siglo de Oro expresa lo amatorio o sensual y la tendencia a la consumación amorosa. Al mismo tiempo, el concepto de erotismo se reduce, de acuerdo con Bataille (2001, 339), a la actividad sexual del hombre «cuando no es rudimentaria, cuando no es simplemente animal». Díez Fernández (2003) nos ha ofrecido una excelente visión de conjunto del erotismo en la poesía áurea; un tema sobre el que nos ha regalado una gavilla de trabajos en forma de luminosa monografía (2019). Sobre el tema resulta interesante también el trabajo de Martin (2008). Y desde hace muy poco tiempo contamos con el magnífico estudio de Garrote (2020).. Así, la literatura del Siglo de Oro nos ofrece un amplio muestrario –más del que, a priori, podría sospecharse– de textos eróticos o, en su caso, con tal contenido, no necesariamente reducidos al ámbito de la anonimia.
Ahora bien, cuando nos internamos en el amplio campo de la literatura áurea, para entendernos, culta y, por lo tanto, de autoría pública o reconocida, el problema de hallar testimonios de naturaleza erótica resulta mucho más difícil, precisamente porque la censura actuaba de manera hartamente operativa hasta el punto de laminar todo resquicio de licencias. Sin embargo, ni siquiera tal actividad policial consiguió acabar con la presencia de textos, si no del todo eróticos, con contenidos, alusiones o referencias de naturaleza sexual. Cabría preguntarse cómo consiguieron los autores introducir tales contenidos en sus obras y, desde luego, todo indica que el camino para tratar lo erótico era a menudo oblicuo, de manera que el escritor utilizaba toda suerte de recursos y procedimientos que le permitieran vadear los límites y dificultades que imponía la censura, y que pueden cifrarse –como subrayó acertadamente Garrote– en la poética del «ingenio conceptista»3Garrote (2020, 180-244) nos ofrece un extenso y brillante análisis de algunos ejemplos de literatura erótica o sexual de los siglos XVI y XVII en los que opera el ingenio conceptista..
No fueron pocos los procedimientos esgrimidos para la expresión del erotismo. Sin duda, lo más común fue la asimilación a la ideología del poder represor, de manera que, a través de la censura de lo erótico o lascivo, el poeta de alguna forma también exponía la materia reprochable. La crítica de lo erótico podía permitir de algún modo la presencia de tales elementos sensuales, aunque fuera para condenarlos. En este sentido, encontraríamos la sátira de tipos o estados, tan frecuente en el Siglo de Oro, donde se reprendía con más o menos vehemencia un amplio muestrario de tipos, actitudes o comportamientos relacionados con la actividad sexual (la mujer lasciva, la viuda alegre, el cornudo, la prostituta o cortesana, el homosexual, etc.). Otro de los procedimientos era el recurso a la burla de tales tipos, conductas o tendencias sexuales. Normalmente, esta burla, debido precisamente a la censura, solía ir de la mano de la sátira de lo erótico4Redondo (1990, 253) había señalado cómo por la prohibición de lo erótico, cuando este tema aparece en la literatura lo hace sobre todo de forma burlesca, «y valiéndose a menudo de un vocabulario disémico, alusivo, heredero de la tradición cazurra». Nuevamente, hay que recomendar la lectura de Garrote (2020, 31-154), pues en su reciente estudio analiza con brillantez y precisión los modos, principios, conceptos, procedimientos expresivos de la literatura erótica (capítulos 2, 3 y 4)..
Pero, sin duda, este corpus de obras de contenido erótico siempre utilizaba un amplio elenco de recursos expresivos para evitar la mención directa, la alusión o referencia clara a la materia sexual y, por supuesto, también por la poética de la época, es decir, por el gusto que los autores tenían por el juego literario y conceptual en sí mismo. No se trata de enumerar tales mecanismos, que, al fin y al cabo, son los que el lenguaje figurado, la retórica, y la tradición léxica y literaria (culta y popular), proporcionaba al escritor5En definitiva, todos aquellos recursos y procedimientos expresivos que cifraban la poética del ingenio o el ingenio conceptista, que quedó perfectamente definido en la Agudeza y arte de ingenio (1642, 1648) de Baltasar Gracián, quien cinceló en su Discurso XXXIII la estrategia de «significar a dos luces» (1969, II, 53) las posibilidades de expresar cuanto se quisiera –también todo lo susceptible de ser impedido, prohibido o censurado, como todo lo relacionado con el sexo–, exigiéndole al lector el correspondiente esfuerzo de interpretar su contenido: «La primorosa equivocación es como una palabra de dos cortes y un significar a dos luces. Consiste su artificio en usar de alguna palabra que tenga dos significaciones, de modo que deje en duda lo que quiso decir».. El concurso de todos estos procedimientos permitía, sin duda, la presencia de lo erótico –por supuesto, en sus muchas vertientes de lo verde, picaril o picante– en las obras de las grandes figuras de nuestra literatura áurea –Cervantes, Lope, Quevedo–, y, entre ellas, en la poesía de Luis de Góngora.
A raíz de estas características, lo que parece evidente es que en estos autores cultos es muy difícil encontrar obras enteras en las que se celebre lo erótico, en las que el tema del amor carnal o sexual sea tratado o cantado por su interés exclusivo en sí mismo. Las estrictas circunstancias de su tiempo lo hacían prácticamente imposible. Por eso, lo normal es que la materia erótica apareciera en tales obras (Quijote, Polifemo, Píramo y Tisbe, etc.) o autores de forma fragmentaria o parcial, es decir, a menudo dependiente de otros fines estéticos o ideológicos aparentemente superiores (la condena moral, en el caso de Quevedo, la recreación «costumbrista», en el de Lope, la reivindicación de la libertad de la mujer, en Cervantes, la crítica de la corte, en Góngora, la recreación mitológica, en todos, etc.). Pero esta evidencia no debería impedir el reconocimiento de lo erótico en la obra de nuestros grandes escritores del Siglo de Oro.
Tal es el caso de Luis de Góngora, en cuya obra el tema del erotismo, en contra de lo que podría pensarse, cuenta habida de su condición de hombre de Iglesia, adquiere una gran importancia por diferentes razones: por la frecuencia y riqueza con la que lo trata en cualquiera de sus manifestaciones; por la variedad de temas y motivos, tipos y situaciones o escenas que presenta; por la diversidad de tonos, recursos, funciones y significados que cumple. A mi juicio, es tal la cantidad de poemas en los que está presente de alguna forma el erotismo en la obra de Góngora que no resulta fácil su clasificación o sistematización para proceder, posteriormente, a su estudio. No está en mi ánimo llevar a cabo esta labor clasificatoria de la materia erótica en la poesía de Góngora, ni siquiera pretender abarcarla en su totalidad, pues sería una tarea que necesitaría, cuando menos, una dedicación exclusiva en forma de extensa monografía.
Por esta razón, y teniendo en cuenta los límites que impone este tipo de trabajos, me ha parecido oportuno analizar la presencia del erotismo en una parte tan solo de la poesía de Góngora, en sus sonetos. Bien es cierto, sin embargo, que este corpus de poesía gongorina, aun no siendo tan grande como el de Lope o el de Quevedo, es sin duda exhaustivo para atender o abarcar las posibilidades expresivas y significativas del erotismo, lo que tampoco se pretende conseguir en este primer acercamiento a este asunto, que tendrá que limitarse obligatoriamente a un simple muestreo que subraye su importancia por la cantidad de textos, procedimientos y recursos expresivos, y por la variedad de motivos, tipos, tendencias y comportamientos eróticos6El tema del erotismo en la poesía de Góngora es, sin duda, tan rico y abundante que está exigiendo una mayor atención crítica, aun siendo ya importantes y sobresalientes los estudios que se han realizado hasta la fecha, como, por ejemplo, puede verse en este simple muestreo: Bergmann (2006), Blanco (2006), Nardoni (2006), Rubio (2006), Vicente (2006), Ponce (2010), etc. Los sonetos de contenido erótico que ya han sido estudiados o atendidos de alguna forma han sido omitidos en este trabajo, que tendría que ser necesariamente ampliado con el análisis de otras piezas susceptibles de encerrar expresiones o significaciones «latentes» de erotismo, como el soneto «Llegué a este Monte fuerte, coronado», según sugería Garrote (2020, 195-196), aunque yo siga sin ver dicho contenido en este poema laudatorio a un noble tan venerado por Góngora; y sobre todo en aquellos en los que todavía no he sido capaz de detectar el salto de la liebre o del conejo, como dice sagazmente Garrote..
EROTISMO EN EL AMOR PETRARQUISTA
⌅El interés por la vertiente erótica del amor aparece en los inicios de la trayectoria poética de Góngora y así lo demuestran algunos de sus primeros sonetos, donde se puede observar un erotismo sutil y sublime que se enmarcaría dentro del petrarquismo idealizante, de modo que el tema se mantiene en un nivel aparente de decoro propio de la poesía más seria, a diferencia de la mayoría de los textos en los que el erotismo se expresa en su vertiente más carnal, desenfadada y burlesca de acuerdo con la tradición carnavalesca7De acuerdo con la idea de Bajtin (1974, 13-17) de la renovación y renacimiento que implica la risa festiva popular y la risa satírica que alcanza su cénit en el carnaval. Coincido plenamente con el juicio de Díez Fernández (2003, 85) cuando advierte de que no «parece justificarse la división que confina el erotismo a la poesía burlesca o humorística exclusivamente, dejando a salvo de contaminaciones eróticas a la poesía “seria”».. Esta línea tal vez más tenue de la expresión erótica, de acuerdo con el predominio exclusivo del uso de palabras y conceptos con una significación sexual «latente» (Garrote 2020Garrote Bernal, Gaspar.2020. Con dos poéticas. Teoría historicista de la literatura sexual española. Valladolid: Agilice., 91-95), puede verse en algunos sonetos que contienen expresiones o palabras que sugieren cierta idea de sensualidad, como el tópico de la «yedra vividora» del soneto «Oh piadosa pared, merecedora», en el que se observa la alusión al mito de Píramo y Tisbe y se menciona el «fiel resquicio» por el que se brujulean los amantes en sus juegos eróticos. No está exento de sexualidad, por muy tópico que resulte el motivo del carpe diem, la invitación que el poeta hace a la joven hermosa para que disfrute de su cuerpo en el soneto «Mientras por competir con tu cabello» (1582), «goza cuello, cabello, labio y frente», o en el que escribió un año más tarde, «Ilustre y hermosísima María», incitando a la bella María a disfrutar en su juventud de sus excelencias corporales expresadas de forma metafórica: «goza, goza el color, la luz, el oro». Otro de los sonetos que derrama un refinado erotismo es el que trata del amor como un veneno destilado a través del motivo del beso, «La dulce boca que a gustar convida» (1984Carreira, Antonio.1984. «Los sonetos de Góngora a través de sus variantes: notas de crítica textual a propósito de la nueva edición». El Crotalón. Anuario de Filología Española, I, 1007-1052.)8Sobre el significado erótico de la lengua y, por extensión, de la boca, véase Díez Fernández (2019, 185-212); en este mismo estudio muestra algunas referencias a este soneto y al siguiente y a otros poemas de Góngora (2019, 206-212). –como sinecdóquica formulación del amor corporal entre los dos amantes–, convertido en la tentación erótica que terminará por convertirlos en víctimas del amor.
Pero de este conjunto de sonetos «juveniles» el poema que tal vez ofrezca una mayor sensualidad sea aquel en el que Góngora (1582) trata el motivo del sueño erótico (Alatorre 2003Alatorre, Antonio.2003. El sueño erótico en la poesía española de los Siglos de Oro. México: Fondo de Cultura Económica., 102-103):
Ya besando unas manos cristalinas,
ya anudándome a un blanco y liso cuello,
ya esparciendo por él aquel cabello
que Amor sacó entre el oro de sus minas,
5 ya quebrando en aquellas perlas finas
palabras dulces mil sin merecello,
ya cogiendo de cada labio bello
purpúreas rosas sin temor de espinas,
estaba, oh claro Sol invidïoso,
10 cuando tu luz, hiriéndome los ojos,
mató mi gloria y acabó mi suerte.
Si el cielo ya no es menos poderoso,
por que no den los tuyos más enojos,
rayos, como a tu hijo, te den muerte.
9Véase Góngora (2019, 305-312).El carácter erótico que desprende el soneto podría venir avalado por la referencia que el comentarista gongorino Salcedo Coronel (1644Salcedo Coronel, García.1644. Segundo tomo de las obras de don Luis de Góngora comentadas. Madrid: Diego Díaz de la Carrera, Francisco Navarro, Pedro Laso., 461-462) hizo a las «glorias amorosas» que disfrutaba el poeta en su sueño, pero sobre todo lo ratificaba la censura del jesuita Juan de Pineda, a quien le pareció «indecente», y también –como señaló Jammes (1987Jammes, Robert.1987. La obra poética de don Luis de Góngora y Argote. Traducido por ManuelMoya. Madrid: Castalia., 302-303)– porque Pedro Espinosa (2005EspinosaPedro.2005. Flores de poetas ilustres. Editado por InoriaPepe y José MaríaReyes Cano. Madrid: Cátedra.) lo eliminó de sus Flores de poetas ilustres10Como ha señalado la crítica, Pepe y Reyes (2005, 553), Alonso (1982, VI, 368), el soneto se incluyó en los primeros ejemplares que se imprimieron de las Flores (f. 127v), pero en los siguientes se sustituyeron los ff. 126 y 127 por otros de diferente contenido y forma (papel y caracteres). Los epígrafes conservados del soneto subrayaban también el carácter erótico de ese sueño, como puede leerse en estos tres ejemplos: «Al Sol, culpándole por que salió, i le obligó a dejar las delicias desta, v de otra, dama» (Angulo y Pulgar 1639, 225r); «Híçolo el Poëta despechado de que, estando una noche con su dama, salió el sol i le obligó a dexarla. Pide a los dioses lo fulminen con sus raios, como a su hijo Phaetón quando gobernó el carro de su padre» (Rennert s.a., 43); «Qvéxase D. Luis en este soneto del sol, que impidió con su nueva luz las glorias amorosas que posseía» (Salcedo Coronel 1644, 461). En nuestro tiempo el profesor Orozco Díaz (2002, 59-60) subrayaba «la intensa voluptuosidad de las imágenes»..
Como había señalado Orozco (2002Orozco Díaz, Emilio.2002. Los sonetos de Góngora (antología comentada). Editado por JoséLara Garrido, Córdoba: Diputación de Córdoba., 60), el sueño «es la única realidad que se le ofrece al poeta» «para gozar de la visión de la amada», del mismo modo que lo expresará en otro soneto algo más tardío, «Varia imaginación que en mil intentos» (1584), en el que enfatiza «la fuerza de realidad de las representaciones que monta el sueño en su teatro sobre el viento armado». De nuevo, vemos el lamento del amante por la llegada del amanecer, que ha puesto fin a su noche de placer erótico. El sol, «invidioso», ha despertado al poeta de su feliz sueño en el que estaba gozando de una hermosa dama y, airado, le desea que unos rayos lo maten como le ocurrió a su hijo Faetón para que no vuelva a provocar «más enojos». La expresión directa de los verbos –besando, anudándome, cogiendo– y la anáfora de la conjunción, que subraya el crescendo del proceso erótico, ofrece una «visión viva de la acción amorosa», que es subrayada «con fuerza e intensidad» (Calcraft 1980Calcraft, R. P.1980. The Sonnets of Luis de Góngora. Durham: University., 34). A pesar de la forma idealizada en que el poeta presenta a la amada conforme a los parámetros de la tradición petrarquista, el poema muestra una evidente «carga sensualista» que convierte a la dama «en una mujer de carne y hueso» –como señaló Fernández Rodríguez (2009Fernández Rodríguez, Natalia.2009. «El amor en los sonetos de Shakespeare y Góngora: dos reacciones ante el petrarquismo». Revista de Filología 27: 75-87., 78)– y «lo espiritual se materializa y lo sacro se profana hasta el punto de convertir la gloria del undécimo verso en una unión de carácter puramente físico, mediatizada, eso sí, por la nebulosa del sueño»11En numerosas ocasiones se ha señalado el sentido erótico del término gloria con un variado significado («placer erótico», «orgasmo», «coito»); véase Whinnom (1981, 23), Alzieu, Jammes y Lissorgues (2000, 339) o Garrote (2020, 257)..
Y, desde luego, debe mencionarse el poema, algo más tardío y dechado de la maestría y dominio del soneto logrado por Góngora, que comienza «Descaminado, enfermo, peregrino» (1594), que es también un magnífico ejemplo de la sutileza en la expresión del encuentro sexual del poeta con una dama anónima y que parece evocar de alguna manera la experiencia vivida por el poeta durante el viaje que hizo el año anterior a Salamanca, donde cayó gravemente enfermo y tuvo que prolongar mucho más tiempo que el previsto su estancia en la ciudad del Tormes12Artigas (1925, 71-73) asoció este soneto a dicho viaje, como pone de relieve la enfermedad aludida y que de forma más concreta y extensa recrea en el soneto «Muerto me lloró el Tormes en su orilla», y en el que agradece al prelado la atención recibida, «Huésped, sacro señor, no: peregrino». La anécdota quedó reflejada, de algún modo, en este soneto, cuyo argumento resumió Angulo y Pulgar (1639, 219r): «Da a entender que iba enfermo y los trabajos que pasó, y que el haber visto esta hermosa dama le ha de costar la vida; así le fuera mejor andar perdido que llegar a morir enamorado a manos de su rigor»; y Salcedo Coronel (1644, 300): «Pondera D. Luis en este soneto su amorosa pasión, describiendo el suceso de uno que, habiendo perdido en obscura noche el camino, llegó a una cabaña donde le hospedaron y halló una hermosa serrana de quien se enamoró, aun no bien sano de las memorias de otro empeño»..
Al margen de las posibles lecturas personales y biográficas del soneto13La crítica no se ha puesto de acuerdo sobre la relación que el poema puede guardar con la experiencia vivida por el poeta durante ese viaje o sobre el carácter exclusivamente literario y ficticio del soneto. Puede recordarse la opinión de Salcedo Coronel (1644, 300), quien obvió su carácter autobiográfico del soneto, mientras que otros críticos (Alonso 1998, VII, 422-423; Jones 1966, 151; y Jammes 1987, 492) han señalado que el poema parecía inspirado en el recuerdo personal del viaje que hizo el poeta a Salamanca en 1593; Orozco (2002, 148) confiesa que «no es seguro precisar» «lo que de íntima experiencia amorosa pueda haber en este soneto»., lo cierto es que, de acuerdo con Micó (1990Micó, José María.1990. La fragua de las «Soledades». Barcelona: Sirmio., 40), hay que ponerlo en relación con la tradición literaria, pues «el autobiografismo amoroso convencional queda relegado al último verso y el uso de la tercera persona impone un distanciamiento tan deliberado como revelador». Y es precisamente la relación del poema con la tradición literaria –al menos con alguna de forma específica14Sobre las fuentes que pudieron inspirar a Góngora para la creación del poema puede verse Matas Caballero (2019, 575-582) donde se ofrece una información detallada.– la que avalaría su tonalidad y su la vinculación de su anécdota del soneto con el argumento de las serranillas de la tradición medieval castellana, tal y como sugirió Wardropper (1962Wardropper, Bruce.1962. «Góngora and the serranilla». Modern Language Notes LXXVII: 178-181., 178-181), y afirmaría su ramalazo erótico, a pesar de que en el soneto no vemos de manera evidente que el «asalto» de la dama culminara en «una unión sexual». Sí observamos, sin embargo, «la oferta explícita y pormenorizada de la mujer brava» y «una nostálgica pena amorosa del salteado» (Micó 1990Micó, José María.1990. La fragua de las «Soledades». Barcelona: Sirmio., 42). Es posible –como dice, con razón, Micó (1990Micó, José María.1990. La fragua de las «Soledades». Barcelona: Sirmio., 43)– que Góngora conservara «desleídos» «algunos elementos de la serranilla, como la “dulce saña” con que el desdichado caminante fue “salteado” por la “soñolienta beldad”», pero esa belleza femenina coincide con otras mujeres de la poesía de don Luis: las montañesas de la Soledad primera, vv. 233-266, y las serranas de Cuenca («En los pinares de Júcar»); todas tienen «manos blancas» y en los pies «pedazos de nieve y nácar», blancura que puede connotar un sentido erótico, como se observa en muchos textos áureos.
Descaminado, enfermo, peregrino
en tenebrosa noche, con pie incierto
la confusión pisando del desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.
5 Repetido latir, si no vecino,
distinto, oyó de can siempre despierto,
y en pastoral albergue mal cubierto
piedad halló, si no halló camino.
Salió el sol, y entre armiños escondida,
10 soñolienta beldad con dulce saña
salteó al no bien sano pasajero.
Pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera errar en la montaña
que morir de la suerte que yo muero.
Como recordaba Vilanova (1989Vilanova, Antonio.1989. «El peregrino de amor en las Soledades de Góngora» y «Nuevas perspectivas sobre el tema del peregrino de amor». Erasmo y Cervantes. Barcelona: Lumen, 410-446y 447-455., 454), Fernando de Herrera había concretado en la poesía española los elementos característicos del motivo petrarquesco del peregrino de amor, que ahora vemos en el soneto de Luis de Góngora, incluida la trimembración inicial: «sombra tenebrosa», «paso incierto», «desierto no tratado», «en confusión perdido», «errado». De hecho, el inicial verso trimembre bien pudo haberse inspirado en varios sonetos del Divino: «sin bien, perdido, ajeno de reposo», «sin luz, sin guía, en confusión perdido» (1985Herrera, Fernando.1985. Poesía castellana original completa. Editado por CristóbalCuevas. Madrid: Cátedra., 467 y 781); aunque, tal vez, Góngora –como advirtió Micó (1990Micó, José María.1990. La fragua de las «Soledades». Barcelona: Sirmio., 47)– «quería recoger de manera más precisa las tres dimensiones del descarrío (espacial, amorosa y moral), que vuelven a juntarse en otro endecasílabo trimembre de la Soledad primera: “náufrago y desdeñado, sobre ausente”».
Un «descarrío» que parece tener connotaciones eróticas que se precisarían, por ejemplo, en la metonimia con la que el poeta se refiere al vestido (quizá «ropa de levantar o acostar») de color blanco, armiños15«Para encarecer la blancura de alguna cosa decimos ser blanca como un armiño» (Covarrubias 1995, 118).. La sugerencia señalada por Micó (1990Micó, José María.1990. La fragua de las «Soledades». Barcelona: Sirmio., 51) de que el terceto puede relacionarse con la aparición de los novios, cuyas «batallas de amor» cerrarán la Soledad primera, contribuiría a enfatizar el sentido erótico del soneto, como también la dulce saña, es decir, el «suave furor», en feliz oxímoron, con el que la dama salteó al peregrino16El emblema LXXIX de Alciato (1985, 115) mostraba la imagen de una mujer vestida de piel de armiño y con el animalito para significar la lascivia.. En la misma línea interpretativa el verbo salteó contribuiría a resaltar el tono erótico, pues su uso sería una evidencia lingüística de la relación del soneto con las serranillas y sus prácticas amorosas. No debemos olvidar que, a partir del verbo, Wardropper (1962Wardropper, Bruce.1962. «Góngora and the serranilla». Modern Language Notes LXXVII: 178-181.) interpretó el poema como trasposición lírica del motivo de la Serrana de la Vera, cuya leyenda (una pastora que forzaba a los caminantes y después los mataba) dramatizaría años más tarde Luis Vélez de Guevara. El salteamiento –que no es posible reducirlo al acto sexual, como hizo Wardropper (1971Wardropper, Bruce, ed. 1971. Spanish Poetry of the Golden Age. New York: Appleton-Century-Crofts., 166)– también tiene su paralelismo en la Soledad primera (vv. 732-736).
EL MARIDO CORNUDO
⌅Si en el temprano corpus de sonetos amorosos «juveniles» de Góngora se ha podido observar la presencia de una decorosa sensualidad que había encontrado su formulación lírica en el ámbito de un petrarquismo cifrado en clave metafórica y simbólica, el erotismo continúa apareciendo en sus sonetos posteriores ampliando los márgenes literarios del petrarquismo y, consecuentemente, hallando nuevos registros y formas de expresión en los campos de la poesía satírica y burlesca. A este ámbito pertenecería el soneto «Por niñear, un picarillo tierno»17Sobre este soneto puede verse Matas (2010) y Matas (2019, 512-518). (1588), que recrea uno de los motivos habituales en la tradición de la poesía satírica y burlesca de contenido erótico, el de las relaciones adúlteras o de los cuernos, que en la poesía de Góngora se sitúa en la perspectiva de la mujer como la adúltera y el marido el que recibe los cuernos, sin que haya ninguna condena de tipo moral más allá del fin primordial y exclusivo de la risa que se pretende en el poema.
En el soneto «No os conozco, Isabel. Sin conoceros» (Góngora 2019Góngora, Luis de.2019. Sonetos. Editado por JuanMatas Caballero. Madrid: Cátedra., 1643-1646), que como es frecuente funciona con la estética del epigrama, el aprosdóketon (lo sorprendente, lo inesperado) y el fulmen in clausula (el rayo que cae sobre el lector justo en la frase final), el chiste picante surge a partir de la interpretatio nominis, la familia de las Becerra, beldades entre las cuales un elemento masculino puede convertirse para su riesgo e ignominia en «toro». El poema se podría estructurar en dos partes que muestran un fuerte contraste por el tema y el tono entre las tres primeras estrofas y la última, de modo que se observa una evolución desde la atmósfera de una idealizada belleza petrarquista, quintaesenciada en sus ojos y donaire, y el sufrimiento de amor provocado por la ausencia hasta el brusco cambio, en claro registro burlesco, en que el poeta, jugando con el apellido de las damas, becerras, le advierte que tanta ausencia podría convertirlo en un toro, es decir, en cornudo.
No os conozco, Isabel. Sin conoceros
vuestra beldad, vuestro donaire admiro,
y dividida en vuestros ojos miro
la claridad del sol en dos luceros.
5 Al ídolo hermoso que fue a veros,
ídolo de cristal y de zafiro,
presentadle en las alas de un suspiro
temores vanos, pero no ligeros.
Presentadle temores de un ausente,
10 celoso sí, mas no desesperado,
de un serafín que bate plumas de oro.
Teme, señora, y teme justamente,
que podría salir por desdichado
entre tantas becerras hecho toro.
El motivo de los cuernos suele aparecer ligado en los sonetos de Góngora al ámbito de los comediantes, siguiendo la tópica imagen que se tenía de la vida licenciosa que llevaban. Así, el soneto «Quedando con tal peso en la cabeza» recrea los cuernos que padece Vallejo, autor de comedias, a consecuencia de la vida alegre de su mujer, la actriz Luisa de Robles18A juicio de Jammes (1987, 394), este es «netamente superior» a los otros dos que el poeta dedicó a actores teatrales, parece «de autenticidad más segura». Para más información sobre el soneto véase Matas (2019, 1605-1610).:
EL ANTECRISTO
Quedando con tal peso en la cabeza,
bien las tramoyas rehusó Vallejo,
que ser venado y no llegar a viejo
repugna a leyes de naturaleza.
5 Ningún ciervo de Dios, según se reza,
pisó jurisdicciones de vencejo;
volar, a solo un ángel lo aconsejo,
que, aun de Roble, supone ligereza.
Al céfiro no crea más ocioso
10 toro, si ya no fuese más alado
que el del evangelista glorïoso.
«No hay elemento como el empedrado»,
dijo, y así el teatro numeroso
volar no vio esta vez al buey barbado.
En este sentido, quizás lo más destacado del soneto sea la isotopía creada por el poeta en torno al motivo de los cuernos: se observa, por ejemplo, en el primer verso y en la sucesiva mención de animales con cornamenta: venado, ciervo(v. 5), toro (v. 10) y buey barbado («el marido cornudo», v. 14); o en el juego de palabras que emplea el poeta en la expresión ciervo de Dios, aprovechando la ruptura de sistema siervo de Dios; con esa ruptura, facilitada por la peculiaridad seseante del poeta, tal vez pretendía subrayar la alusión maliciosa a la condición de «cornudo» del personaje. El uso de la perífrasis pisó jurisdicciones de vencejo, «se atrevió a elevarse a los cielos», también sugiere la altura de la cornamenta.
La interpretación del soneto A Valdés, autor de farsa, y a su mujer19Sobre la autoría y datación del soneto véase Matas (2019, 1230)., estructurado sobre un diálogo ficticio entre el actor y autor de comedias Pedro de Valdés y su mujer, la actriz Jerónima de Burgos, que era célebre por sus amores adúlteros, parece sustentarse –como ha señalado McGrady (1980McGrady, Donald.1980. «Explicación de un soneto de Góngora (Sabe el cielo, Valdés...). Más datos sobre Lope de Vega y Jerónima de Burgos». Homenaje a don Agapito Rey. Estados Unidos: Indiana University Press, 277-288., 282-283)– en el «cabal entendimiento de la relación que unía a los esposos Valdés» con Lope, quien «vendía sus comedias a Pedro de Valdés mientras mantenía relaciones íntimas» con su esposa20Al tiempo que se rompió la relación adúltera de Lope con la actriz, también quebraron las relaciones teatrales del Fénix con la compañía de Valdés, y el poeta aludía a esos episodios en su epistolario; véase, Matas (2019, 1230-1235).. Así pues, para McGrady, la sátira del soneto «recae sobre la depravación del matrimonio Valdés» y «para atestiguar su degeneración moral» alude a varios teatreros relacionados con ellos, en especial a Lope:
«Sabe el cielo, Valdés, si me ha pesado
que ese Gante te exceda en la paciencia,
pues, siendo conocida tu inocencia,
haya tan presto el mueble acrecentado.
5 Valdés, Valdés, nuestro supremo estado
descaecer lo veo con violencia.
Danos gatazos Lope con su ciencia;
Alicante nos chupa; yo he engordado.
Yo soy de parecer, Anteón mío,
10 que pues la vuelta ignoro, y Baltasara
se fue a ermitañear, ¿qué es lo que aguardo?»
Dijo Jeroma. Él respondió con brío:
«Pues no tenéis para teatro cara,
hagamos tabernáculo en el Pardo».
El poeta ofrece en los dos versos finales, que concentran el fulmen del soneto, un juego léxico que culmina de forma contundente su tono burlesco y su contenido erótico: dicho juego se sustenta en el contraste entre las palabras cara y culo (el término tabernáculo forma un perfecto calambur con las palabras taberna y culo) y teatro y taberna: «si no tienes ya cara para hacer teatro, aprovechémonos al menos de tu culo, por ejemplo, abriendo una taberna en el Pardo», donde Valdés se hallaría bien a su sabor, pues en ella podría seguir lucrándose del trabajo sexual de su mujer con los clientes21McGrady (1980, 287-288) dice que tabernáculo es una palabra compuesta que puede interpretarse como «una taberna que también será prostíbulo». La referencia al Pardo, que era famoso por sus venados, alude a los cuernos y, por lo tanto, a las relaciones adúlteras de la actriz. Como ha señalado Carreira (1984, 1031-1032), el poeta había mencionado el Pardo y, por lo tanto, aludido a sus connotaciones adúlteras y prostibularias en otros textos, como en El doctor Carlino (Góngora 2015, 284-285): «Si acaso noticia tienes, / mis prójimos en el Pardo / traen penachos tan solenes, / como a tu amigo Gerardo / orlan sus benditas sienes», vv. 331-335; y en las décimas «Musas, si la pluma mía», de 1606 (Góngora 2000, I, 247): «y si queréis todavía / el instrumento hacer dardo / contra el corcillo gallardo, / dejad el bosque y venid, / que las calles de Madrid / arrabales son del Pardo», vv. 5-10..
EROTISMO CLERICAL
⌅Aunque hombre de Iglesia desde los catorce años, no resulta extraño observar un tono «anticlerical» en su poesía, en la que en ocasiones muestra su mirada irónica y divertida sobre sí mismo y ante la actitud un tanto licenciosa y ligera del clero (Jammes 1987Jammes, Robert.1987. La obra poética de don Luis de Góngora y Argote. Traducido por ManuelMoya. Madrid: Castalia., 93), como se ve en las letrillas «Ya de mi dulce instrumento», «Cura que en la vecindad», «Allá darás, rayo», en la décima «No me pidáis ya más, hermanas» o en el soneto que le dedicó a una de las monjas a las que don Luis «cortejó castamente» (Jammes 1987Jammes, Robert.1987. La obra poética de don Luis de Góngora y Argote. Traducido por ManuelMoya. Madrid: Castalia., 351), «Señora doña Luisa de Cardona» (Góngora 2019Góngora, Luis de.2019. Sonetos. Editado por JuanMatas Caballero. Madrid: Cátedra., 566-570). Desde luego, ni la actitud del poeta ni el atrevido contenido del soneto agradaron al incondicional comentarista gongorino Salcedo Coronel (1644Salcedo Coronel, García.1644. Segundo tomo de las obras de don Luis de Góngora comentadas. Madrid: Diego Díaz de la Carrera, Francisco Navarro, Pedro Laso., 686), quien, tras resumir su argumento –«refiere irónicamente el desasosiego que le causó su visita, y pídela que se acuerde dél cuando hiciera alguna conserva»–, declinó cualquier otro comentario: «no necesita más explicación, ni se permite»22Poco más dijo Angulo y Pulgar (1939, 239v) en su resumen del argumento del poema: «Búrlase de su hermosura, dícele q[ue] tiene más de un devoto y júrale por ellos q[ue], de muy aficionado a su persona, está sin sentido cuando duerme, y pídele q[ue] se acuerde dél cuando haga alguna conserva»..
Señora doña Luisa de Cardona,
del bel donaire y del color quebrado,
así goce el galán iluminado
y logre la capilla cagalona,
5 que de su vista queda la persona
con ciertos dolorcillos en un lado,
que, si no son dolores de costado,
son flechas del que a nadie no perdona.
Mil ratos he pasado sin sentido
10 después que Dios no quiere que la vea,
quiero decir, los que pasé durmiendo.
Si ausencia por allá no causa olvido,
cuando en melada trate o en jalea,
en sus manos mi espíritu encomiendo.
El soneto ofrece una mezcla entre amor profano y sagrado y, parece, parece mostrar un claro sentido erótico ya desde el comienzo cuando el poeta subraya la belleza física de la dama con la expresión bel donaire –el epíteto presenta una forma italianizante, con apócope, relativamente habitual en la poesía del Siglo de Oro–, «buen donaire», que puede apuntar tanto al plano del ingenio como al del atractivo físico: «Discreción y gracia en lo que se dice»; «Gallardía, gentileza, soltura y agilidad airosa de cuerpo para andar, danzar» (DRAE). La referencia a la belleza corporal parece cobrar fuerza en los versos siguientes cuando el poeta menciona la capilla cagalona de la dama, que, según Alemany (1930Alemany y Selfa, Bernardo.1930. Vocabulario de las obras de Don Luis de Góngora y Argote. Madrid: Tipografía de la «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos»., 185), «denota» la pars pudenda muliebris, «lo que no denominamos por decencia». A la misma intención erótica apunta la idea de que el galán goce el bel donaire y logre la capilla cagalona, es decir, el trasero de la dama. En el mismo sentido pueden entenderse los dolorcillos en un lado (vv. 5-7), como una metáfora con la que el poeta se refiere al mal de amores o al sufrimiento que provoca el amor, como se ratifica con las flechas que ha recibido del insobornable Cupido («del que a nadie no perdona»)23En el romance «En la pedregosa orilla» (1582), Góngora (1998, I, 249) había usado una expresión similar para referirse al sufrimiento amoroso que padecía Galayo, aumentado por la ausencia de la amada Teresona: «cuanto la terrible ausencia / le comía medio lado», vv. 31-32.. Y, más adelante, en los vv. 12-14, el poeta juega con el significado recto y enfatiza la alusión erótica en este terceto al pedir a la monja que cuando tenga las manos metidas en sustancias viscosas («cuando en melada trate o en jalea») se acuerde de él, que, parafraseando las célebres palabras finales de Cristo, tendrá encomendado su espíritu a ella, o sea, que la estará evocando, a su vez, quién sabe en qué otras circunstancias24No puede olvidarse, por otra parte, el posible calambur que puede formar encomiendo, «en comiendo», y el sentido erótico del verbo comer como futuere (Alzieu, Jammes y Lissorgues [2000, 130, 220, 260, etc.] ofrecen numerosos ejemplos; Garrote 2020, 252), si bien en estos versos espíritu podría referirse metafóricamente al cuerpo o al deseo del poeta..
El contenido erótico del soneto «Yace debajo de esta piedra fría» (Góngora 2019Góngora, Luis de.2019. Sonetos. Editado por JuanMatas Caballero. Madrid: Cátedra., 741-747) ya venía subrayado sobre todo por los comentarios25Angulo y Pulgar (1639, 229r): «Satirízala dello, y de que le duró veintidós años, que en su casa (donde siempre vivió ociosa) encubría religiosos de todas órdenes y damas y galanes de todos estados. Dice que murió apriesa y mandó a una prima sus oficios, y caudal de frailes en que trató a sus amigas». Sin embargo, el remilgado comentarista gongorino Salcedo Coronel (1644, 601) se limitó a subrayar el contenido atrevido y malicioso del soneto: «Su jocosa malignidad no necesita de interpretación, pues el que ignorare el misterio de su sentencia puede contentarse con la gala de su numerosa locución». y censuras26El contenido «irreverente» y erótico del soneto no pasó desapercibido al padre Horio (1627), quien vio en él materia de trabajo para la Inquisición: «Este soneto, fuera de ser libelo infamatorio contra el estado religioso, es contra las buenas costumbres y es levemente sospechoso de luterano, cuyos errores comenzaron a dilatarse haciendo mofa y escarnio de las personas religiosas; y aquí moteja de amancebados a todos los religiosos y así es escandalosa y malsonante toda la letra y tiene calidad del oficio». También el jesuita Pineda censuró el soneto, cuya intención satírica interpretó acertadamente: «y en el último verso, “a quatro amigas, cuatro mil coronas”, nota a eclesiásticos religiosos y sacerdotes de corona». que recibió en su tiempo. Como ha señalado Poggi (1997Poggi, Giulia, ed. 1997. Luis deGóngora. I sonetti. Roma: Salerno Editrici., 446), el poeta juega con el apellido del caballero de la Cerda, «crin», y estructura el soneto sobre una prolongada alusión a las tareas de la costura, entendidas como metáforas de prácticas sexuales, que tan frecuentes resultaban en la literatura áurea27De hecho, el poeta ya la había empleado en su célebre romance «Ahora que estoy despacio»: «ellas ponían el dedal / y yo ponía la aguja» (Góngora 1998, I, 448); véase Bonilla (2011, 73-75); y sobre el significado sexual de los términos de la costura, Garrote (2020, 178-179 y 203). Por otra parte, Góngora asocia el apellido Cerda a estos instrumentos de mortificación, como se observa en sus décimas «No os diremos, como al Cid», de 1600, vv. 51-60, y en la que comienza «Flechando vi con rigor», de 1607, dedicada a doña Brianda de la Cerda (Góngora 2018, 52 y 90-91).:
Yace debajo de esta piedra fría
mujer tan santa, que ni escapulario,
ni cordón, ni correa, ni rosario,
de su cuerpo jamás se le caía.
5 Trajo veintidós años, día por día,
un cilicio de cerdas ordinario;
todo el año ayunaba a San Hilario,
porque nunca hilaba ni cosía.
Fue su casa un devoto encerramiento
10 donde iban a hacer los ejercicios
y a llorar sus pecados las personas.
Murió sin olio, no sin testamento,
en que mandó a una prima sus oficios
y a cuatro amigas cuatro mil coronas.
Todos los términos, además de su significado religioso con el que se indica aparentemente el carácter piadoso de la dama, remiten metafóricamente al campo erótico, en concreto al acto sexual con todos los personajes que portaban esos objetos religiosos (escapulario, cordón, correa y rosario), evidenciando la pertenencia a la Iglesia de sus «beneficiados» varones. El poeta muestra cómo la dama estuvo vinculada durante veintidós años, diariamente, con un caballero que fue para ella, al parecer, un suplicio, pues ni la satisfacía sexualmente ni, por supuesto, permitía que otros lo hicieran por él. A consecuencia de la abstinencia forzosa a la que la obligaba su amigo, –como explicó Granja (1996Granja, Agustín de la.1996. «Fondo satírico y trasfondo erótico en la poesía del Siglo de Oro (A propósito del soneto No sois, aunque en edad de cuatro sietes)». Estudios sobre Góngora. Córdoba: Ayuntamiento de Córdoba y Real Academia de Córdoba, 101-131., 129)– «su casa se convierte en un desfile de frailes que la gozan febrilmente», como sugiere la expresión devoto encerramiento, «encierro de devotos», según la acepción sexual que este término asume también en los sonetos «Gracias os quiero dar sin cumplimiento» (1608) y «La Aurora de azahares coronada» (1619), que viene confirmada por la terminología religiosa del verso siguiente (ejercicios muy poco espirituales y pecados fácilmente reconocibles) y, por supuesto, por el término llorar, que, además del sentido recto, metafóricamente se refiere a «eyacular», significado que se refuerza por el término «pecados»28En Alzieu, Jammes y Lissorgues (2000, 155, 216, 242, 259, 299) se ofrecen varios ejemplos. El propio Góngora (2000, I, 593) había empleado la metáfora en la décima «Con Marfisa en la estacada» (1624): «¿Qué mucho, si levantada / no se vio en trance tan crudo, / ni vuestra vergüenza pudo / cuatro lágrimas llorar, / siquiera para dejar / de orín tomado el escudo?», vv. 7-10..
Entre otros muchos aspectos, el sentido erótico del soneto se sustenta obviamente en el léxico, desde el nombre San Hilario, que es una metáfora y una personificación del «miembro viril», ligado a los verbos «hilar» y «coser», cuyo significado metafóricamente remite al «acto sexual» (Alzieu, Jammes y Lissorgues 2000Alzieu, Pierre, Jammes, Robert y Lissorgues, Yvan.2000. Poesía erótica del Siglo de Oro. Barcelona: Crítica., 135)29Véase Jammes (1987, 82-83), Granja (1996, 117-130), que ofrece buenos ejemplos y bibliografía. El poeta emplea el nombre del «santo» en otro soneto: «No sois, aunque en edad de cuatro sietes». Por otra parte, la h de hilaba debe pronunciarse de forma aspirada para evitar la sinalefa y respetar así el cómputo silábico del endecasílabo., a palabras como prima, un término propio del léxico de la mancebía para referirse a las colegas de oficio (así puede recordarse que las prostitutas de La Celestina son «primas» unas de otras); oficios, con un posible valor disémico, de manera que el poeta parece referirse, por un lado, a los «oficios de difuntos» cuando muriera la dama y, por otro, a sus «oficios o habilidades sexuales»; amigas, que tiene el mismo sentido que «primas»; o coronas, «curas» (sinécdoque pars pro toto que el poeta había usado ya en su letrilla «Ya de mi dulce instrumento»).
Otro ejemplo del erotismo en el ámbito clerical nos lo ofrece el soneto «Antes que alguna caja luterana»30Sobre la cuestión de la autoría, la fecha de composición y el posible destinatario del soneto puede verse mi edición de los Sonetos de Góngora, Matas (2019, 1265-1267)., cuya estructura –como observó Poggi (1997Poggi, Giulia, ed. 1997. Luis deGóngora. I sonetti. Roma: Salerno Editrici., 498)– sobre la usual alternancia sexual (delante y detrás), aquí propiciada por los géneros, masculino y femenino, de los dos protagonistas, ya nos sugiere un sentido metafórico, como personificación de los dos órganos de placer:
Antes que alguna caja luterana
convierta a Hernandico en mochilero,
y antes que algún abad y ballestero
le dé algún saetazo a Sebastiana,
5 procuradles, hoy antes que mañana,
como padre cristiano y caballero,
a la una un seráfico mortero,
al otro una domínica campana.
Si os faltare la casa de los locos,
10 no os faltará Aguilar, a cuyo canto
salta Pan, Venus baila y Baco entona.
Él se aprovechará de vuestros cocos,
de su rabazo vos, que es todo cuanto
se pueden dar un galgo y una mona.
El sentido erótico del soneto tal vez pueda verse en la mención de la caja luterana, metáfora con la que parece referirse al «trasero», como indicaría la terminación del adjetivo y la simbología del sustantivo, pues luterana podría sugerir un falso juego etimológico que aludiría al «útero» y al «ano», y mochilero referirse al que está delante, en cuanto portador de la mochila31Sin embargo, no se puede descartar la posibilidad de que caja luterana no signifique o no tenga solo un sentido sexual –una doble significación que resultaba tan frecuente en los textos eróticos (Garrote 2020, 79-100)– y se refiera a «tambor o caja de guerra luterano» que llame a la guerra o a filas a Hernandico, y este tenga que convertirse en mochilero para ganarse (y jugarse) la vida.. A través de la simple alusión (abad y ballestero) el recuerdo del refranero («Abad y ballestero, mal para los moros») suscita el «anticlericalismo popular» (Jammes 1987Jammes, Robert.1987. La obra poética de don Luis de Góngora y Argote. Traducido por ManuelMoya. Madrid: Castalia., 84); el término ballestero subraya la imagen erótica del personaje, pues ballesta, de acuerdo con la tradición folklórica, se refiere al órgano sexual masculino (Alzieu, Jammes y Lissorgues 2000Alzieu, Pierre, Jammes, Robert y Lissorgues, Yvan.2000. Poesía erótica del Siglo de Oro. Barcelona: Crítica., 72-73)32En efecto, «el papel corruptor de los curas es uno de los temas predilectos del refranero», como puede verse en estos otros que selecciona: «Más quiere el cura a mi mujer que a mí a par dél», «Sin clérigo y palomar, tendrás limpio el lugar», «Ni por lumbre, a cas del cura va la moza segura», etc.. Con solo citar una parte del proverbio en el contexto donde lo usa, «adquiere un sentido erótico del que carecía originariamente, para evocar de pasada, y una vez más, la imagen tradicional del clérigo peligroso para la virtud de las muchachas»33Según Jammes (1987, 84), es el «mismo anticlericalismo de origen medieval que aparece en las poesías satíricas en las que se trata de cosas religiosas. Esta intención bien determinada de calcar su filosofía sobre la tradicional y casi arcaica del refranero es un medio cómodo para Góngora de rechazar una filosofía más moderna».. En este caso Sebastiana podría ser víctima de un saetazo, entendiendo la saeta –como se ha podido ver en Alzieu, Jammes y Lissorgues (2000Alzieu, Pierre, Jammes, Robert y Lissorgues, Yvan.2000. Poesía erótica del Siglo de Oro. Barcelona: Crítica., 46-47)– como el órgano sexual masculino, por parte del abad y ballestero.
Frente a la ingenua explicación ofrecida por Salcedo Coronel de los versos 7-834Salcedo Coronel (1644, 599): «Procurad que la hija entre, aunque sea a servir en algún monasterio de monjas del seráfico san Francisco»; «Y solicitad con mucha brevedad que el hijo sea religioso de algún convento de santo Domingo»., parece más acorde con el sentido erótico del soneto pensar –como señaló Poggi (1997Poggi, Giulia, ed. 1997. Luis deGóngora. I sonetti. Roma: Salerno Editrici., 498)– que, atraída por el cristiano del verso precedente, la sátira anticlerical se modula sobre la dialéctica de dantesca memoria entre orden franciscana y dominica, respectivamente remedio de los ardores insatisfechos de Sebastiana (seráfico mortero) y Hernandico (dominica campana), de manera que mortero tendría el sentido de órgano sexual masculino y campana, del femenino35Bien es cierto que la mano de mortero (o de almirez) designa el órgano sexual masculino y, correlativamente, el mortero, el femenino (Alzieu, Jammes y Lissorgues 2000, 229-230). No puede olvidarse que seráfico significa también «placidez angelical», que, en este caso, sería la placidez que le proporcionaría el «mortero». Por otra parte, tal vez no deba descartarse la posibilidad de una maliciosa cacofonía de corte escatológico en «dominica campana»..
En un manuscrito se anota al margen que «Aguilar fue un mulato músico»36En el manuscrito B2362 de la Hispanic Society of America (s. a. f. 52v). y también –como había señalado Alonso (1982Alonso, Dámaso.1982. Obras completas. VI: Góngora y el Gongorismo. Madrid: Gredos., VI, 55)– era «intermediario en ambientes venéreos y báquicos»37El poeta había mencionado a este mulato («moreno de cara») en otros textos, como en el soneto «Deja las damas, cuyo flaco yerro», v. 5, (Góngora 2019, 1116), y en el romance «Dejad los libros ahora» (1590), v. 100, que algún ms. anotó que se llamaba Aguilar (Góngora 1998, I, 523).. El cierre del soneto corrobora el sentido erótico, pues el mulato Aguilar se aprovechará de vuestros cocos, es decir, «señas o expresiones amorosas», o quizás «rosario de cocos», «unas viejas, ensartadas en coche, que como parecen micos, esas le harán cocos al vivo» (Auts.), mientras que el destinatario del soneto, de su rabazo, que tiene un valor disémico, de forma que puede referirse no tanto al «golpe que dan los animales con el rabo», sino al del mulato con su «órgano sexual». Finalmente, Aguilar es asociado con un perro, ahora un galgo; como ha sugerido Poggi (1997Poggi, Giulia, ed. 1997. Luis deGóngora. I sonetti. Roma: Salerno Editrici., 499), un galgo y una mona se relacionaría con los primeros versos: Hernandico (que, como un perro, está detrás) y Sebastiana (lista, como una mona, para ser poseída).
HOMOSEXUALIDAD, SODOMÍA
⌅Angulo y Pulgar (1639Angulo y Pulgar, Martín.Poesías y cartas de Góngora. 1639. Ms. B87-V3-10 (R. 6644, ant. 20 / 4 / 6). Palma de Mallorca: Biblioteca de la Fundación Bartolomé March., 227v) había sugerido el motivo erótico del soneto «Hay entre Carrïón y Tordesillas» (Góngora 2019Góngora, Luis de.2019. Sonetos. Editado por JuanMatas Caballero. Madrid: Cátedra., 1255-1259): «Pretendía uno dellos un oficio (según finge o se infiere del verso 9) con que tendría libertad de usar su torpeza, y dice que se le den porque la use, con que le hace incapaz dél, y le satiriza su viciosa costumbre». En efecto, el poeta recrea la condición homosexual de «dos vecinos de Castilla» muy «particulares» a partir del juego de palabras con los nombres de tres localidades de Castilla –que también podrían ser tres apellidos: Carrión, Tordesillas y Olivares–, que quedan relativamente cerca entre sí: Carrión, al norte de Palencia; Tordesillas, al sur de Valladolid; y entre ambas, Olivares. Sin embargo, la base del chiste erótico u homosexual se sustenta en el valor polisémico o metafórico que los términos particular38El poeta ha empleado este recurso en otras ocasiones, como señaló en nota Angulo y Pulgar (1639, 227-228r), en el soneto «¡Oh qué malquisto con Esgueva quedo» (1603): «peón particular, quitado el parte» (v. 10); y Brockhaus (1935, 180-181) señaló un uso similar en el romance «Al corral salió Lucía»: «echó al sol, como el sol mismo, / todo su particular» (vv. 1-4). También usó el término con el mismo sentido Juan de Salinas (1987, 188-194) en el romance citado: «mas ninguno tan solemne, / ni tan en particular», vv. 55-56., rabo, arrabales, rabeles, terrojo39Aunque no se trate de un trabajo filológico, Camilo José Cela (1988, vol. 2, s. v. «terre») recogía en su Diccionario del erotismo el término terre con el significado de «culo» y citaba el refrán castellano de la colección de Francisco Rodríguez Marín: «En los meses que no tienen erre, no te arrimes al terre», glosándolo así: «El vulgo sevillano suele llamar terre a las nalgas». De esta forma, terrojo podría ser un neologismo compuesto de terre-ojo, que significaría de forma redundante «culo». Véase también Nardoni (2006, 64)., ojo40Como ha señalado Poggi (1997, 521), el cierre del soneto remite, por un lado, al modismo licencioso (dar lo suyo para indicar el cumplimiento del acto sexual) y, del otro, retoma la metáfora municipal iniciada en el v. 9 (vara como verga simbólica de los poderes del alcalde, pero también de su sexo)., adquieren en el texto, cuyos significados son «rabo», «culo» o «ano», como elementos imprescindibles en la práctica de la sodomía. Puede observarse cómo algunas de esas palabras (arrabales41Góngora (1998, II, 37) usa el mismo término con igual sentido en el romance «Temo tanto los serenos» (1596): «Buenas noches, gran señor / del pueblo de Gruñimaque, / y tan buenas, que el doctor / no os ronde los arrabales», vv. 61-64; Brockhaus (1935, 181) recuerda que se halla un uso similar del término en los versos finales del citado romance «Al corral salió Lucía»: «Dio vuelta a Fuenterrabía / y recorrió su arrabal, / y acabó donde comienza / el pecado original». Por supuesto, también la vemos en el romance que compuso en 1592 el poeta Juan de Salinas: «En Fuenmayor, esa villa, / grandes alaridos dan, / a fuego tocan a prisa, / que se quema el arrabal», vv. 1-4., rabeles, Rabadán) mantienen un falso parentesco con el campo lexemático rab-o, que puede referirse también a la zona del cuerpo en la que está el rabo, es decir, el «culo»42Estos juegos de palabras que facilitan el chiste sexual resultaron muy frecuentes en la poesía erótica de la época, de la que puede ser un buen botón de muestra el citado romance «En Fuenmayor, esa villa» de Juan de Salinas (1987, 188-194)..
Hay entre Carrïón y Tordesillas,
en Castilla la Vieja, dos lugares
de dos vecinos tan particulares,
que en su particular tienen cosquillas.
5 Todas son arrabales estas villas
y su término todo es Olivares;
sus campos escarchados, que a millares
producen de oro y plata a maravillas.
Ser quiere alcalde de una y otra aldea
10 Gil Rabadán, pero reprocha alguno
que aprieta a los rabeles el terrojo.
Por justo y por rebelde es bien lo sea,
porque les dé lo suyo a cada uno
y les meta la vara por el ojo.
Desde luego, el contenido erótico del soneto se concreta lingüísticamente en todos los términos mencionados y en otros como terrojo o vara43El término vara tiene un valor dilógico como «la vara que llevan los alcaldes» y «miembro viril», como se observa, por ejemplo, en La gitanilla de Cervantes (2013, 37), donde Preciosa hace la buenaventura a la «señora tenienta» y le dice: «Riñes mucho y comes poco: / algo celosita andas; / que es juguetón el tiniente, / y quiere arrimar la vara»., en la onomancía (Gil Rabadán44En el citado romance de Juan de Salinas también vemos el uso del término con un sentido similar: «¿cuánta más gloria merece / este otro gran rabadán», vv. 49-50.), o expresiones (les dé lo suyo45La metáfora verbal fue empleada por Góngora en la letrilla atribuida «Señores, yo estoy corrido»: «dando lo suyo a quien gusta», v. 85, y Jammes (2001, 200), tras comentar que es un «chiste corriente», remitía a la Floresta de poesía erótica, página 109, nota 12 (en su edición de 1963, 334, remite a Francisco Asensio, Floresta española, Madrid, 2.ª ed., 1910, 486: «A la muger de un Juez poco honesta dixo uno: Este juez es preciso que sea justo, teniendo en casa la misma justicia, que da lo suyo a cada uno»).) que metafóricamente remiten a la práctica de la sodomía.
PROSTITUCIÓN, ENFERMEDAD VENÉREA
⌅El soneto «Mientras Corinto, en lágrimas deshecho», de 1608 (Góngora 2019Góngora, Luis de.2019. Sonetos. Editado por JuanMatas Caballero. Madrid: Cátedra., 858-862), trata sobre el poder corruptor del dinero y sus efectos sobre la mujer, como revelaban tanto sus epígrafes como el resumen de Angulo y Pulgar46Angulo y Pulgar (1639, 227v): «Mientras alguno, amante, solicita una dama, ella se rinde al dinero, q[ue] con él más puede un viejo que un mancebo con puro amor: q[ue] del interese ni de un trato doble ni aun Tremecén está seguro, cuanto menos lo estará una mujer». La idea de que el dinero tiene un gran poder destructor, corruptor, o, en definitiva, que todo lo puede, resulta tópica en la tradición literaria española desde la Edad Media y se cultivó de forma extraordinaria en la poesía del Siglo de Oro; pueden verse, entre otros, los estudios de Geisler (2013) y Pedraza, González Cañal y Marcello (2016).. La crítica al dinero permitía a Góngora unificar su sátira contra las mujeres, la corte, la justicia, los médicos, etc.47El dinero fue el destinatario de la crítica de Luis de Góngora, sobre todo a partir de 1600, fecha de composición, por ejemplo, de la letrilla «Los dineros del sacristán», pero desde entonces el tema tendrá gran protagonismo en su obra, como ha señalado Jammes (1987, 66-69): «Dineros son calidad» (1601), «Tenía Mari Nuño una gallina» (1616), «Pondérenos la experiencia» (1624). Angulo y Pulgar (1639, 227v) en su anotación marginal, a la altura de los versos 2-5, establece la semejanza existente entre el soneto y la canción Contra el interés, de 1616, «Tenía Mari Nuño una gallina», en concreto «est. 2»; y la décima A una dama que, habiendo dejado un galán por otro más rico, volvía a procurar su amistad, de 1625, «Tu beldad, Clori, adoré».. En este caso, el poeta trata de forma específica el conflicto entre Amor e Interés, de manera que nos presenta al desdichado amante, Corinto, deshecho en lágrimas que vierte inútilmente, pues no podrá evitar que su amada Lice venda la mitad de su lecho amoroso, es decir, sus favores sexuales, a un viejo rico48La explicación que hace Salcedo Coronel (1644, 526) del comienzo del soneto subraya su sentido, que parece seguir la sentencia de Publilius Syrus (85 a. C.-43 a. C.): «Muneribus est, non lacrimis, meretrix misericors» (2011) [«Son los regalos, no las lágrimas, los que logran ablandar a una cortesana»], sententia 50 (83).:
Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,
la sangre de su pecho vierte en vano,
vende Lice a un decrépito indïano
por cien escudos la mitad del lecho.
5 ¿Quién, pues, se maravilla de este hecho,
sabiendo que halla ya paso más llano,
la bolsa abierta, el rico pelicano
que el pelicano pobre, abierto el pecho?
Interés, ojos de oro como gato,
10 y gato de doblones, no Amor ciego,
que leña y plumas gasta, cien arpones
le flechó de la aljaba de un talego.
¿Qué Tremecén no desmantela un trato,
arrimándole al trato cien cañones?
El poeta confiesa con tono satírico burlesco cómo ahora el viejo (pelicano) que se acerca a la dama con la bolsa abierta, es decir, con sus cien escudos, halla franco el paso (más llano), mientras que el joven amante pobre, aunque se abra el pecho por amor, como hace el pelícano para dar de comer a sus hijos, verá frustrado su deseo. El Interés, cual ojos de oro (monedas) y gato de doblones (bolsa) –y no el ciego Amor que desperdicia sus flechas (leña y plumas) –, con cien arpones (cien monedas o escudos) sacados de la aljaba de un talego (de la bolsa) flechó el corazón de la dama. El poeta, usando el tópico de la militia amoris, asocia la conquista amorosa de la mujer con la toma militar de una plaza, aunque en ambos casos coinciden en la facilidad de la operación realizada con el empleo del dinero, como un trato comercial.
La maldición que cayó sobre el soneto «¿Las no piadosas martas ya te pones» (Góngora 2019Góngora, Luis de.2019. Sonetos. Editado por JuanMatas Caballero. Madrid: Cátedra., 1288-1293) no se quedó en la censura de Juan de Pineda (1627Pineda, Juan de.1627.«Censura». Dos censuras inquisitoriales de las “Obras en verso español del Homero español”» (1628), editado por MathildeAlbisson. 2020. https://obvil.sorbonne-universite.fr/corpus/gongora/1628_censuras#body-2) –«es sucio y nota a Italia de mal pecado»–, pues algún que otro erudito también mostró su rechazo, como hiciera el paisano de Góngora, el polígrafo Ramírez de las Casas-Deza49Ramírez de las Casas-Deza, Borradores de Góngora; leg. 11, sobre Góngora, n.º 61 (s. a. y s. fol.)., cuya más tardía opinión no fue más benevolente que la del jesuita: «Soneto sodomita, sin chiste e indigno del peor poetastro». Estos pareceres subrayan el carácter erótico del soneto, que también había sido sugerido por Angulo y Pulgar (1639Angulo y Pulgar, Martín.Poesías y cartas de Góngora. 1639. Ms. B87-V3-10 (R. 6644, ant. 20 / 4 / 6). Palma de Mallorca: Biblioteca de la Fundación Bartolomé March., 228v) en su interpretación50Angulo y Pulgar (1639, 228v): «Sacó una ropa, forradas las delanteras en martas, y satirízale abierta y galanamente su interese, su maltrato, sus mudas y afeites, su mala vida y su sensualidad con todas naciones. Dícele que, si forró las delanteras de la ropa, por la humidad que en la suya tiene, que la Italia (a quien de paso da mote del pecado nefando) se queja de que no forrase las traseras de la ropa, habiendo ganado con la suya las martas con que forró las delanteras»., o por el comentario que se podía leer en el manuscrito Rennert [R] (s. a. 82), donde se precisa que está dirigido contra cierta «dama gallega que, habiendo estado en Italia, y ganado con su cuerpo buen caudal por delante y por detrás, volvió a España rica, y muy adornada con ropa forrada en martas». Ciertamente, el soneto nos presenta a una cortesana que es muy activa sexualmente, como evidencian los cuartetos; y, según se subraya en los tercetos, muestra una clara «ambivalencia sexual» –como ha señalado Jammes (2014Jammes, Robert.2014. «“Palabras sucias y deshonestas” en la poesía de Góngora». «Hilaré tu memoria entre las gentes». Estudios de literatura áurea (en homenaje a Antonio Carreira). Coordinado por AlainBègue y AntonioPérez Lasheras. Francia –España: Université de Poitiers – Prensas Universitarias de Zaragoza, I, 95-116., 104)–, pues recibe por delante y por detrás51Parece tratarse de la misma destinataria que la del soneto «De humildes padres hija, en pobres paños», Isabel de la Paz, según indican los epígrafes de algunos buenos manuscritos: Angulo y Pulgar [AP] (1639, 228v) o Foulché-Delbosc [FD2] (f. 45v) o TR (1622, 38r)..
¿Las no piadosas martas ya te pones,
guerra de nuestras bolsas, paz de Judas,
puta con más mudanzas y más mudas
que un saltarelo o que cien mil halcones?
5 Martas gallegas son, no te me entones,
primas de esparto por lo peliagudas,
y ganadas al fin con las ayudas
que te han echado cuatro o seis figones.
Delanteras forraste con cuidado
10 de la húmida siempre delantera
que lluvias españolas han mojado;
aunque la Italia siente en gran manera
que la trasera no hayas aforrado,
habiéndolas ganado la trasera.
El sentido latente o metafórico del lenguaje del soneto remite a su contenido erótico, según se ve en algunos de sus términos y expresiones (delanteras-trasera, ganar/perder, ayudas52Para ambos casos puede verse, respectivamente, Alzieu, Jammes y Lissorgues (2000, 202-204; 21)., echar53Alzieu, Jammes y Lissorgues (2000, 79, 192, 258, 287...) y Garrote (2020, 255)., figones54Covarrubias (1995), que lo relaciona con ficus, «higo», precisa que la palabra se aplica «a los pacientes abominables del pecado nefando», y cita un dístico conocido de Marcial: Ut pueros emeret Labienus..., XII, 34. En Diccionario de Autoridades podemos leer que figón también «se solía tomar por el paciente en el pecado nefando». Hay textos en los que estos figones adoptan un papel muy activo, como parece el caso de nuestro soneto. El poeta había usado el término en la décima que empieza «Musas, si la pluma mía», de 1606: «y es el mal, que es un figón / el paseado también, / y en la calle no lo ven, / porque anda trasero y bajo, / que ginoveses y el Tajo / por cualquier ojo entran bien», vv. 75-80 (Góngora 2000, I, 249); también lo podemos ver en su comedia Doctor Carlino, en la que Casilda dice: «Nunca tratara mi hermana / con el figón que trató, / porque no aprendiera yo / cualque parola toscana», vv. 749-752, un término de origen italiano que significa «abernero» (Góngora 2015, 308)., húmida, lluvias españolas, Italia55Como señaló Brockhaus (1935, 222), puede verse una alusión similar en la Premática y aranceles generales de Quevedo: «los declaramos por necios de cosa juzgada y por sospechosos en el pecado nefando, pues las traseras no valen sino en Italia»., hayas aforrado), como, entre otras, en la palabra mudas, que, además de «afeites para el rostro», como los «cambios o mudas» (así, las de las plumas de los halcones) o «como movimientos acompasados en el baile» (como el saltarelo que después se nombra), parece tener un significado más malicioso, pues al decir de Pfandl (1929Pfandl, Ludwig.1929. Introducción al siglo de oro. Barcelona: Editorial Araluce., 172-173), la «sífilis» era conocida con «el nombre de enfermedad de las bubas; vulgarmente, se la conocía con el de mudas o mal francés». Puede observarse, por otra parte, cómo el juego paronomástico mudanzas… mudas incide sobre el topos de la mudanza femenina y sus nefastas consecuencias.
SEXO EN EL MATRIMONIO
⌅El soneto «Comer salchichas y hallar sin gota» (Góngora 2019Góngora, Luis de.2019. Sonetos. Editado por JuanMatas Caballero. Madrid: Cátedra., 1647-1652) trata sobre las penalidades del matrimonio, visto desde una perspectiva masculina y, ciertamente, misógina56El tema ha gozado de larga tradición literaria, pues sus primeros tanteos se remontan a tiempos de Juvenal (60-128), Satira VI, 28-32. Pero el motivo de las penalidades del matrimonio también se observa en un texto italiano de la primera mitad del siglo XV, que fue atribuido a Domenico Di Giovanni (1404-1449), conocido como «Burchiello», «Dice Bernardo a Cristo: “E c’è arrivato”»; un texto que dejó, a su juicio, un claro influjo en un poema anónimo que circuló por España en los primeros años del siglo XVII: «Dixo un portero al Papa: “Aquí ha llegado”». Este mismo tema de las penalidades y castigo que supone el matrimonio fue tratado por el poeta italiano Francesco Berni (1496-1535), en el capitolo XXX, «Contra la moglie», de sus Capitoli e sonetti burleschi (2001, 98). El soneto de Góngora respira el tono jocoso que habían potenciado otros escritores italianos, junto con Berni, como Giovanni Mauro (¿?-1536), Giovanni Della Casa (1503-1556), Francesco Maria Molza (1489-1544), Annibal Caro (1507-1566), etc, en cuyos versos era frecuente la recreación de elementos sencillos como las zanahorias, los huevos, las salchichas, las ventas y un largo etcétera. Véase Cacho (2003, 478), Poggi (1997, 532), De Santis (2007, 1022)., y se estructura a través de una enumeración que de manera hiperbólica enfatiza los males del matrimonio y se cierra de forma epifonemática, rotunda y contudente, retando al lector a añadir «otros mil males» porque «el ser casado es el mayor de todos». La relación caótica de «penalidades y disgustos» se refiere, en sentido recto, a distintos aspectos de la vida familiar, pero algunas de dichas actividades o costumbres tienen un significado metafórico de carácter sexual o erótico.
Comer salchichas y hallar sin gota
el frasco por haberse derramado;
llegar a tomar postas muy cansado
y daros una que tropieza y trota;
5 calzaros con gran premio la una bota
y romperse la otra en lo picado;
ir a primera, habiéndoos descartado
del rey de bastos, y acudir la sota;
servir a dama que no dando toma;
10 deber a ginoveses puntüales;
cabalgar sin gualdrapa habiendo lodos;
tener familia que no sirva y coma…
Añada quien quisiere otros mil males,
que el ser casado es el mayor de todos.
En efecto, casi todas las palabras y expresiones tienen una significación metafórica que remite al ámbito del cuerpo y del sexo: salchichas como «órgano viril» y gota como «semen»57Como se ve en el soneto «Tú, rábano piadoso, en este día»: «Un poquito más largo convenía, / mas no importa, que irás por el atajo. / Entra de punta y sácame de cuajo / las gotas que el que pudre me pedía», vv. 5-8 (Alzieu, Jammes y Lissorgues 2000, 226); o en los siguientes versos de un Diálogo en seguidillas: «–Eche las gotas fuera, no caigan dentro, / que quedaré preñada de aqueste encuentro. / – Velas recibiendo, que las arrojo. / No se pierda una gota, que vale un ojo» (Alzieu, Jammes y Lissorgues 2000, 263)., aunque también puede referirse a la «eyaculación femenina»58Como se aprecia en el soneto «Soñando estaba anoche Artemidora»: «Sin que poden su parra, gotas llora, / y dice a su galán: “Mi bien, tomaldo, / para vos lo guardé, solemnizado, / y alzadme hasta los hombros la alcandora”», vv. 5-8 (Alzieu, Jammes y Lissorgues 2000, 245)., o al órgano sexual femenino59Como puede leerse en Alzieu, Jammes y Lissorgues (2000, 188): «y la calabaza sin gota, ¿de qué le sirve el tapón?»., y derramado como «eyaculación»60Según se ve en estos versos: «Si es porfiado en quererte, / no temas que pierda el seso, / porque no derrama nada, / aunque esté tieso y retieso» (Alzieu, Jammes y Lissorgues (2000, 194); o en el soneto «Soñaba una doncella que dormía»: «El galán la besaba y abrazaba / con más calor que un encendido leño; / lo dulce a derramar no comenzaba», vv. 9-11 (Alzieu, Jammes y Lissorgues 2000, 243).. Las metáforas verbales que aparecen en el soneto, como tomar y dar, tropieza y trota61De hecho, el propio poeta ha empleado esos mismos verbos con significado metafórico referido al acto sexual en otros textos: como en la letrilla «Si el pobre a su mujer bella / le da licencia a que vaya / a pedir sobre la saya, / y le dan debajo della», vv. 12-15 (Góngora 2001, 81); «Que piense un bobalicón / que no hay quien su dama toque, / y en la casa del rincón / sé que la tomó un peón / y que no la quiso un Roque», vv. 32-37 (2001, 101); o en el romance «Dejadle vuelva a jugar / con su querida en un trote», vv. 65-66 (1998, II, 27). En Alzieu, Jammes y Lissorgues también se pueden ver numerosos ejemplos del significado erótico de esos verbos: dar (2000, 125-126, 128, 225, 263); tomar (2000, 40, 77, 96). o calzar62El verbo tiene un significado metafórico que se refiere al acto sexual (futuere), como puede observarse en Alzieu, Jammes y Lissorgues (2000, 86, 274): «si de su bel grado / a muchas calcé, / ahora ¡qué haré!», vv. 23-25., picar, servir63Véase Whinnom (1981, 36). y cabalgar64Así, en el Alzieu, Jammes y Lissorgues (2000, 204) se dice que es una «palabra de uso tan corriente en este sentido que había dejado de ser metáfora. Se encuentra a cada paso en La lozana andaluza»; Góngora (1998, I, 448) había usado el sustantivo con este sentido en su romance «Ahora que estoy despacio» (1582): «La vez que se me ofrecía / caminar a Extremadura, / entre las más ricas de ellas / me daban cabalgaduras», vv. 65-68., tienen tradicionalmente una significación erótica que remite al acto sexual, que es el sentido que adquieren ahora. Y el mismo significado tienen las expresiones y términos del juego de naipes: ir a primera en dicho juego es «jugar una persona contra las demás» (Alemany 1930Alemany y Selfa, Bernardo.1930. Vocabulario de las obras de Don Luis de Góngora y Argote. Madrid: Tipografía de la «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos»., 796), aquí parece aludir en sentido metafórico al acto sexual, como se observa en otros textos65«Tuviera la color de almoraduj, / si, tantas cuantas veces da el reloj, / no le estuvieran dando con el boj, / y, puesta yo a primera, hiciera fluj», vv. 5-8; «quedó el Cura enquillotrado / (tirte afuera), / y por ponerse en primera, / hizo flux el desposado», vv. 2023; «Cuando ella hizo primera, yo hice fluj», v. 6; «A la primera es el juego, / porque ésta es la vez primera, / y él procura desquitarse / lo que ha perdido y le cuesta», vv. 13-16 (Alzieu, Jammes y Lissorgues 2000, 222-225, 292).; y el rey de bastos y la sota en este contexto también tienen un sentido metafórico referido a las relaciones eróticas, de forma que pueden aludir a los órganos sexuales masculino y femenino, respectivamente: «habiendo declinado («descartado») la erección del miembro viril («el rey de bastos»), acude la mujer o, sinecdóquicamente, su sexo («sota»)»66El mismo Góngora (1998, I, 436) había ofrecido una imagen semejante con el vocabulario de los naipes en el romance «Hanme dicho, hermanas» (1587): «sabe alzar figura / si halla por dicha / o rey o caballo / o sota caída», vv. 225-228..
SÁTIRA ANTICORTESANA Y CHISTE ERÓTICO
⌅El motivo del menosprecio de corte y alabanza de aldea se convirtió en un tema central en la poesía de Góngora, pues aparece de forma constante a lo largo de toda su trayectoria poética, ya fuera con la expresión explícita de los dos términos conceptuales o con la mención de uno de ellos, quedando aludido de forma tácita el otro concepto, o bien, entre otras muchas posibilidades, a través, por ejemplo, de la sátira anticortesana. En 1588 Góngora compuso tres sonetos satíricos y burlescos que se dirigían aparentemente contra Madrid y que se centraban en diferentes motivos: la corte, la tela de justar y el río Manzanares.
En relación con el tema que nos ocupa, resulta interesante comprobar cómo Góngora acudía al chiste de carácter sexual para concretar, entre otros aspectos o motivos, su crítica y burla de Madrid, en tanto que ciudad que albergaba la corte, que, en realidad, era la verdadera destinataria de sus pullas. Así, podemos ver cómo en el soneto «Grandes, más que elefantes y que abadas» (Góngora 2019Góngora, Luis de.2019. Sonetos. Editado por JuanMatas Caballero. Madrid: Cátedra., 524) el poeta nos ofrece una enumeración caótica de la corte –recurso muy frecuente en los poemas satíricos de ciudades o vituperatio urbis– para mostrar su menosprecio por su desorden, suciedad, engaño, ambición, vicios, etc., que se cifra, en verdad, en un auténtico enjambre de miserias humanas. Entre estos elementos negativos el poeta menciona en el verso sexto a las damas de haz y envés, expresión que parece evidenciar una alusión erótica, pues se refiere a «las damas hipócritas, falsas o con dos caras». La expresión encierra –como ha señalado Jammes (2014Jammes, Robert.2014. «“Palabras sucias y deshonestas” en la poesía de Góngora». «Hilaré tu memoria entre las gentes». Estudios de literatura áurea (en homenaje a Antonio Carreira). Coordinado por AlainBègue y AntonioPérez Lasheras. Francia –España: Université de Poitiers – Prensas Universitarias de Zaragoza, I, 95-116., 105)– una alusión a las prácticas sexuales femeninas tanto por delante (haz) como por detrás (envés), y remite a la nota que Carreira (1998Carreira, Antonio, ed. 1998. Luis deGóngora. Romances. Barcelona: Quaderns Crema., II, 160-161) puso a los siguientes versos del romance «A un tiempo dejaba el sol», de 1605: «de las plumas de una mimbre / cortó el viejo dos garzotas, / y en el envés de la ninfa / me las desnudó de hojas» (vv. 73-76)67Carreira citaba el apotegma n.º 666 de Juan Rufo, que era amigo y paisano del poeta, para aclarar la connotación erótica que ocultaba el eufemismo: «Contaba un fraile descalzo, de los que habían ido a convertir a las islas de Congo y Angola, que, con ser tan brutas las mujeres de aquel país y andar en carnes, tienen una natural vergüenza que las obliga, cuando pasan delante de alguno, a volverse de espaldas. Respondió: “Por peor tengo el envés que la haz, aunque todo es malo”».. Por otra parte, en este mismo soneto encontramos una alusión a otro motivo o tipo erótico, el de la viuda alegre, cuando menciona a las viudas sin tocas, una imagen que resultaba tópica en la época, como sentenciaba el refrán recogido por Correas (1924Correas, Gonzalo.1924. Vocabulario de refranes y frases proverbiales[1627]. Madrid: Tipografía de la «Rev. de Archivos, Bibliotecas y Museos»., 185): «En cabeza loca, no dura toca; no se tiene»68La viuda es un tipo que con frecuencia aparece en la poesía satírica y burlesca de Góngora como ejemplo de las falsas apariencias, pues bajo la máscara del dolor ostentosamente mostrado con tocas negras, se oculta su lascivia y promiscuidad, como puede verse, por ejemplo, en su romance de 1582, «Diez años vivió Belerma», en su letrilla de 1595, «Ya de mi dulce instrumento», en el soneto anterior, «Por niñear, un picarillo tierno», del mismo año que este, o en el soneto atribuido «Yace alegre de esta piedra fría»..
El segundo soneto aludido del menosprecio de corte y alabanza de aldea es el que comienza «Téngoos, señora Tela, gran mancilla» (Góngora 2019Góngora, Luis de.2019. Sonetos. Editado por JuanMatas Caballero. Madrid: Cátedra., 531), pero en esta ocasión el poeta le ha dado un papel más importante y destacado al chiste erótico para sustentar su sátira anticortesana69En la interpretación o explicación que ofrecía ya en su tiempo Angulo y Pulgar (1639, 227v) podía deducirse el contenido erótico del soneto: «Coloquio entre un Soldado y la Tela de justar que vieron fuera de las casas de Madrid. Introdúcela dama y sola y, lastimándose de que no la ejerciten, satiriza a los galanes de Madrid y a la puente de Manzanares: a ellos, por ocupados más en sus delicias q[ue] en ejercicios valerosos, y a ella por ociosa en no tener río q[ue] la bañe, como ni la Tela quien la juste».. El poeta critica a una nobleza que –como señaló Jammes (1987Jammes, Robert.1987. La obra poética de don Luis de Góngora y Argote. Traducido por ManuelMoya. Madrid: Castalia., 105)– «se ha domesticado y ha ido perdiendo sus antiguas virtudes: la vida cortesana es debilitante y don Luis lo sabe ya desde 1588, cuando se burla de los nobles de la capital que ya no saben manejar las armas». Para plasmar el tema el poeta finge un diálogo entre un soldado y la Tela de justar de Madrid, como si fuera una dama. El poeta critica la falta en Madrid, en la corte, de verdaderos nobles y cortesanos, como pone de manifiesto el simple hecho de que la tela de justar ha sido situada –como se anota al margen en el manuscrito Chacón [Ch] (1628Ms. Chacón (Ch). Chacón, Res. 45, 45 bis y 46 (tres tomos) BNE. 1628. Obras de don Luis de Góngora, reconocidas y comunicadas con él por D. Antonio Chacón Ponce de León, Señor de Polvoranca. Existe edición facsímil. 1991. Obras de don Luis de Góngora [Manuscrito Chacón], T. I, introducción por Dámaso Alonso, prefacio por Pere Gimferrer, T. II, introducción por Manuel Sánchez Mariana, T. III introducción por Antonio Carreira, Málaga: Real Academia Española y Caja de Ahorros de Ronda., 68)– «en la vega de Manzanares, junto a la puente Segoviana», es decir, «fuera de la villa» como una «vagamunda», y los «galanes de Castilla», que en realidad no son tales, no la ejercitan pues están deleitándose en el Prado; de la misma forma que la puente del Manzanares desea un verdadero río, la Tela de Madrid necesita «hombres de duro pecho y fuerte brazo». La estrategia narrativa que presenta el poeta es la de imaginar el encuentro y diálogo entre un soldado y la Tela de justar. El poeta aprovecha la connotación amorosa del término y, estableciendo una analogía entre tela y puente, ofrece una serie de dobles sentidos licenciosos (sobre todo de contenido erótico) que le permiten poner en solfa los vicios de la corte y la ausencia de virilidad de sus galanes.
–Téngoos, señora Tela, gran mancilla.
–Dios la tenga de vos, señor soldado.
–¿Cómo estáis acá afuera? –Hoy me han echado
por vagabunda fuera de la villa.
5 –¿Dónde están los galanes de Castilla?
–¿Dónde pueden estar sino en el Prado?
–Muchas lanzas habrán en vos quebrado.
–Más respeto me tienen: ni una astilla.
–Pues ¿qué hacéis ahí? –Lo que esa puente,
10 puente de anillo, tela de cedazo:
desear hombres, como ríos ella,
hombres de duro pecho y fuerte brazo.
–Adiós, Tela, que sois muy maldiciente
y esas no son palabras de doncella.
La mención del Prado –al margen de su sentido recto como «lugar de pasto», con lo que se considera a los galanes «bestias que pastan en el prado»– parece sugerir una alusión de contenido sexual, puesto que era uno de los lugares más célebres de Madrid en el que se entretenían los nobles y cortesanos, que sobre todo solían usarlo para el galanteo, yendo frecuentemente en coche y por la noche70Con este sentido lo hallamos, por ejemplo, en la comedia Abrir el ojo de Francisco de Rojas Zorrilla (2005, 271), en la que Doña Hipólita responde a Don Clemente, quien le ha preguntado «¿Adónde irás?»: «Al Prado, que hoy tengo un coche»; y Don Clemente le espeta: «Eso sí, salte a espaciar», vv. 250-252.. En los vv. 7-8, además de la referencia al ejercicio militar o marcial que se practica en la Tela, en la que se habrán quebrado muchas lanzas, dicha acción también tiene un claro sentido erótico, pues lanzas (Garrote 2020Garrote Bernal, Gaspar.2020. Con dos poéticas. Teoría historicista de la literatura sexual española. Valladolid: Agilice., 259) puede entenderse como metáfora del órgano sexual masculino, y quebrar como metáfora verbal de futuere71En Alzieu, Jammes y Lissorgues (2000, 8) podemos leer varios ejemplos: «Las lanzas bien correrá / con ánimo el justador, / y de alcanzar tal favor, / de alegre se morirá»; en el soneto «Aquel llegar de presto y abrazalla»: «aquel caer debajo y él sobre ella, / y ella cobrirse y él arregazalla / aquel tomar la lanza y embocalla, / y aquel porfiar dél hasta metella», vv. 5-8 (2000, 35); o en el soneto «Cierto galán de luz con doña Flora»: «Con el escudo solo, como diestra, / el encuentro del joven esperaba, / mas aflojó la lanza y doblegose», vv. 9-11 (2000, 241)..
En el primer terceto el poeta se burla de la puente Segoviana de Madrid sobre el Manzanares, una construcción inmensa para una corriente ridículamente pequeña, como si no pasara en realidad ningún río. El poeta ha establecido una analogía entre los arcos del puente de Segovia que dominaron el diminuto cauce del Manzanares y la tela (que el poeta asocia con la tela de cedazo): ambos, tanto los arcos como la tela, esperan inútilmente ser regados, con una clara resemantización sexual (Garrote 2020Garrote Bernal, Gaspar.2020. Con dos poéticas. Teoría historicista de la literatura sexual española. Valladolid: Agilice., 91)72Sobre el significado erótico de regar en su doble vertiente femenina o masculina Alzieu, Jammes y Lissorgues nos ofrecen varios ejemplos, como uno en el que le dice el Galán a la Dama: «Tengo acá una ansia encubierta / y es de regalle la huerta, / y perdóneme si peco» (2000, 139); en otro ejemplo la amiga le dice a su amante: «A pasito, amigo, no sencarama / que lo saca de fuera y riega la cama» (2000, 269).. En el último verso de la estrofa también parece evidente el chiste o broma erótica que subraya el contenido satírico del soneto, pues la Tela «desea hombres», con clara referencia sexual, como la puente, «ríos», también con un valor metafórico como penis. El sentido erótico del soneto se refuerza y reafirma en los dos últimos versos que lo cierran cuando el soldado se despide de la Tela diciéndole «que sois muy maldiciente / y esas no son palabras de doncella».
El tercer soneto satírico y burlesco, «Duélete de esa puente, Manzanares» (Góngora 2019Góngora, Luis de.2019. Sonetos. Editado por JuanMatas Caballero. Madrid: Cátedra., 536), que Góngora dirigió contra Madrid y, por extensión metonímica, contra la corte también tenía como destinatarios explícitos el río Manzanares y su puente Segoviana y su relación tan desigual, como había subrayado Angulo y Pulgar (1639Angulo y Pulgar, Martín.Poesías y cartas de Góngora. 1639. Ms. B87-V3-10 (R. 6644, ant. 20 / 4 / 6). Palma de Mallorca: Biblioteca de la Fundación Bartolomé March., 235v): «Búrlase dél por q[ue] es pequeño para su puente, y della por muy grande para él. Dícele q[ue] hoy ha crecido, y ayer no traía agua, q[ue] por el alma de un médico le diga cómo ha sido este suceso, y respóndese en el último verso».
Aparte del chiste escatológico, que tanto gustaba a Góngora, puede observarse la broma erótica (vv. 3-4) para provocar la burla y la risa por el contraste que forma el inmenso puente en un río tan seco73El tema –el asunto fluvial tratado en clave burlesca para la crítica cortesana– y el motivo concreto –la burla del caudal del Manzanares que no puede irrigar su majestuoso puente– fue cultivado también por los ingenios de la época: Lope de Vega, Quevedo, Vélez de Guevara, Rojas Zorrilla, Tirso de Molina, etc.:
Duélete de esa puente, Manzanares;
mira que dice por ahí la gente
que no eres río para media puente,
y que ella es puente para muchos mares.
El poeta establece una comparación entre el río y la puente –que se presentan formando un quiasmo para enfatizar el contraste entre la grandeza del puente y la sequedad del Manzanares: río – puente / puente – mares–, que no está exenta de una connotación erótica –como habíamos visto en el soneto anterior–, de forma que metafóricamente la puente sería una «mujer», y el río, un «hombre»; la desproporcionada relación entre ellos también podría justificarse, siguiendo este mismo sentido, en la lozanía o juventud de la puente, que estaba recién construida y, por lo tanto, «es puente para muchos mares», frente al Manzanares, «arrogante» por ser de Madrid, el río de la corte, pero ridículo por su escaso caudal, que no es «río para media puente», por su impotencia. Una recreación, por otro lado, del motivo clásico de corte satírico burlesco del viejo «río» y la niña «puente».
Unos años más tarde, cuando Góngora viajó a Valladolid, que era entonces sede de la corte, dedicó a la ciudad castellana una batería de poemas en los que seguía la misma estrategia que había operado en los dirigidos contra Madrid, de forma que la ciudad castellana se convertía en la destinataria explícita y superficial de sus pullas cuando, en realidad, el objetivo de su sátira era sobre todo la corte. Pero de acuerdo con el tema que nos ocupa, en el soneto «¿Vos sois Valladolid? ¿Vos sois el valle» (Góngora 2019Góngora, Luis de.2019. Sonetos. Editado por JuanMatas Caballero. Madrid: Cátedra., 725) podemos encontrar otra alusión erótica, si bien es cierto que el conjunto de estas composiciones muestra sobre todo una importante variedad de temas, tonos y chistes escatológicos. El soneto se construye como un discurso dirigido en forma de interrogación retórica y de invectiva a Valladolid destacando sus pésimas condiciones como ciudad sede de la corte, nada hospitalaria (malos olores, suciedad e inmundicias, insalubridad, etc.).
Al ámbito del erotismo podría pertenecer el superlativo con el que califica a las damas en el verso 5, Serenísimas, que puede tener un valor disémico, por un lado, patente, como título de honor y, por otro, latente, como «desvergonzadísimas» en lenguaje germanesco (Diccionario de AutoridadesDiccionario de Autoridades. 1726-1739. Real Academia Española. https://apps2.rae.es/DA.html.), sin descartar un posible juego léxico con «sirenas», que tiene una variante vulgar «serenas»: «sirenísimas», pudiendo referirse a las mujeres que atraen a los hombres fatalmente. A tales damas aconseja el poeta que «no andéis cocheando»: «no os andéis defecando», según Alemany (1930Alemany y Selfa, Bernardo.1930. Vocabulario de las obras de Don Luis de Góngora y Argote. Madrid: Tipografía de la «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos»., 230); literalmente, sería «no os andéis en coche», pero parece tener un significado sexual, pues el poeta se podía referir a la práctica muy habitual en la época del galanteo que se hacía en el coche; y no cabría descartar, de acuerdo con los dos versos que siguen, una significación peyorativa, de sentido escatológico, dedicada a las «damas de buen talle», que, como muy sinvergüenzas, son equiparadas con el estiércol.
CONCLUSIÓN
⌅A modo de conclusión podría decirse que Góngora cultivó de forma profusa el tema erótico en toda su obra como evidencia el prolífico tratamiento que hizo en el corpus de los sonetos, en los que se exhibe toda una batería de temas y motivos, de tipos y de prácticas sexuales: la viuda de vida alegre, la adúltera y el cornudo, el homosexual y el travestido, la prostituta, la sodomía, la sífilis, etc. Así pues, un acercamiento al tema del erotismo en los sonetos de Góngora podría ofrecernos una perspectiva mínima, aunque muy aproximada y certera, de lo que puede significar dicho asunto en el conjunto de su obra literaria.
Sin embargo, sobre una parte importante de este corpus de sonetos, normalmente pertenecientes al género satírico y burlesco, que es donde se da el tratamiento del tema erótico, pesa todavía el problema de la autoría gongorina desde que Chacón (1628) los excluyera de su célebre manuscrito. Quizás una de las tareas más destacadas pendientes del gongorismo sea la de levantar esa pesada losa de la atribución o dudosa autoría que gravita sobre una cantidad extraordinaria de piezas poéticas de Góngora y restaurarlas al poeta, como, por otra parte, he intentado en mi reciente edición de los sonetos (Matas 2019Matas Caballero, Juan, ed. 2019. Luis deGóngora. Sonetos. Madrid: Cátedra.).
El erotismo en los sonetos de Góngora no suele expresarse de forma directa, sino que el poeta trata el tema de un modo oblicuo siguiendo los consejos que cincelaría Gracián más tarde en su Agudeza y arte de ingenio, evitando lo trivial y lo obsceno, la palabra malsonante y la grosería de mal gusto. Así, el poeta expresa el tema erótico desde la elegancia y sutileza del petrarquismo idealista hasta la vertiente carnavalesca de la sátira y la burla que amplifica los límites de la libertad expresiva al rescatar para la literatura culta el cuerpo y el sexo. Los sonetos nos ofrecen un perfecto ejemplo de la variedad de registros, tonos, recursos o procedimientos que adquiere el tema del erotismo en la obra de Góngora, pues este corpus poético puede estimarse como una especie de officina poetica en la que don Luis experimenta todo tipo de expresión literaria, ya sea en forma de temas o motivos o de recursos retóricos, léxicos o sintácticos.
Y lo que, a mi juicio, resulta especialmente interesante es la modernidad de Góngora, que trata el tema del erotismo con absoluta libertad de miras, siguiendo la poética del ingenio conceptista y la estrategia de «significar a dos luces», pero sin que su condición de hombre de Iglesia, lo llevara en ningún caso a censurar ni reprobar el erotismo ni el sexo, que en todo momento es un motivo de risa y de celebración.